Las estatuas parecían no estar del todo seguras acerca del lugar de la estatua de zorro. Y eso parecía ser una buena mentira.
Pero no era una mentira perfecta. Estos Transformadores no podrían venir aquí, pero podrían enviar a sus perros ladrando y pidiendo revisar todo el lugar.
Si William los detenía y se negaba a dejarlos entrar, entonces se colocaría un gran signo de interrogación sobre él. Y si los dejaba entrar, encontrarían esa estatua de una manera u otra.
—Tengo que pensar en una forma de ocultarla... —William entró en su lugar mientras permitía que Tomás llevara la comida adentro—. Pero primero tengo que ver dónde está esa estatua, y cuán grande es exactamente.
—Maestro, ¿vamos a empezar a trabajar o a descansar? —Tomás ahora estaba más curioso y confundido acerca de lo que estaba en la mente de su maestro.