Después de que Lulu los sorprendiera, la atmósfera en el lugar de entrenamiento se cargó con una tensión erótica palpable. A pesar de las objeciones de Lulu, Quetzulkan, Tristana y Poppy continuaron entregándose a sus deseos más profundos, sin preocuparse por las miradas indiscretas.
Quetzulkan, con una sonrisa traviesa en los labios, se acomodó en el tronco, mientras Tristana y Poppy se entregaban con devoción a su placer. Cada lamida, cada gemido, resonaba en el aire cargado de pasión, alimentando el fuego que ardía entre ellos.
Las manos de Tristana y Poppy exploraban ansiosamente cada rincón del cuerpo de Quetzulkan, mientras él se abandonaba al éxtasis del momento, sus suspiros ahogados ahogados en un mar de lujuria desenfrenada.
Mientras tanto, Lulu, aunque inicialmente tímida, se sintió atraída por el espectáculo que se desarrollaba frente a ella. Incitada por una curiosidad irresistible, se unió al juego con una mezcla de nerviosismo y excitación.
Con movimientos sutiles y tentadores, Lulu se acercó a Quetzulkan, sus labios rozando la piel de su entrepierna con una delicadeza casi imperceptible. El calor de la pasión ardía en su mirada, mientras exploraba cada centímetro de su deseo con una audacia recién descubierta.
El éxtasis llegó con una intensidad abrumadora, envolviéndolos a todos en una espiral de placer desenfrenado. Los gemidos se entrelazaron en el aire, creando una sinfonía de pasión y lujuria que los transportó a un reino de éxtasis compartido.
Después de un momento de reposo, Lulu se levantó con determinación, decidida a reclamar su lugar en el juego del deseo. Con una mirada desafiante, se acercó a Quetzulkan, ansiosa por explorar nuevos horizontes de placer junto a él.
A medida que avanzaba la noche, el aire se cargaba con una electricidad palpable, cada caricia y cada beso encendiendo la llama del deseo con una intensidad renovada. Entre risas traviesas y susurros seductores, se entregaron por completo al torbellino de emociones que los envolvía, explorando cada rincón oscuro de sus fantasías más íntimas.
Quetzulkan, con su magnetismo irresistible, guiaba a sus compañeras con maestría, llevándolas al borde del abismo una y otra vez, antes de rescatarlas con un beso apasionado que las dejaba sin aliento.
Tristana y Poppy, entregadas a él con una devoción sin reservas, respondían con sus propios gestos de amor y deseo, alimentando la llama del romance con cada susurro y cada caricia.
Mientras tanto, Lulu, con una valentía recién descubierta, se entregaba por completo al placer que se le ofrecía, dejándose llevar por la corriente ardiente de la pasión compartida.
Así, entre gemidos y susurros, entre caricias y besos apasionados, su noche se convirtió en un torbellino de emociones desenfrenadas, donde el tiempo parecía detenerse y solo existía el ardor del deseo mutuo y la promesa de un amor eterno.
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La rutina matutina en el hogar de Quetzulkan se había vuelto un verdadero festín de camaradería y alegría desde que Tristana, Poppy y Lulu se unieron a las mañanas de desayuno junto a Quetzulkan, Vex y Zoe. El ambiente se llenaba de risas, charlas animadas y complicidad mientras compartían historias del día anterior y planeaban las aventuras por venir.
El día anhelado finalmente había llegado, y Quetzulkan y Zoe decidieron emprender su último viaje juntos antes de establecerse definitivamente. Esta vez, su destino era Shurima, una tierra que aún no habían explorado en profundidad. Zoe estaba emocionada por la perspectiva de reunirse con viejos amigos en Demacia y descubrir cómo les había ido a Sona y Lux desde su última visita.
La decisión de Vex de quedarse esta vez no sorprendió a nadie, había encontrado su lugar en la tranquilidad del hogar y disfrutaba de sus paseos solitarios por Ciudad de Bandle. Además, Quetzulkan y Zoe se aseguraron de llevar consigo un artefacto mágico que les permitiría regresar a Ciudad de Bandle en cualquier momento que lo desearan, haciendo que la separación fuera menos dolorosa.
Las otras tres yordles, Tristana, Poppy y Lulu, optaron por quedarse atrás en esta ocasión. Poppy dejó entrever que podría hacer una visita a Demacia en el futuro, mientras que Tristana decidió permanecer en Ciudad de Bandle para continuar con sus deberes habituales. Lulu, por su parte, decidió acompañar a Tristana en esta ocasión, quizás buscando encontrar inspiración en su eterno viaje de aprendizaje.
