La llamada telefónica quedó en silencio. Trueman no colgó. Sonrió al otro lado y dijo: —Pequeña sierva, por fin me obedeces. Jajaja, Xander es mi buen hijo. Te ha cambiado tanto…
Nora se sentó en el autobús muy tranquila: —¿Puedes dejarme hablar un rato con Xander?
Sabía que a Trueman le gustaba que fuera obediente, así que su tono era muy discreto. De hecho, esa actitud agradó al hombre. Sonrió: —Por supuesto.
Entonces, Nora escuchó una voz sollozante al otro lado.
—...
El silencio de Xander llenó el teléfono. Parecía no saber qué decir. El corazón de Nora se apretó ligeramente. Dijo despacio: —Xander...
Sus palabras hicieron que el niño se atragantara aún más mientras gritaba: —¡Mamá, lo siento!