Huo Yunting la miró por un momento, y luego movió la copa lejos de ella sin decir palabra alguna. —¡Leche tibia!—gritó.
Pronto, una criada trajo una taza de leche y se la dio con gracia a Lu Zhaoyang. Ella tomó unos sorbos sin dudarlo.
Para Huo Yunting, impresionar a una mujer no requería ningún esfuerzo. Él no tenía que hacer nada para que las mujeres gravitaran en su dirección.
La mujer que estaba frente a él, sin embargo, era la única excepción. La única manera que tenía él de someterla era a través de amenazas.
Huo Yunting recién había comenzado a comer cuando Lu Zhaoyang dejó su tenedor. Limpió su boca y lo miró. —Disfruta de tu cena. El ambiente es mejor así, créeme.
—¿A dónde vas?
—Voy a ver la ropa que me compraste y ver si tienes buen gusto.
Huo Yunting no pudo decirle que no a esa excusa, así que observó mientras que Lu Zhaoyang lo dejaba solo en la mesa.