Las gotas de lluvia caían una tras otra sin parar. Ji Ning, en medio de la tormenta, se encontraba totalmente absorto en su juego con la espada. Solo con los dedos-espada era capaz de ejecutar una técnica que activaba el Dao. Vaya comodidad. Él sentía que, en este momento, se había convertido en una gota más de lluvia. Se movía, giraba y bailaba junto con el resto de las gotas haciéndose uno con el clima.
Esa clase de unión con el ambiente y mutuo afecto generaba que incontables gotas se hicieran una sola.