De: Graff%peregrinacion@colmin.gov
A: PeterWiggin%privado@PuebloLibreTierra.pl.gov Sobre: Información
Adjunto los datos de las divisiones, incluidos los nombres de los comandantes. Pero el subterfugio es bastante sencillo: Rusia está jugándoselo todo a la conformidad de la Europa del este. Se supone que todos estarán aterrados ante una nueva Rusia agresiva. Éste es el movimiento que creían que iban a poder hacer cuando tenían a Aquiles con ellos y secuestraron a todo el grupo de Ender.
Lo que puedes decirles, con autoridad, es esto: Rusia ES agresiva de nuevo, ESTÁ dispuesta a demostrar que es otra vez una potencia mundial. Es peligrosa. Pero:
1. No tiene a Vlad. Tiene su plan, pero no sabe adaptarse a ningún cambio.
2. Nosotros tenemos el plan de Vlad, así que podemos prever cualquier movimiento que los rusos hagan mientras lo sigan, y los generales al mando van a seguirlo con devoción religiosa. No esperes flexibilidad alguna, ni siquiera cuando sepan que nosotros lo tenemos. Vlad conoce a los hombres al mando. En el Ejército ruso, hoy en día, todos los líderes con imaginación para improvisar no ascienden ni grado donde importan.
3. Se va a proporcionar a Han Tzu este plan, así que su ejército principal se enfrentará al desastre en Oriente.
4. Han desnudado sus defensas occidentales. Un ejército veloz, competentemente liderado, debería tomar San Petersburgo en un paseo y Moscú en una semana. Ésa es la opinión de Vlad. Bean ha revisado esta información y está de acuerdo. Sugiere que quites a Petra de Armenia y la pongas al mando de la campaña en Rusia.
* * *
Cuando Suriyawong recibió la noticia de Peter, estaba preparado. El primer ministro Paribatra y el ministro de Defensa Ambul habían mantenido en secreto su afiliación al PLT hasta entonces. Armado con permisos birmanos y chinos para
atravesar su territorio, el ejército tailandés iba a tener la oportunidad de enfrentarse a los indios que habían iniciado toda aquella insensatez con su invasión sin provocación de Birmania y Tailandia.
Las tropas fueron trasladadas en tren hasta territorio chino; camiones chinos con conductores chinos los llevaron el resto del camino hasta los puntos que Suriyawong había marcado en cuanto Peter lo sugirió como contingencia. En su momento, Peter había dicho: «Es una posibilidad remota, porque requiere una estupidez increíble por parte de algunas personas que no son estúpidas, pero estate preparado.»
Preparado para defender China. Eso era lo irónico.
Pero la China de Han Tzu no era la China que había abrazado el traicionero plan de Aquiles y aplastado a todo el mundo, llevándose por delante a todo el liderazgo tailandés y a los padres de Suriyawong. Por eso Suriyawong había podido persuadir a su alto mando, y éste a sus hombres, de que defender China no era más ni menos que una defensa de Tailandia.
—China ha cambiado —dijo Suriyawong a los oficiales—, pero la India no. Una vez más, violan la frontera de una nación que se cree en paz con ellos. Esta diosa a la que siguen, Virlomi, es sólo otra graduada de la Escuela de Batalla, como yo. Pero nosotros tenemos lo que ella no tiene. Nosotros tenemos el plan de Julian Delphiki. Y venceremos.
El plan de Bean, sin embargo, era bastante sencillo.
—La única manera de acabar con esto de una vez por todas es hacer que sea un desastre. Como las legiones de Varo en Teutoburgo. Ninguna acción de guerrilla. Ninguna posibilidad de retirada. Virlomi viva si es posible, pero si insiste en morir, adelante
Ése era el plan. Pero Suriyawong no necesitaba más. El país montañoso al suroeste de China y el norte de Birmania era territorio propicio para las emboscadas. Las mal entrenadas tropas de Virlomi avanzaban a pie (de manera ridículamente lenta) en tres columnas principales, siguiendo tres valles fluviales, por tres carreteras inadecuadas. Los planes de Suriyawong exigían emboscadas simples y clásicas en las tres rutas. Ocultó contingentes relativamente pequeños pero bien armados en la entrada de los valles, donde las tropas indias pasarían de largo y, al fondo del valle, contingentes mayores con transporte más que suficiente para recorrer de un lado a otro el valle siguiendo órdenes.
Entonces era cuestión de esperar dos cosas.