Así, Quetzulkan y Zoe se embarcaron en su última aventura juntos. Aparecieron en las afueras de Demacia, donde fueron recibidos por una cálida bienvenida de sus amigos. Lux había crecido desde su última reunión, ahora una mujer segura de sí misma y llena de vida. Sin embargo, la tensión era palpable cuando conocieron a Garen, el hermano de Lux, quien parecía nervioso y ansioso por compartir una noticia importante.
Con una sonrisa nerviosa, Lux reveló que su hermano Garen estaba profundamente enamorado de una noxiana, una situación que habría sido inimaginable en el pasado pero que ahora era más aceptada gracias a los esfuerzos por la paz y la reconciliación entre los reinos. Aunque la relación de Garen era motivo de preocupación para algunos, Lux y Zoe compartieron una mirada de complicidad, reconociendo la importancia del amor en tiempos de cambio.
Después de su emotivo encuentro con Lux y Garen, Quetzulkan y Zoe se dirigieron a visitar a Sona, la misteriosa musa de la música. A pesar de su silencio habitual, Sona les dio la bienvenida con una melodía suave y reconfortante, transmitiendo sus pensamientos y sentimientos a través de su mágico instrumento. A medida que se sumergían en la música etérea de Sona, Quetzulkan y Zoe se sintieron transportados a un lugar de calma y serenidad, lejos de las preocupaciones del mundo exterior.
Después de despedirse de sus amigos en Demacia, Quetzulkan y Zoe continuaron su viaje hacia Shurima, una tierra llena de historia y misterio. A medida que exploraban las antiguas ruinas y las vastas extensiones del desierto, se maravillaban ante la grandeza y la majestuosidad de esta tierra ancestral. Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida por noticias alarmantes de ataques demoníacos y la creciente amenaza del Vacío, que se extendía cada vez más hacia las fronteras de otras regiones.
A medida que el sol se ponía en el horizonte dorado de Shurima, Quetzulkan y Zoe se encontraron reflexionando sobre el viaje que habían emprendido juntos, recordando los momentos de alegría y aventura que habían compartido a lo largo de los años. Aunque el futuro era incierto, sabían que mientras estuvieran juntos, podrían enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino.
Un viaje no estaría completo sin que se acampara al aire libre. Quetzulkan y Zoe, aburridos de solo poner una tienda de campaña y una fogata, tuvieron una idea brillante. Quetzulkan hizo que creciera un árbol mágico de la nada. Antes, quizás, Quetzulkan necesitaba raíces o partes de algún árbol cercano para poder sacar algo así, pero ahora podía generar un árbol de la nada solo conjurando su magia.
El árbol que Quetzulkan creó era imponente y majestuoso, con hojas que brillaban con una luz suave y tranquilizadora. En el centro del desierto, este árbol se alzaba como un faro de vida y esperanza. Su tronco era lo suficientemente ancho como para albergar un refugio en su interior. Con una simple orden de Quetzulkan, el tronco se abrió para revelar un espacio hueco, grande y acogedor, capaz de albergar al menos a cuatro personas cómodamente.
Zoe, siempre ingeniosa, sugirió que conjuraran un escudo mágico alrededor del árbol. Este escudo, alimentado por la energía del árbol mágico, tenía la capacidad de repeler a los intrusos llenos de malicia, garantizando así una noche de descanso sin perturbaciones. Con su refugio mágico en medio del desierto, Quetzulkan y Zoe se sentían como si estuvieran en su propio mundo secreto, protegido y apartado del caos exterior.
Su viaje continuó por el extenso desierto de Shurima, con Quetzulkan y Zoe caminando sin rumbo fijo, pero sin temor. Dejaron que el destino los guiara, confiando en que cada paso los llevaría a nuevas aventuras y descubrimientos. Pronto llegaron a Marrowmark, una ciudad vibrante y llena de vida en el corazón de Shurima.
Marrowmark era un espectáculo para la vista. Las calles estaban llenas de coloridos mercados y tiendas que vendían desde especias exóticas hasta joyas deslumbrantes. Las edificaciones, de arquitectura antigua y mística, daban la sensación de estar en una tierra de leyendas. Los vendedores ofrecían sus productos con entusiasmo, y el aire estaba lleno de aromas embriagadores y sonidos de música y risas.
