Mientras Roy se acercaba a las ruinas de Celestia, se maravilló ante el intrincado monumento en forma de pétalo que se alzaba ante él.
La desmoronada estructura de piedra era el último vestigio de una civilización otrora grandiosa que había sido destruida hace siglos.
A pesar de la edad y el desgaste del monumento, aún retenía una belleza inquietante, con sus elaborados tallados y glifos desvanecidos grabados en su superficie.
Sin embargo, cualquier sentido de asombro se extinguió rápidamente cuando llegó a su centro y su mirada se posó en el Liche defendiéndose ante el monumento.
Su mirada escalofriante cayó sobre él de forma amenazante, y Roy sostuvo su mirada con igual ferocidad.
—No deberías haber venido aquí —advirtió el Liche, sin quitarle los ojos de encima a Roy—. Este es suelo sagrado, y no permitiré que lo profanes.
Roy se mantuvo firme, sus ojos clavados en los del Liche.