La primera llegó el segundo día de espera. La avanzadilla situada más al sur le notificó que la segunda columna india había entrado en el valle y se movía con rapidez. Aquello no era ninguna sorpresa: habían tenido un viaje mucho más fácil que los dos ejércitos del norte.
—No tienen cuidado al explorar su avanzada —dijo el general a cargo del contingente—. Soldados rasos, marchando a ciegas. Cuando los observaba, no paraba de pensar que se trataba de un intento de engañarnos. Pero no... seguían pasando, con grandes huecos en la hilera, rezagados y sólo unos pocos regimientos destacaron exploradores. Ninguno de ellos fue capaz de encontrarnos. No han puesto un solo observador en los riscos. Son perezosos.
Cuando más tarde, ese mismo día, los otros dos contingentes ocultos informaron de modo similar, Suriyawong transmitió la información a Ambul. Mientras esperaba nuevos acontecimientos, hizo que sus oteadores buscaran algún signo de que Virlomi en persona viajaba con alguno de los tres ejércitos.
No había ningún misterio. Virlomi viajaba con el ejército indio del norte, en un jeep descubierto, y los soldados la vitoreaban cuando pasaba, moviéndose arriba y abajo de la línea... refrenando el avance de su propio ejército, ya que tenían que apartarse de la carretera para dejarle paso.
Suriyawong oyó esto con tristeza. Ella había llegado a ser muy brillante. Su plan de cómo acabar con la ocupación china había sido certero. Contener a los chinos para impedir que regresaran a la India o recibieran suministros cuando los persas y paquistaníes invadieron había sido una maniobra digna de las Termópilas. La diferencia era que Virlomi había sido más cuidadosa que los espartanos: ya había cubierto todas las retaguardias. Nada escapaba de sus guerrilleros indios.
Era hermosa y sabia y misteriosa. Suriyawong la había rescatado una vez, y cooperado en el pequeño drama que hizo posible el rescate... y aprovechado su reputación de diosa.
Pero en aquellos días, ella sabía que estaba sólo actuando.
¿O no? Tal vez habían sido sus ínfulas de diosa lo que la había llevado a rechazar los intentos de amistad y más que amistad de Suriyawong. El golpe había sido doloroso, pero él no estaba enfadado con ella. Tenía un aura de grandeza que no había visto en ningún otro comandante, ni siquiera en Bean.
Los despliegues de tropas que ella estaba llevando a cabo no eran los que habría esperado de la mujer que había tenido tanto cuidado con las vidas de sus hombres en todas sus acciones previas. Ni de la mujer que había llorado junto a los cadáveres de las víctimas de las atrocidades musulmanas. ¿No veía que estaba llevando a sus soldados al desastre? Aunque no hubiera ninguna emboscada en esas montañas (y era absolutamente predecible que las hubiera), un ejército tan mal pertrechado podría ser destruido a placer por un enemigo entrenado y decidido.
Como escribió Eurípides, a quien los dioses quieren destruir primero lo vuelven loco.
Ambul, sabiendo lo que Suriyawong sentía por Virlomi, se había ofrecido a dejarlo mandar sólo la parte del ejército que no se enfrentaría a ella directamente. Pero Suri se negó.
—Recuerda lo que dijo Bean que enseñó Ender: «Conocer al enemigo suficientemente bien para derrotarlo requiere que lo conozcas tan bien que no puedas sino amarlo.»
Bueno, Suriyawong ya amaba a su enemiga. Y la conocía. Tan bien que incluso creía entender su locura.
No era vanidosa. Nunca había pensado que fuera a sobrevivir. Pero todos sus planes tenían éxito. Era imposible que ella lo atribuyera a su propia habilidad. Así que pensaba que contaba con algo parecido al favor divino.
Pero tiene éxito a causa de sus habilidades y su entrenamiento, y ahora no los está empleando, y su ejército va a pagar por ello.
Suriyawong había dejado espacio de sobra para que los indios se movieran por los valles antes de que llegaran a la emboscada. No viajaban al mismo ritmo, así que tuvo que asegurarse de que las tres emboscadas se iniciaran al mismo tiempo. Tuvo que asegurarse de que los tres ejércitos estuvieran completamente dentro de la trampa. Las instrucciones para sus hombres eran claras: aceptad la rendición de cualquier soldado que arroje las armas y levante las manos. Matad a todo aquel que no lo haga. Pero no dejéis que ninguno salga del valle. Todos muertos o capturados.
Y Virlomi viva, si nos deja.
Por favor, déjanos, Virlomi. Por favor, déjanos traerte de vuelta a la realidad. De vuelta a la vida.
