En sus ojos, vio a su amada nieta tan cerca de William que parecía que se estaban abrazando o coqueteando.
Fue en el momento en que William le pidió a Sara que revisara los puntos negros. Sin darse cuenta, se acercaron tanto el uno al otro que incluso engañaron a los ojos del director.
Se congeló ante la escena que vio, sin escuchar ni una sola palabra de lo que los dos decían. Cuando salió de su aturdimiento momentáneo, vio a su querida Sara retroceder con la cara enrojecida.
Un pensamiento salvaje cruzó por su mente, uno que destrozó cualquier sentido de lógica dentro de él y lo forzó a teletransportarse instantáneamente a la habitación.
—¡Cállate! —el director se volvió hacia Sara con una cara llena de furia—. ¡Contigo trataré más tarde! En cuanto a ti… ¡Bien! ¡Muy bien! Te confié y dejé vivir al lado mío, ¡para terminar siendo el lobo que acecha a mi querida niña! ¡Muy bien!