Quetzulkan y Zoe se encontraron en Ionia después de un largo viaje lleno de aventuras y peligros. Mientras caminaban por los exuberantes paisajes de la región, Quetzulkan no pudo evitar preguntarle a Zoe sobre su habilidad para la teletransportación.
"¿Siempre pudiste hacer esto de la teletransportación?" inquirió Quetzulkan, sintiendo curiosidad por el extraordinario poder de su compañera.
Zoe, con su característica alegría y espíritu juguetón, simplemente le sacó la lengua y le respondió con una sonrisa traviesa. Antes de que Quetzulkan pudiera insistir más, ella añadió: "¿Y perder toda la diversión? ¿Qué pasa con todas las aventuras que tuvimos y las personas que conocimos? ¿Acaso no disfrutaste también de nuestro viaje?"
El vastaya sonrió ante la perspectiva juguetona de Zoe. "Sí," concedió, "me alegra que no hayas usado tus portales antes. Conocimos a diferentes tipos de personas y lugares. Cada paso del viaje fue una experiencia invaluable."
Recordó los desafíos y los momentos que habían compartido desde que partió herido hacia Targon. El viaje solitario a través del ardiente desierto de Shurima, luchando contra bestias del desierto para sobrevivir, y el encuentro con el ancestral dragón en Ixtal que lo obligó a huir por su vida.
Fue en las cordilleras de Ixtal donde conoció a Zoe, una aparición vivaz y curiosa que se había invitado sola a su cena. Desde entonces, habían viajado juntos a través de Piltover y Zaun, enfrentando desafíos y peligros juntos, pero también encontrando amistades y momentos de alegría en cada destino.
Ahora, en Ionia, se encontraban en un lugar de serena belleza y tranquila armonía. Los recuerdos de su viaje, aunque llenos de peligro y desafío, también estaban marcados por la camaradería y el crecimiento mutuo que habían experimentado.
Quetzulkan reflexionó sobre cómo cada encuentro y cada desafío había contribuido a su desarrollo como individuo y como compañero de viaje. Zoe, con su espíritu vivaz y su perspectiva única, había sido una constante fuente de alegría y sorpresa en cada paso del camino.
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En los serenos y verdes bosques de Ionia, dos figuras avanzaban entre la densa vegetación. Quetzulkan, un vastaya de majestuosa presencia, lideraba el camino. A su lado, con una actitud despreocupada y juguetona, flotaba Zoe, el Aspecto del Crepúsculo. Aunque Zoe aparentaba estar distraída, fascinada por las flores y las luces que destellaban a su alrededor, no dejó de notar el inusual silencio de su compañero. Quetzulkan parecía sumido en sus pensamientos, sus ojos reflejaban una tristeza profunda y su andar era lento y pesado.
Mientras avanzaban, los recuerdos invadieron la mente de Quetzulkan. Recordaba con vívido detalle la primera invasión de Noxus a Ionia. Él había luchado valientemente en las costas, enfrentando a los invasores con toda su fuerza y destreza. Sin embargo, lo que no había anticipado era la astucia del enemigo. Los noxianos habían dividido sus tropas, y mientras Quetzulkan y sus aliados combatían en la playa, otra unidad se desvió hacia los pueblos, incluyendo el suyo. Fue una trampa, una cruel estratagema que resultó en la destrucción de su hogar y la masacre de su familia y su amada.
Ese fatídico día, consumido por el dolor y la rabia, Quetzulkan se transformó. Adoptó una forma bestial, similar a un dragón, y con una furia desatada arrasó con todo a su paso, buscando venganza. Todo aquel que oliera a noxiano fue destruido sin piedad. Aunque su sed de venganza había sido saciada temporalmente, el precio fue alto. La devastación y la pérdida lo habían marcado para siempre.