* * *
Han Tzu se hallaba con sus tropas. Era absurda la idea de un emperador invisible. Los soldados del ejército chino lo habían elegido y apoyaban su autoridad. Era suyo y ellos lo veían a menudo, compartiendo sus privaciones, escuchándolos, dándoles explicaciones.
Era lo que había aprendido de Ender. Si das órdenes y no explicas nada, puedes conseguir obediencia, pero no creatividad. Si les cuentas lo que pretendes, entonces si se demuestra que tu plan original es malo ellos encontrarán otro modo de conseguir tu objetivo. Dar explicaciones a tus hombres no mengua el respeto que sienten por ti, sino que demuestra tu respeto por ellos.
Así que Han Tzu daba explicaciones, charlaba, colaboraba y ayudaba, compartía la comida con los soldados rasos, se reía con sus chistes, escuchaba sus quejas. Un soldado se había quejado de que nadie podía dormir en un suelo como ése. Han Tzu inmediatamente se quedó con la tienda del hombre y durmió en ella, tal como estaba, mientras el hombre se quedaba en la tienda de Han Tzu. Por la mañana, el hombre juró que la cama de Han Tzu era la peor del ejército, y Han Tzu le dio las gracias por
su primer buen día de sueño en semanas. La historia corría de boca en boca por todo el ejército antes del anochecer.
El ejército de Han Tzu no lo amaba más de lo que el ejército de Virlomi la amaba a ella. Y sin ningún atisbo de adoración. La diferencia esencial era que Han Tzu había trabajado para entrenar a su ejército, se había asegurado de que estuviera lo mejor equipado posible, y sus hombres .conocían las historias de la última guerra, cuando Han Tzu había advertido constantemente a sus superiores de todos sus errores antes de que los cometieran. Todos creían que de haber sido Han Tzu emperador desde el principio no habrían perdido las tierras conquistadas.
Lo que no comprendían era que si Han Tzu hubiera sido su emperador, no habría habido ninguna conquista que perder. Porque Aquiles habría sido arrestado en el momento de su entrada en China y entregado a la F.I., bajo cuya autoridad habría sido confinado en un hospital mental. No habría habido ninguna invasión de la India y el Sureste Asiático, sólo una acción de contención para bloquear la invasión india de Birmania y Tailandia.
Un verdadero guerrero odia la guerra, Han Tzu lo comprendía bien. Había visto lo devastado que estaba Ender cuando se enteró de que el último juego, el examen final, había sido la guerra real, y que su victoria había provocado la destrucción completa de su enemigo.
Así que sus hombres confiaban en él mientras Han Tzu seguía retirándose, más y más, hacia China, moviéndose de una posición fuerte a otra pero sin permitir que su ejército se enfrentara a los invasores rusos.
Oyó lo que decían los hombres, las preguntas que hacían. Sus respuestas eran bastante sinceras: «Cuanto más lejos lleguen, más largas serán sus vías de suministro.» «Queremos que estén tan dentro de China que no puedan volver a casa.» «Nuestro ejército crece cuanto más nos replegamos en China, y el de ellos se encoge, ya que tienen que ir dejando hombres atrás para proteger su ruta.»
Y cuando le preguntaron por los rumores de un enorme ejército indio que invadía el sur, Han Tzu se limitó a sonreír y dijo: «¿La loca? El único indio que conquistó China fue Gautama Buda, y lo hizo con enseñanzas, no con artillería.»
Lo que no podía decirles era lo que estaban esperando. A Peter Wiggin.
* * *
Peter Wiggin se encontraba ante los micrófonos, en Helsinki. Junto a él se hallaban los jefes de Gobierno de Finlandia, Estonia y Letonia.
Había ayudantes con teléfonos móviles seguros conectados con diplomáticos de Bangkok, Yerevan, Beijing y muchas capitales de la Europa del este.
Peter sonrió a los periodistas congregados.
—A petición de los Gobiernos de Armenia y China, ambos víctimas de agresiones simultáneas y sin previa provocación por parte de Rusia, la India y la Liga Musulmana del califa Alai, el Pueblo Libre de la Tierra ha decidido intervenir.
»Se nos unen en este esfuerzo muchos nuevos aliados, muchos de los cuales han accedido a celebrar plebiscitos para decidir si ratifican o no la Constitución del PLT.
»El emperador Han Tzu de China nos asegura que sus ejércitos son capaces de combatir a las fuerzas combinadas rusas y turcas que ahora operan dentro de la frontera norte de China.
