Cuando Davi apoyó las manos en el respaldo del sofá, Sei se quedó sin palabras. Estaba completamente confundido respecto a lo que estaba pasando.
Además, vio los dulces labios rojos que todavía estaban mojados y brillantes por el agua que acababa de beber. Se sonrojó de inmediato por las repentinas ganas que tenía de besarla, esta vez eran más fuertes que antes, tanto, que le costaba pensar. En este punto, lo único que no se lo permitía era que pensaba que ella todavía estaba ebria y no estaba pensando normalmente.
—Esta noche, te voy a enseñar el beso francés así que... quiero que pongas atención. ¡Cien... por... ciento! ¡¿Entendido?! —le dijo con la misma firmeza que una profesora estricta. Sei la miró con los ojos abiertos, antes de darse cuenta de su reacción.
—E-estás ebria. Tengamos la lección otro día, cuando estés sob…
Davi posó el dedo en sus labios sin dejarlo continuar, y dijo, —Shh... un estudiante debe escuchar con obediencia a su profesora.