Como era de esperar, Miguel se volvió hacia mí. Esta vez, su mirada no era fría, sino que estaba llena de aparente ira y confusión.
—No puedes matarlo. Me tambaleé levantándome del suelo y me transformé en mi forma humana. Quería usar mi forma humana con la que él estaba más familiarizado para convencerlo.
Sin embargo, la mirada de Miguel parecía volverse aún más enfadada. Me gritó:
—¿Todavía estás defendiendo a este bastardo aunque estés en ese estado? ¿Has olvidado lo que quería hacerte hace un momento?
Lo miré sorprendida. Miguel también se había transformado en su forma humana.
No esperaba verlo otra vez después de tanto tiempo. Era una escena tan desordenada y caótica.
El cabello de Miguel estaba mojado y pegado a su cara. Sus ojos profundos estaban oscuros y llenos de indiferencia e ira. Parecía haber un leve rastro de lesión.