»Al sur, Birmania y China han abierto sus fronteras al paso de un ejército dirigido por nuestro viejo amigo el general Suriyawong. Ahora mismo, en Bangkok, el primer ministro Paribatra celebra una conferencia de prensa para anunciar que Tailandia celebrará un plebiscito de ratificación, y en este momento el Ejército tailandés se considera bajo el mando provisional del PLT.
»En Armenia, donde no es posible celebrar ahora mismo una conferencia de prensa dadas las exigencias de la guerra, una nación atacada ha pedido ayuda y liderazgo al PLT. He colocado las tropas armenias bajo el mando directo de Julian Delphiki, y ahora resisten la agresión injustificada de turcos y rusos y han llevado la guerra a territorio musulmán, a Tabriz y Teherán.
»Y aquí en el este de Europa, donde Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Chequia y Bulgaria se han unido ya al PLT, se nos unen nuestros nuevos aliados Polonia, Rumania, Hungría, Serbia, Austria, Grecia y Bielorrusia. Todos han repudiado el Pacto de Varsovia, que nunca los obligó a participar en una guerra ofensiva, en cualquier caso.
»Bajo el mando de Petra Delphiki, los ejércitos aliados combinados están haciendo ya rápidos progresos para capturar objetivos clave dentro de Rusia. Hasta el momento han encontrado poca resistencia, pero están preparados para repudiar cualquier fuerza que los rusos quieran lanzar contra ellos.
»Pedimos a los agresores (Rusia, la India y la Liga Musulmana) que depongan las armas y acepten un alto el fuego inmediato. Si esta oferta no es aceptada dentro de las próximas doce horas, entonces sólo se aceptará un alto el fuego según nuestros términos y en el momento de nuestra elección, Los enemigos de la paz pueden esperar perder todas las fuerzas que han comprometido en esta guerra inmoral.
»Ahora me gustaría ponerles un vídeo que fue grabado hace poco en un lugar seguro. Por si no lo reconocen, ya que los rusos lo han mantenido apartado durante muchos años, quien habla es Vladimir Denisovitch Porotchkot, ciudadano de Bielorrusia que hasta hace varios días fue mantenido contra su voluntad al servicio de una potencia extranjera, Rusia. También puede que lo recuerden ustedes como uno de los miembros del equipo de jóvenes guerreros que derrotaron al enemigo que amenazó la existencia de la especie humana.
Peter se apartó del micrófono. La habitación se oscureció; la pantalla cobró vida.
Allí apareció Vlad, en lo que parecía un despacho corriente en una habitación corriente de la Tierra. Sólo Peter sabía que la grabación había sido hecha en el espacio: en la antigua estación espacial de la Escuela de Batalla, de hecho, que en aquellos días era el Ministerio de Colonización.
«Pido disculpas a los pueblos de Armenia y China, cuyas fronteras fueron violadas y cuyos ciudadanos fueron asesinados por rusos que usaban planes ideados por mí. Supuse que los planes eran sólo de contingencia, en respuesta a una agresión. No sabía que serían utilizados, y sin la menor provocación. En cuanto comprendí que así era como iba a ser utilizado mi trabajo, escapé de la custodia rusa y ahora me encuentro en sitio seguro, donde por fin puedo decir la verdad.
»Llegó a mi conocimiento justo antes de que dejara mi cautiverio en Moscú que los líderes de Rusia, la India y la Liga Musulmana se han dividido el mundo entre ellos. Para la India serán todo el Sureste Asiático y la mayor parte de China. Para Rusia serán parte de China y todo el este y el norte de Europa. Para la Liga Musulmana serán toda África y los países de Europa occidental con grandes poblaciones musulmanas.
»Rechazo este plan. Rechazo esta guerra. Rechazo dejar que mi trabajo sea usado para esclavizar a gente inocente que no ha hecho ningún daño ni merece vivir bajo la tiranía.
»Por tanto he proporcionado al Pueblo Libre de la Tierra conocimiento completo de todos los planes que tracé para uso ruso. No hay ningún movimiento que estén haciendo ahora que no sea completamente anticipado por las fuerzas que actúan en concierto con el PLT.
»E insto al pueblo de Bielorrusia, mi autentica patria, a votar para unirse al Pueblo Libre de la Tierra. ¿Quién más se ha mantenido implacable contra la agresión y a favor de la libertad y el respeto a todas las naciones y todos los ciudadanos?