Zoe, que había conocido a Quetzulkan en las cordilleras de Iztal, sólo tenía un conocimiento parcial de estos eventos. Durante sus conversaciones, él le había revelado fragmentos de su pasado, suficientes para que ella comprendiera el dolor que cargaba. Al notar la tristeza en su rostro, Zoe intentó animarlo con palabras de aliento y sus habituales travesuras. Usó su magia para crear destellos de luz y figuras juguetonas, buscando arrancarle una sonrisa. Y, en cierto modo, lo logró. Quetzulkan esbozó una leve sonrisa, agradecido por el esfuerzo de su amiga.
Cuando finalmente llegaron a su destino, la escena que se desplegó ante ellos dejó a Quetzulkan sin palabras. Las ruinas de su pueblo natal habían sido parcialmente reconstruidas. Donde antes sólo había escombros, ahora se alzaban algunas cabañas restauradas. Vio a varios aldeanos, supervivientes de aquel ataque, ocupados en sus quehaceres diarios. La vida, de algún modo, había comenzado a renacer entre las cenizas.
Sin embargo, lo que más sorprendió a Quetzulkan fue la figura que se encontraba esperándolo. De pie, en el centro del pueblo, estaba Maestro Yi, el legendario espadachín y guardián de la sabiduría ioniana. Yi lo observaba con una mezcla de serenidad y expectativa.
"Quetzulkan," dijo Maestro Yi con una voz suave pero firme, "te he estado esperando."
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Quetzulkan se detuvo y miró fijamente a su maestro, una mezcla de sorpresa y alivio en sus ojos. A su lado, Zoe flotaba con su característica despreocupación, aunque sus ojos brillaban con curiosidad. Maestro Yi, siempre calmado y sereno, observó a Zoe con una leve inclinación de cabeza, reconociendo su presencia y su importancia.
"Maestro Yi," respondió Quetzulkan, haciendo una reverencia respetuosa, "es un honor verte aquí."
Yi devolvió la reverencia con la misma solemnidad. "El honor es mío. Veo que no estás solo."
Zoe sonrió ampliamente y agitó la mano en señal de saludo. "¡Hola, Maestro Yi! Soy Zoe, el Aspecto del Crepúsculo. Quetzulkan y yo hemos vivido algunas aventuras juntos."
Yi asintió, sin perder su compostura. "Es un placer conocerte, Zoe. Tu presencia aquí es una señal de tiempos interesantes."
"Interesantes, seguro," dijo Zoe, girando en el aire. "Pero parece que necesitas hablar con Quetzulkan. ¿Puedo escuchar? Prometo no interrumpir mucho."
Yi hizo un gesto invitándolos a seguirlo. "Por supuesto. Vamos a una de las casas, allí podremos hablar con más calma."
Entraron en una de las cabañas reconstruidas, y Yi se sentó en una sencilla silla de madera, indicando a Quetzulkan y Zoe que hicieran lo mismo. Una vez que estuvieron cómodos, Yi comenzó a hablar.
"Quetzulkan, después de que te transformaste en ese dragón y desapareciste tras acabar con los noxianos, Ionia cayó en un estado de confusión. Aunque los noxianos fueron repelidos, nadie sabía de dónde había venido el dragón. Sin embargo, los altos mandos de la orden Kinkou y los líderes de Ionia sabían la verdad."
Quetzulkan frunció el ceño, recordando su transformación y la furia que lo había consumido. "¿Cómo supieron que era yo?"
"Akali te vio transformarte," explicó Yi. "Ella informó a Shen y a mí, y comprendimos lo que había sucedido. Poco después, llegaron noticias de que un dragón ancestral había atacado Noxus. Aunque Noxus afirmó haberlo repelido y casi matado, el dragón logró escapar. Sabíamos que podía ser verdad, pero también sospechábamos que podía ser propaganda de guerra."
Zoe, intrigada, preguntó, "¿Entonces esperaban que Quetzulkan volviera?"
Yi asintió. "Sí. Nuestro plan era esperar. Si regresabas como dragón, teníamos ninjas de la orden Kinkou monitoreando los alrededores para interceptarte. Si volvías como Quetzulkan, sabíamos que vendrías a este pueblo, tu hogar. Y como soy tu maestro, acordamos que yo te esperaría aquí."