Zoe y Quetzulkan pasearon por las calles de Marrowmark, maravillados por la diversidad y la riqueza de la cultura shurimana. Compraron numerosos recuerdos, desde amuletos mágicos hasta tejidos finamente elaborados, que Zoe guardaba en su bolso mágico y Quetzulkan en su espacio mágico personal. Este espacio era una creación única de Quetzulkan, una especie de bolsa mágica invisible e intangible para todos excepto para él. Solo él podía convocar su entrada y así guardar y sacar sus cosas a voluntad.
El bolso mágico de Zoe, por su parte, era igualmente fascinante. Podía contener una cantidad sorprendente de objetos sin que pesara más o se viera más grande. Zoe lo había encantado con hechizos antiguos que le permitían acceder a los objetos con solo pensar en ellos. Juntos, comparaban los tesoros que iban adquiriendo, riendo y compartiendo historias sobre sus orígenes.
Una noche, mientras descansaban bajo otro árbol mágico en el desierto, Zoe y Quetzulkan recordaron su primer encuentro, sonriendo ante la ironía de cómo dos almas tan diferentes se habían encontrado y embarcado en una aventura tan extraordinaria. Zoe habló con ternura sobre cómo había aprendido tanto de Quetzulkan, no solo en términos de magia, sino también sobre el valor de la paciencia y la sabiduría.
Quetzulkan, por su parte, expresó cuánto Zoe había iluminado su vida con su energía vibrante y su insaciable curiosidad. A pesar de las sombras de su pasado, Zoe había logrado traer luz y esperanza a su mundo, enseñándole a ver la belleza en lo pequeño y a encontrar alegría en cada día.
Mientras el cielo de Shurima se llenaba de estrellas, Quetzulkan y Zoe sintieron que estaban en el lugar correcto, en el momento correcto. El desierto, con su vastedad y misterio, se había convertido en un símbolo de su propio viaje interior, lleno de desafíos y descubrimientos.
A medida que la noche avanzaba, Zoe y Quetzulkan se acurrucaron bajo el árbol, susurrando sueños y promesas para el futuro. Sabían que, sin importar lo que el destino les deparara, siempre tendrían estos momentos mágicos para recordar y atesorar.
Finalmente, cuando llegó el momento de partir, Quetzulkan y Zoe sintieron que estaban listos para enfrentar el siguiente capítulo de su vida juntos. Su viaje a través de Shurima había sido más que una simple aventura; había sido una travesía de amor, crecimiento y descubrimiento. Con corazones llenos de gratitud y esperanza, se despidieron del desierto, sabiendo que siempre llevarían consigo la magia de esos días en sus corazones.
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Finalmente, cuando llegó el momento de partir, Quetzulkan y Zoe sintieron que estaban listos para enfrentar el siguiente capítulo de su vida juntos. Su viaje a través de Shurima había sido más que una simple aventura; había sido una travesía de amor, crecimiento y descubrimiento. Con corazones llenos de gratitud y esperanza, se despidieron del desierto, sabiendo que siempre llevarían consigo la magia de esos días en sus corazones.
Su travesía sucedió sin ningún tipo de molestia, salvo que casi repetidamente, eran atacados por Xer'Sai, conocidos como tiburones del desierto. Estos seres subterráneos acechaban y emboscaban, surgiendo del suelo en una explosión de arena y fauces. Aunque cada encuentro era peligroso, Quetzulkan y Zoe se mantenían firmes, sus habilidades combinadas convirtiendo cada enfrentamiento en una danza mortal de magia y fuerza.
Pero no todos los enfrentamientos eran iguales. Una tarde, el suelo bajo sus pies comenzó a temblar con una intensidad que superaba a cualquier Xer'Sai común. De las profundidades del desierto, emergió una figura imponente y aterradora: Rek'Sai, la Reina de los Xer'Sai. Sus mandíbulas enormes y su cuerpo blindado de púas la hacían parecer invencible.
Quetzulkan, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo, se transformó en su majestuosa forma de dragón. Sus escamas brillaban bajo el sol del desierto mientras rugía, un sonido que resonó a través de las dunas como un trueno. La batalla comenzó con una explosión de poder. Rek'Sai atacó con una furia primitiva, sus garras y colmillos buscando desgarrar al dragón. Quetzulkan respondió con una mezcla de ataques físicos y magia elemental, su aliento de fuego envolviendo a la bestia en llamas.