»En cuanto a mí... mis talentos y mi formación están enteramente orientados hacia la guerra. No pondré mis habilidades al servicio de ninguna nación. Dediqué mi infancia a combatir un ejército alienígena que intentaba destruir la especie humana. No combatí a los insectores para que millones de humanos pudieran ser masacrados y cientos de millones conquistados y esclavizados.
»Me declaro en huelga. Insto a todos los otros graduados de la Escuela de Batalla, excepto a aquellos que sirven al PLT, a que se unan a mí en esta huelga. No planeéis la guerra, no libréis la guerra excepto para ayudar al Hegemón Peter Wiggin a destruir los ejércitos de los agresores.
»Y a los soldados les digo: no obedezcáis a vuestros oficiales. Rendíos a la primera oportunidad. Vuestra obediencia hace posible la guerra. ¡Aceptad la responsabilidad por vuestras propias acciones y uníos a mí en mi huelga! Si os rendís a las fuerzas del
PLT, ellos harán todo lo posible por respetaros la vida y, a la primera oportunidad, devolveros con vuestras familias.
»Una vez más, pido perdón a aquellos que perdieron la vida por los planes que tracé. Nunca más.»
El vídeo terminó.
Peter volvió al micrófono.
—El Pueblo Libre de la Tierra y nuestros aliados están ahora en guerra con los agresores. Ya les hemos dicho todo lo que podemos decir sin comprometer ninguna operación militar en curso. No habrá ninguna pregunta.
Se apartó del micrófono.
* * *
Bean se encontraba en medio de las pequeñas camas con ruedas que albergaban a sus cinco hijos normales. A los que no volvería a ver cuando se marchara, ese mismo día.
Mazer Rackham le colocó una mano en el hombro.
—Hora de irse, Julian.
—Cinco dijo Bean—. ¿Cómo se las apañará Petra?
Tendrá ayuda. La verdadera pregunta es cómo te las apañarás tú en la nave mensajera. Te superan tres a uno.
—Como puedo atestiguar, los niños con mi defecto genético se vuelven autosuficientes a muy temprana edad —dijo Bean.
Tocó la cama del bebé llamado Andrew. El mismo nombre que el mayor de los hermanos. Pero ese Andrew era un niño normal. No era pequeño para su edad.
Y la segunda Bella. Llevaría una vida normal. Como lo harían Ramón y Julian y Petra.
—Si estos cinco son normales —le dijo a Rackham—, entonces el noveno niño... probablemente sea defectuoso.
—Si las probabilidades de que la tendencia se transmita son del cincuenta por ciento, y sabemos que cinco de los nueve no la tienen, entonces es razonable que el que falta tenga una probabilidad mayor de tenerla. Aunque como te diría cualquier experto, la probabilidad para cada niño era del cincuenta por ciento, y la distribución del síndrome entre los otros niños no tendrá ninguna repercusión en el resultado del noveno.
—Tal vez sea mejor que Petra no encuentre nunca... al noveno.
—Creo que no hay ningún noveno bebé, Bean. No todas las implantaciones funcionan. Bien puede haber habido un aborto. Eso explicaría bien la inexistencia de registros que pudiera localizar el software.
—No sé si sentirme consolado o escandalizado de que creas que la muerte de uno de mis hijos me resulta reconfortante.
Rackham hizo una mueca.
—Sabes lo que quiero decir.
Bean se sacó un sobre del bolsillo y lo colocó bajo Ramón.
—Diles a las enfermeras que dejen el sobre aquí, aunque se haga pis y lo moje todo.
—Por supuesto —contestó Rackham—. Por cierto, Bean, tu pensión será también invertida, como la de Ender, y la gestionará el mismo software.
—No. Dásela toda a Petra. La necesitará, con cinco bebés que criar. Tal vez seis algún día.
—¿Y qué pasará cuando vuelvas a casa, cuando encuentren la cura? Bean lo miró como si estuviera loco.
—¿De verdad crees que eso sucederá?
—Si tú no lo crees, ¿por que te vas?
—Porque podría pasar —respondió Bean—. Y si nos quedamos aquí, es seguro que a los cuatro nos espera una muerte pronta. Si se encuentra la cura y si volvemos a casa, entonces podremos hablar de una pensión. Te diré una cosa. Cuando Petra muera, cuando esos cinco envejezcan y mueran, empieza a pagar mi pensión a una fundación controlada por ese software inversor.
—Volverás antes.