Quetzulkan asimiló la información, comprendiendo la gravedad de la situación. "Entonces, ¿qué debo hacer ahora, Maestro Yi?"
Yi lo miró con seriedad. "Ionia necesita tu fuerza. Pero también necesita tu control. La furia que desataste en tu forma de dragón es poderosa, pero también peligrosa. Debes aprender a canalizarla adecuadamente. Además, los tiempos que se avecinan son oscuros. Noxus no ha abandonado sus ambiciones, y hay disturbios internos que buscan desestabilizar Ionia."
Zoe, siempre optimista, añadió, "Pero no estás solo, Quetzulkan. ¡Tienes amigos que te apoyan! Y yo estaré aquí para ayudarte a encontrar el equilibrio."
Quetzulkan asintió, sintiendo una renovada determinación. "Haré lo que sea necesario para proteger Ionia. Estoy listo para enfrentar cualquier desafío."
Yi sonrió levemente, satisfecho con la respuesta de su discípulo. "Entonces, comencemos tu entrenamiento. No solo en combate, sino en la meditación y el control emocional. Debes dominar ambos aspectos para ser verdaderamente fuerte."
Quetzulkan asintió con determinación, listo para embarcarse en esta nueva fase de su entrenamiento. Con Zoe a su lado, se dirigieron al Placidium para informar sobre su regreso y su disposición para ayudar a Ionia. Maestro Yi envió a un ninja de confianza para transmitir la noticia, asegurando a los líderes de la orden Kinkou y a los altos mandos de Ionia que Quetzulkan había vuelto a la normalidad y estaba comprometido a dominar su nuevo poder para proteger su hogar.
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Pasaron semanas viajando de un lugar a otro, desde el pueblo reconstruido de Quetzulkan hasta el Placidium, y finalmente al Monasterio de Hirana. Allí, se encontraron con otro maestro, Lee Sin, cuya sabiduría y entrenamiento complementaron el de Maestro Yi. También conocieron a otros buscadores de conocimiento, como Udyr, un chamán de Freljord, y varios monjes y aprendices que buscaban la iluminación espiritual.
Los años pasaron, y mientras Quetzulkan se sumergía en su entrenamiento, Zoe exploraba los alrededores del monasterio. Su presencia alegre y su magia peculiar se volvieron conocidas entre los habitantes del lugar, trayendo una ligereza y alegría que contrastaban con la intensidad del entrenamiento de Quetzulkan.
Entre los niños y jóvenes que habitaban el monasterio, una joven en particular captó la atención de Zoe. Con cabello celeste plata y una mirada serena, Sona irradiaba una calma tranquila que llamó la atención de la curiosa Zoe. Intentó entablar conversación con ella, utilizando sus bromas y travesuras habituales, pero pronto descubrió que Sona era muda. La revelación sorprendió a Zoe, pero no la desanimó. En cambio, encontró en Sona una compañera de juegos silenciosa pero igualmente divertida.
Zoe pasaba horas jugando con Sona y los otros niños y jóvenes del monasterio, disfrutando de su compañía y compartiendo risas y juegos. Aunque Sona no podía hablar, su comunicación era fluida y natural, y juntas crearon un vínculo especial que trascendía las palabras.
Mientras tanto, Quetzulkan continuaba su entrenamiento con determinación y dedicación. Bajo la tutela de Maestro Yi y Lee Sin, perfeccionó su habilidad en el combate, aprendió a controlar su furia interior y cultivó una conexión más profunda con su ser espiritual. Cada día representaba un desafío nuevo, pero Quetzulkan los enfrentaba con valentía y determinación, sabiendo que cada obstáculo superado lo acercaba un paso más a su objetivo.
Finalmente, después de años de arduo trabajo y aprendizaje, Quetzulkan emergió como un guerrero formidable y equilibrado, listo para enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino. Con Zoe a su lado, se preparó para defender Ionia con toda su fuerza y sabiduría, sabiendo que no estaba solo en esta lucha por la paz y la justicia.
