El bar del primer piso bullía con las voces de la gente. Anthony era muy conocido en California; y bajo el poder de su convocatoria, sus amigos llevaron más amigos y llenaron el lugar.
Las luces de todo el lugar estaban bajas, y hombres y mujeres retorcían sus cuerpos con fervor en la pista de baile.
Angela, que llevaba un largo vestido rojo, estaba sentada en un rincón con una copa en la mano y las mejillas sonrosadas. A su lado, su grupo de amigas la alababa:
—El Hotel Finest es tan costoso, Angela. Anthony debe tener grandes planes en mente, ¿verdad? ¿Va a... proponerte matrimonio?
—¡Debe ser eso! Estoy segura. ¿No ha vuelto tu hermana? He oído que incluso rompieron en pedazos el certificado de compromiso. ¡Con eso, oficialmente no tienen nada que ver el uno con el otro!