—No —dijo Bean—. No, es que... no. Una vez que hayamos pasado diez años fuera (y no hay ninguna esperanza de que se encuentre una cura antes), entonces, aunque encontréis una cura, no nos llaméis hasta que... bueno, hasta que Petra haya muerto antes de que volvamos. ¿Comprendes? Porque si vuelve a casarse (y quiero que lo haga) no quiero que tenga que verme. Verme tal como estoy ahora, el chico con el que se casó, el chico gigante. Ya es bastante cruel lo que estamos haciendo ahora. No voy a causarle un último tormento antes de que muera.
—¿Por qué no dejarla decidir a ella?
—No es elección suya —dijo Bean—. Una vez que nos marchemos, estaremos muertos. Nos habremos ido para siempre. Ella nunca podrá recuperar la vida que se habrá perdido. Pero no me preocupa, Mazer. No hay ninguna cura.
—¿Lo sabes con seguridad?
—Conozco a Volescu. No quiere encontrar ninguna cura. No cree que sea una enfermedad. Cree que es la esperanza de la humanidad. Y a excepción de Antón, nadie sabe lo suficiente para continuar la investigación. Fue un campo de estudio ilegal durante demasiado tiempo. Sigue manchado. Los métodos que empleó Volescu, todo el proceso relacionado con la Clave de Antón... nadie va a volver a usar esa clave, y por tanto no vais a tener ningún científico que sepa qué hacer en ese campo. El proyecto tendrá cada vez menos importancia para vuestros sucesores. Algún día, dentro de no mucho, alguien mirará los presupuestos y dirá: «¿Estamos pagando qué?» Y el proyecto morirá.
—Eso no sucederá —dijo Mazer—. La Flota no olvida a los suyos. Bean se echó a reír.
—No lo comprendes, ¿verdad? Peter va a tener éxito. El mundo se unirá. La guerra internacional se acabará. Y con ello, el sentimiento de lealtad entre los militares se acabará también. Sólo habrá... naves coloniales y naves de comercio e institutos de investigación científica a los que escandalizará la idea de malgastar dinero haciendo un favor personal a un soldado que vivió cien años antes. O doscientos. O trescientos.
—Los fondos no serán comprometidos —dijo Rackham—. Usamos el mismo software inversor. Es realmente bueno, Bean. Va a ser uno de los proyectos mejor financiados, en unos pocos años.
Bean se rió.
—Mazer, no comprendes hasta dónde es capaz de llegar la gente para poner las manos encima de un dinero que piensa que se está malgastando en investigación pura. Ya verás. Pero no, lo retiro. No lo verás. Sucederá después de que mueras. Yo lo veré. Y brindaré por ti, entre mis hijos pequeños, y diré, va por ti, Mazer Rackham, viejo optimista. Creías que los humanos eran mejores de lo que son, y por eso te tomaste la molestia de salvar a la especie humana un par de veces.
Mazer pasó un brazo por la cintura de Bean y se agarró con fuerza durante un momento.
—Dales a los bebés un beso de despedida.
—No lo haré —dijo Bean—. ¿Crees que quiero que tengan pesadillas de un gigante inclinándose sobre ellos y tratando de comérselos?
—¡Comérselos!
—A los bebés les da miedo que se los coman —dijo Bean—. Hay un claro motivo evolutivo para ello: en nuestra tierra natal ancestral de África a las hienas les encantaba llevarse un bebé humano y comérselo. Supongo que nunca has leído literatura didáctica para niños.
—Más parece cosa de los cuentos de hadas de los hermanos Grimm.
Bean pasó de cama en cama, acariciando a cada niño. Tal vez se quedó un poco más con Ramón, ya que había pasado mucho más tiempo con él, en comparación con los pocos minutos que había estado con los otros.
Luego salió de la habitación y siguió a Rackham a la furgoneta sin ventanillas que le esperaba.
* * *
Suriyawong oyó el informe y la orden: «La conferencia de prensa se ha celebrado; se ha anunciado la participación tailandesa en el PLT; ahora comienzan las operaciones activas contra el enemigo.»
Suri calculó la partida de los seis contingentes para que llegaran simultáneamente, más o menos. También ordenó a los helicópteros de combate chinos que se colocaran en posición, dispuestos a unirse a la batalla en cuanto se consiguiera la sorpresa.
Uno de ellos lo llevaría a él a donde estaba Virlomi.
Si hay dioses cuidando de ella, pensó Suriyawong, entonces dejadla vivir. Aunque cien mil soldados mueran por su orgullo, por favor, dejadla vivir. El bien que hizo, la grandeza que hubo en ella, debería contar para algo. Los errores de los generales pueden matar a muchos miles, pero siguen siendo errores. Ella pretende la victoria, no la destrucción. Debería ser castigada sólo por su intento, no por el resultado.
