Capítulo 6: Pueblo Desolado

Al final, no sé qué está pasando… ¿Morí? ¿Por qué sigo vivo? Todo parece una pesadilla interminable, como si este mundo se empeñara en mantenerme en la oscuridad.

—Bueno, supongo que solo me queda seguir adelante y ver qué descubro —murmuro para mí mismo mientras continúo caminando por lo que parece un campo infinito.

Llevo caminando ya una o dos horas. Estoy agotado y la sed empieza a apretar. Este campo parece no tener fin. Finalmente, después de un rato más, logro llegar a lo que parece ser un pequeño pueblo, pero algo se siente terriblemente extraño. No hay ni una sola persona a la vista. ¿Se habrán ido todos? ¿Qué demonios pasó aquí?

—¡¿Qué rayos pasa en este lugar?! —grito en voz alta, con la esperanza de que alguien escuche.

—Hola, niño —una voz envejecida resuena a mis espaldas.

Me doy la vuelta rápidamente y veo a un anciano con una expresión amable.

—¿Estás perdido, muchacho? —pregunta con tono sereno.

—La verdad es que sí, y no recuerdo mucho… Solo sé que estoy muerto de hambre y sed —le respondo, sintiendo cómo el cansancio me golpea de repente.

Un agudo dolor de cabeza me atraviesa, y mis ojos comienzan a cerrarse lentamente. Todo se vuelve borroso hasta que pierdo la conciencia.

Despierto en una pequeña cabaña, tumbado en una cama vieja pero cómoda. A mi lado, hay una mesa con un plato de comida y un vaso de agua. El anciano está sentado cerca, observándome con una sonrisa.

—Come, necesitas recuperar fuerzas —dice el viejo mientras señala la comida.

Sin pensarlo, me lanzo sobre la comida, devorándola con desesperación. —¡Gracias… muchas gracias! —digo entre bocados.

—No, gracias a ti —responde el anciano, pero algo en su tono suena enigmático.

—¿Gracias… a mí? Pero si soy yo el que se está comiendo tu comida. Además, me has cuidado sin siquiera conocerme —digo, confuso.

Antes de que el anciano pueda responder, una voz desconocida interrumpe desde las sombras de la habitación.

—Es difícil de explicar, pero tu presencia aquí ha sido esperada desde hace mucho tiempo.

Un joven de unos 1.70 metros, con el cabello blanco y gafas oscuras, emerge de la oscuridad. Su apariencia destaca, dándole un aire de misterio.

—¿Quién eres tú? —pregunto con cautela.

—Mi nombre es Jhon —responde con voz tranquila, mientras avanza hacia nosotros—. Este pueblo ha sido atormentado por criaturas de la oscuridad. Se dice que absorben la vida de quienes atacan, drenando su energía… o magia, como prefieras llamarlo.

—¿Y qué tengo que ver yo en todo esto? —pregunto, cada vez más desconcertado.

—Por lo que puedo ver, rebosas de magia, y mucha. Tu sola presencia ha mantenido alejadas a esas bestias —explica Jhon mientras me observa de arriba a abajo—. No sé cómo es posible que tengas tanta energía, pero te aseguro que llamas mucho la atención. Si la Guardia te encuentra, podrías terminar siendo usado como un experimento.

—No me digas eso… —murmuro, sintiendo que un nuevo peso cae sobre mis hombros—. ¿Entonces ahora tendré que vivir escondiéndome y huyendo todo el tiempo?

—Por ahora, come y descansa. Mañana tendremos más de qué hablar —concluye Jhon, despidiéndose con una mirada que no revela mucho.

Finalmente, termino mi comida y me recuesto, dejando que el cansancio me arrastre al sueño, aunque el temor de lo que vendrá no me deja dormir en paz.