Altair caminaba hacia el sitio de la hoguera, un campo circular despejado que se asemejaba a un misterioso ojo abriéndose silenciosamente en el profundo bosque.
Para entonces, el campo estaba cubierto de ramas. Alrededor había antorchas encendidas que iluminaban el oscuro bosque, y la luz del fuego saltaba de rostro en rostro de cada hombre lobo. Una corriente ambigua surcaba el aire, envolviendo el corazón de cada hombre lobo.
Celine, la Diosa de la luz de la luna, enviaría una pareja perfecta en la vida de cada hombre lobo. Podría ser un momento inesperado o un encuentro fugaz, y el amor destinado por el destino ya había descendido. Con tan solo un encuentro de miradas y un roce de aliento, ya había una respuesta clara en el corazón del otro. A partir de entonces, estarían unidos y se convertirían en guardianes y amantes indispensables en la vida del otro.