No podía decirse que su intento fuera bueno.
Pero vosotros... ¡dioses de la guerra! ¡Shiva destructora! ¿Qué fue jamás Virlomi sino tu servidora? ¿Dejarás que tu servidora sea destruida sólo porque era muy buena en su trabajo?
* * *
San Petersburgo había caído más rápidamente de lo que esperaba nadie. La resistencia ni siquiera había podido considerarse «simbólica». Incluso la policía había huido, y los finlandeses y estonios acabaron trabajando para mantener el orden público en vez de combatir a un enemigo concreto.
Pero todo era cuestión de informes para Petra, que improvisaba su camino a través de Rusia. Sin una gran fuerza aérea, no había forma de aerotransportar a su ejército de brasileños y ruandeses hasta Moscú. Así que los llevaba en trenes de pasajeros, vigilando con atención incluso lo que parecía ser un avión de recreo para estar enterada en cuanto hubiera algún tipo de problemas. El armamento más pesado lo llevaban por autopistas grandes camiones polacos y alemanes, como los que surcaban las autovías de Europa constantemente, deteniéndose sólo para comer y orinar y visitar putas de carretera. Llevaban la guerra que los rusos habían iniciado hasta las puertas de Moscú.
Si el enemigo estaba decidido, podría localizar el avance del ejército de Petra. Después de todo, no se ocultaba lo que transportaban los trenes, ya que dejaban atrás
las estaciones sin detenerse y exigían que despejaran las vías que tenían delante «¡o los reduciremos a cenizas a ustedes y su estación y su estúpida aldea de rusos asesinos de niños!». Todo bravatas: un simple poste telefónico derribado en las vías aquí y allá los habría detenido considerablemente. Y no iban a empezar a matar civiles.
Pero los rusos no lo sabían. Peter le había dicho que Vlad estaba seguro de que los comandantes que quedaban en Moscú se dejarían llevar por el pánico.
—Son corredores, no luchadores. Eso no significa que no vaya a luchar nadie... pero serán lugareños dispersos. Cuando encontréis resistencia, sorteadla. Si el ejército ruso en China es detenido y los vídeos internacionales muestran Moscú y San Petersburgo en vuestras manos, o bien el Gobierno buscará la paz o el pueblo se rebelará. O ambas cosas.
Bueno, había funcionado con los alemanes en Francia, en 1940. ¿Por qué no allí?
La pérdida de Vlad tuvo un efecto devastador sobre la moral rusa. Sobre todo porque los rusos sabían que el mismísimo Julian Delphiki había planeado el contraataque y Petra Arkanian lideraba el ejército que estaba «barriendo Rusia».
Más bien «resollaba por Rusia». Al menos no era invierno.
* * *
Han Tzu dio las órdenes, y sus tropas en retirada se dirigieron a sus posiciones. Había calculado con exactitud sus movimientos, para atraer a los rusos al punto exacto al que necesitaba que llegaran en el momento exacto en que los quería allí.
La información del satélite que le envió Peter Wiggin le aseguraba que los turcos se habían replegado hacia el oeste, dirigiéndose a Armenia. ¡Como si pudieran llegar allí a tiempo para que sirviera de algo! Al parecer el califa Alai no había resuelto el eterno problema de los ejércitos musulmanes. A menos que estuvieran bajo un férreo control, se distraían fácilmente. Se suponía que Alai era ese control. Aquello hacía que Han Tzu se preguntara si Alai seguía al mando.
No importaba. El objetivo de Han Tzu era el enorme y cansado y debilitado ejército ruso que seguía rígidamente el plan de Vlad a pesar de que sus movimientos en pinza habían encontrado un Beijing vacío, sin fuerzas chinas que aplastar ni Gobierno chino del que apoderarse. Y a pesar de los informes desesperados que debían estar llegando desde Moscú mientras oían los rumores sobre el avance de Petra sin saber dónde estaba.
El comandante ruso al que se enfrentaba no se equivocaba al insistir en su campaña. El avance de Petra hacia Moscú era una operación cosmética, como Petra sin duda sabía: diseñado para causar pánico, pero sin fuerza suficiente para mantener ningún objetivo demasiado tiempo.
Al sur, también, el ejército de Suri haría un trabajo importante, pero el ejército de la India no era una amenaza seria; Bean, en Armenia, había hecho retroceder a los ejércitos turcos, pero éstos podían volver con facilidad.
Todo se reducía a esa batalla.
