—Blake, ¿ya terminó? —preguntó Tina mientras entraba lentamente al cuarto con Lillia. Pero cuando vio a las chicas desnudas al costado, todas encadenadas y temblando de miedo bajo una barrera azul, finalmente comprendió la verdadera crueldad del hombre.
—Sí. Las chicas quedan en tus manos —Blake se volteó y echó un vistazo a las chicas. Algunas ni siquiera eran mayores de edad, y eso lo enfermaba. Estos hombres las esclavizaron y las ataron como si fueran objetos de diversión. Como hombre, sentía vergüenza de que su propio género pudiera actuar tan cruelmente.
La ira brotaba dentro de él mientras sacaba su espada y se acercaba a los cuerpos de los tres jefes. Les cortó el pene a cada uno de ellos. Los picó y luego se los metió en la boca antes de cortarles la cabeza de su cuerpo. Solo cuando hubo terminado sintió que parte de su enojo disminuía.