La mañana siguiente Blake y su gente hicieron un nuevo campamento a unas diez millas de distancia del enclave elfo. No se atrevieron a acercarse demasiado y alertar a los elfos de que tantos orcos estaban cerca. —Tina, tú estás a cargo, Noa y yo iremos a echar un vistazo.
Una vez más, Blake llevó a Noa con él. Esta vez esperaba que la presencia de Noa hiciera que los elfos dijeran fácilmente que sí a su petición. No sabía exactamente cómo reaccionarían. —Solo esperemos que todo salga suavemente.
Noa asintió con la cabeza mientras los dos seguían adelante. Después de unos minutos, llegaron a una barrera que impedía ver hacia adentro. Ante esto Noa arrugó la nariz mientras agarraba la mano de Blake y presionaba sobre la barrera con su mano. Era como si la barrera se convirtiera en líquido al pasar ambos a través de ella, sólo para detenerse en seco al oír sonidos de jadeos pesados. —AH~!
—Esto… —Blake se rascó la cabeza y miró a Noa.