Qin Chu estaba sobresaltado, pensó que ella había despertado, pero después de un momento no la vio moverse. Él la miró y vio que estaba profundamente dormida. ¿Cuán calmada debía estar su esposa para poder dormir cuando las cosas estaban así? Él se preguntó, suspirando. Para que Huo Mian durmiese tan profundamente, debía ser muy fuerte mentalmente. Al final, Qin Che su acostó al lado de Huo Mian y la envolvió en sus brazos como a un tesoro precioso, incapaz de soltarla ni por un segundo.
—No te preocupes, nadie puede hacerte daño.
La voz de Qin Chu era suave, llena de infatuación y amor.
Como si ella hubiese sentido algo en sueños, Huo Mian hundió su rostro en el pecho de Qin Chu. Él levanto su brazo para desenredar su cabello, lo hizo muy gentilmente ya que temía despertarla. A la mañana siguiente, Qin Chu se fue temprano ya que debía ir a una visita fuera de la compañía.