—¡Estás… muerto!
Una advertencia como esa hizo que Jessica Wright Davis se sintiera humillada. La expresión en su rostro era horrible mientras gritaba con rabia:
—¿¡A qué están esperando!?
—¡Atrápenlo!
Cuando recibieron las órdenes, los guardaespaldas, que ya no podían soportar a ese hombre, estallaron de ira instantáneamente.
—¿¡Está loco este mocoso?!
No tenía idea de lo que estaba pasando. Incluso si quisiera suicidarse, ¡no debería haberlo hecho de esta manera!
—¡Mátenlo!
—¡Este hombre es demasiado arrogante!
—¿Te crees que soy un perro cobarde solo porque no te he mostrado de lo que soy capaz?!
—¡Estás acabado, idiota!
...
¡Los gritos de los hombres llenaban la sala!
¡Todos ellos lucían feroces, y el aura dominante era asfixiante!
Emilia miró la espalda del hombre y rezó en silencio en su corazón.
Estaba justo frente a su hija.
¡Si ese hombre caía, sería la última barrera para su hija!
Sin embargo, el fuerte alboroto afuera no despertó a Olivia.