Por lo que a Han Tzu concernía, habría sido mejor que no hubiera batalla ninguna.
Estaban en los trigales, cerca de Jinan. El plan de Vlad daba por supuesto que los chinos se apoderarían del terreno elevado al sur del Hwang Ho y disputarían el cruce del río. Por tanto, los rusos estaban preparados con puentes portátiles y balsas para cruzar la corriente por sitios insospechados y luego rodear el supuesto reducto chino.
Y, tal como Vlad había predicho, las fuerzas de Han Tzu estaban en efecto congregadas en terreno elevado y disparaban a las tropas rusas que se aproximaban con reconfortante falta de efectividad. El comandante ruso tenía que sentirse confiado. Sobre todo cuando encontró los puentes sobre el Hwang Ho ineptamente
«destruidos», así que las reparaciones fueron rápidas.
Han Tzu no podía permitirse una verdadera batalla, enfrentando cañón con cañón, tanque con tanque. Se había perdido demasiado material en las guerras anteriores y, aunque sus soldados eran veteranos encallecidos y el ejército ruso no había combatido desde hacía años, la incapacidad de Han de devolver a su ejército todo su poderío militar en el poco tiempo que llevaba como emperador sería inevitablemente decisivo. Han no iba a usar oleadas humanas para superar en número a los rusos. No podía permitirse desperdiciar aquel ejército. Tenía que mantenerlo intacto para enfrentarse a los ejércitos musulmanes, mucho más peligrosos, por si actuaban y se unían a la guerra.
Los zánganos rusos eran un buen enemigo para los chinos: ambos comandantes tendrían una imagen adecuada del campo de batalla. Era terreno de cultivo, perfecto para los tanques rusos. Nada de lo que Han Tzu hiciera podría sorprender a su enemigo. El plan de Vlad iba a funcionar. El comandante ruso tenía que estar seguro de ello.
Las fuerzas que habían permanecido ocultas tras el avance ruso informaron ahora de que los últimos rusos habían pasado los puestos de control sin darse cuenta de lo que significaban las pequeñas señales rojas en vallas, matorrales, árboles y postes.
Durante los siguientes cuarenta minutos, el ejército de Han Tzu sólo tuvo un objetivo: confinar al ejército ruso entre aquellas banderitas rojas y los terrenos elevados del otro lado del Hwang, mientras ningún soldado chino permanecía en esa zona.
¿No se daban cuenta los rusos de que todos los civiles habían sido evacuados, de que no se veía un sólo vehículo civil, de que las casas estaban vacías de pertenencias?
Hyrum Graff había impartido una vez una clase en la que dijo que Dios les enseñaría a destruir a su enemigo usando las fuerzas de la naturaleza. Su principal ejemplo fue la manera en que Dios usó una riada en el mar Rojo para destruir los carros del faraón.
Las banderitas rojas eran una marca de agua.
Han Tzu dio la orden para que volaran la presa. La muralla de agua tardaría cuarenta minutos en alcanzar al ejército ruso y destruirlo.
* * *
Los soldados armenios habían conseguido todos sus objetivos. Habían obligado al asustado Gobierno iraní a exigir la retirada de sus tropas de la India. Pronto llegaría una fuerza abrumadora y todo se habría perdido.
Pensaban, cuando los helicópteros negros llegaron volando bajo sobre la ciudad, que su tiempo se había cumplido.
Pero los soldados que salieron de los helicópteros eran tailandeses con uniforme del PLT. La fuerza de choque original entrenada por Bean y que el propio Bean o Suriyawong habían dirigido en tantas incursiones.
Luego Bean en persona salió del helicóptero.
—Lamento llegar tarde —dijo.
En cuestión de minutos, las tropas del PLT aseguraron el perímetro y los soldados armenios embarcaron en los helicópteros.
—Vais a volver a casa por el camino más largo —dijo uno de los tailandeses, riendo.
Bean hizo saber a todo el mundo que iba a bajar a la colina para ver cómo iban las cosas con la defensa. Los armenios vieron cómo se agachaba para pasar por la puerta de un edificio medio bombardeado. Unos momentos después, el edificio estalló. No quedó nada en pie. Ninguna pared, ninguna chimenea. Ni Bean.
El helicóptero despegó entonces. Los armenios estaban tan felices por haber sido rescatados que les resultaba difícil recordar la terrible noticia que iban a tener que darle a Petra Arkanian. Su marido había muerto. Lo habían visto. Era imposible que nadie hubiera sobrevivido en aquel edificio.