Zoe, desde una distancia segura, conjuraba barreras protectoras y lanzaba orbes de energía estelar, que estallaban en destellos de luz cósmica al impactar. La arena se agitaba bajo los pies de Rek'Sai, que utilizaba su capacidad de excavar para esquivar los ataques y contraatacar desde ángulos inesperados. Pero Quetzulkan no era una presa fácil. Invocó gólems gigantes de madera, que emergieron del suelo para sujetar a Rek'Sai, permitiéndole asestar golpes devastadores en sus puntos más vulnerables.
La batalla era una exhibición de poder titánico. El rugido de Quetzulkan se mezclaba con los chillidos de Rek'Sai, creando un estruendo que podía escucharse a kilómetros. A pesar de su resistencia, la Reina de los Xer'Sai finalmente se vio abrumada. Con una última embestida desesperada, se zambulló bajo tierra, escapando de la ira del dragón.
Sin embargo, Quetzulkan no estaba dispuesto a dejar que la bestia huyera. Utilizando una antigua magia de la tierra, se sincronizó con las energías subterráneas, permitiéndole seguir a Rek'Sai bajo la superficie. Mientras la bestia se adentraba más en las profundidades, Quetzulkan nadaba a través de la tierra como si fuera agua, su figura serpenteante deslizándose a una velocidad asombrosa.
Justo cuando estaba a punto de alcanzar a Rek'Sai, un destello de luz púrpura explotó frente a él, cegándolo momentáneamente. Cuando la luz se desvaneció, Quetzulkan se encontró en un lugar completamente diferente. Ya no estaba en las profundidades del desierto de Shurima, sino en un mundo destrozado y caótico, donde los fragmentos flotaban en el aire y la gravedad parecía inconsistente. Quetzulkan sabía que había sido arrastrado al Vacío, una dimensión oscura y peligrosa.
Mientras caminaba por este nuevo y extraño entorno, sus sentidos alertas y su mente afilada, divisó a lo lejos una figura en combate. Era una especie de máquina que luchaba contra las abominaciones del Vacío, criaturas retorcidas y grotescas. Al ver que la máquina estaba siendo abrumada, Quetzulkan decidió intervenir. Con un rugido que resonó en el vacío, se lanzó a la batalla, sus garras y aliento de fuego destrozando a las criaturas.
La máquina, que resultó ser un humano con un traje mecanizado, se presentó como Kas sai a dyn. Agradecido por la ayuda, Kas sai a dyn explicó su misión de encontrar a su familia, perdida en las entrañas del Vacío. Con la confirmación de que estaban en el Vacío, Quetzulkan sabía que debía salir cuanto antes para no preocupar a Zoe.
Kas sai a dyn, agradecido por la ayuda de Quetzulkan, se ofreció a guiarlo hacia una salida. Sin embargo, justo cuando estaban por partir, fueron atacados de nuevo, esta vez por una oleada interminable de criaturas del Vacío. Las bestias surgieron de las sombras, sus formas grotescas y cambiantes llenas de malevolencia.
Quetzulkan y Kas sai a dyn se prepararon para la batalla, sus energías combinadas creando un espectáculo de poder y destreza. Quetzulkan, en su forma de dragón, utilizó su dominio de los elementos para invocar tormentas de fuego y relámpagos, mientras Kassadin se teletransportaba de un lado a otro, su espada etérea cortando a través de las criaturas como un rayo de oscuridad.
La lucha fue intensa y brutal. Las criaturas del Vacío atacaban sin cesar, sus cuerpos deformes regenerándose rápidamente después de cada golpe. Quetzulkan, con su aliento de fuego y sus garras afiladas, luchaba con una ferocidad incomparable. Sus ataques incendiaron el aire, creando un espectáculo de luz y calor en el oscuro vacío. Kas sai a dyn, por su parte, utilizaba su conocimiento del Vacío para crear portales que absorbían a las criaturas, enviándolas a rincones desconocidos de la dimensión.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, las oleadas de criaturas comenzaron a disminuir. Con un último rugido, Quetzulkan lanzó una poderosa explosión de energía elemental, desintegrando a las últimas criaturas del Vacío en un destello de luz y poder. Kas sai a dyn, cubierto de sudor y sangre, bajó su espada etérea y miró a Quetzulkan con gratitud y determinación.
"Debemos encontrar una salida antes de que el Vacío nos consuma", dijo Kassadin, su voz firme, pero con un toque de urgencia.