Las cosas sucedieron de acuerdo con las expectativas de Leylin. Muchos ogros se acercaron a ellos a desafiarlos de vez en cuando, en grupos de cinco o seis o hasta más de diez al mismo tiempo. Como obviamente no podían dañar al grupo más numeroso, huían con la cola entre las patas y algunas veces dejaban una gran cantidad de cadáveres.
Muchos mercenarios estaban aterrados al principio, pero, con el correr del tiempo, comenzaron a recostarse en la parte delantera de los techos de los carruajes a observar las patéticas formas en que los ogros huían mientras reían a carcajadas.
Aquella actitud relajada contagió incluso a los Halcones Cenicientos. Leylin descubrió que, además de Siegfried y aquella bruja, los demás miembros parecieron sobreestimar a sus enemigos.
—Faltan otros dos días hasta que podamos abandonar esta región. ¡Es la misión más fácil que ha realizado el Viejo Pam!