Las cejas del Arconte Nievedeseda se agitaron y una mirada de sorpresa apareció en sus ojos. Luego dejó escapar una risa fría:
—Huyeron tan rápido que pensé que era un emperador, ¿quién hubiera imaginado que eran ustedes dos, niños?
—Saludos, Arconte Nievedeseda —dijeron Ji Ning y Polvonueve y se inclinaron modestamente.
El Arconte Nievedeseda dejó escapar un resoplido frío. Al instante, un aura borrosa de luz cubrió un área de diez mil millones de kilómetros. El espacio-tiempo en esa región fue completamente separado del mundo exterior, lo que causó que Ning y Polvonueve se pusieran aún más pálidos.
Whoosh. Arconte Nievedeseda cargó hacia abajo y dejó un rayo de luz en los cielos mientras descendía. Un aura de suprema frialdad los atravesó y pareció que penetraba en sus almas y almarreales.
Fue demasiado rápido. Era el golpe de sable más rápido que Ning había visto jamás, tan rápido que le dio pánico.