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El sol comenzaba su lento descenso sobre los horizontes de Hirana, tiñendo el cielo con pinceladas de naranja y rosado, mientras Quetzulkan y Zoe se despedían del monasterio y de sus habitantes. Después de años de arduo entrenamiento, Quetzulkan finalmente había alcanzado un nivel de dominio sobre su capacidad de transformación que antes parecía inalcanzable. Ya no dependía de emociones intensas para desatar su poder; había aprendido a controlarlo, a moldearlo a su voluntad. Recordaba con claridad los momentos de descontrol en el monasterio, cuando su transformación amenazaba con desencadenar la tragedia, si no fuera por la intervención salvadora de Zoe.
El viaje de regreso a Placidium desde el remoto monasterio de Hirana se extendió más allá de lo anticipado. Zoe, en su inquebrantable espíritu aventurero, insistió en explorar los pueblos circundantes con Quetzulkan, argumentando que él era su compañero de travesías y que no podía aventurarse a descubrir nuevos horizontes sin él a su lado. Con la certeza de que aún quedaban tareas por cumplir, el Maestro Yi optó por adelantarse, prometiendo una sorpresa en Placidium para Quetzulkan. Mientras tanto, Zoe se autoproclamó responsable de retrasar a Quetzulkan lo suficiente para que la sorpresa estuviera lista, con una chispa de anticipación brillando en sus ojos ante la mención de la palabra "sorpresa".
Guiados por la curiosidad y la aventura, Zoe y Quetzulkan se aventuraron por caminos desconocidos, sabiendo que en algún punto del trayecto se toparían con algún pueblo. En el transcurso de unas pocas horas, se encontraron con Ivern, el Padre Árbol, cuya presencia irradiaba una calidez que se extendía más allá de su imponente figura. Zoe y Ivern parecían tener algún tipo de conexión previa, intercambiando saludos efusivos.
Ivern expresó sus condolencias por las pérdidas sufridas por Quetzulkan, a lo que este respondió con una serenidad que denotaba su resolución para superar tales adversidades. Con gratitud, se despidieron y continuaron su viaje hasta alcanzar un bullicioso pueblo, donde se encontraron con una escena inesperada.
Un joven de cabello rojo oscuro, mitad humano y mitad vastaya, se enfrentaba a un grupo de bandidos en las afueras del pueblo. La destreza con la que se defendía dejaba en claro que no necesitaba ayuda, aunque al finalizar el altercado, exhibía algunos rasguños y moretones como trofeos de batalla. Sus ojos se cruzaron brevemente con los de Quetzulkan y Zoe, antes de que estos se presentaran como simples viajeros. El joven, identificado como Sett, se despidió rápidamente, pero antes de partir fue interceptado por una figura femenina de singular belleza, cuyo cabello púrpura claro resplandecía bajo la luz del atardecer.
Esta mujer, revelada como la madre de Sett, detuvo al joven con una autoridad que emanaba de su mera presencia. Sett, en un gesto de humildad, se disculpó y fue llevado por su madre, dejando a Quetzulkan y Zoe intrigados por la dinámica entre madre e hijo.
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Después de recorrer varios pueblos más, Quetzulkan y Zoe continuaron su viaje con una calma que parecía acompañarlos en cada paso. A pesar de la falta de acontecimientos dignos de mención en su camino, la compañía de Zoe le otorgaba un matiz de alegría y vitalidad a su travesía. Con su naturaleza enérgica e incesante sonrisa, Zoe lograba hacer que incluso los momentos más simples se convirtieran en pequeñas aventuras. Para Quetzulkan, cada sonrisa de Zoe se volvía un bálsamo de paz y felicidad, una luz que iluminaba su camino con un resplandor reconfortante.
Tras varios días de viaje, finalmente llegaron a Placidium. El momento coincidió con algún tipo de celebración en la capital de Ionia, pues al adentrarse en las calles bulliciosas de la ciudad, Quetzulkan fue recibido con un estallido de alegría. Los habitantes, al divisar su figura entre la multitud, estallaron en vítores y aplausos, recibiendo al joven como si se tratara de una figura de renombre, como si sus hazañas se hubieran extendido por toda la región, tejiendo una leyenda en torno a su nombre