Eyra
"E.G"
—¿Que había pasado? —pregunta mi hermana, sin salir de casa.
—¿En donde están tus cosas? —pregunta madre esta vez—. Estás muy lastimada. Exijo una explicación ahora mismo, Eyra.
Las miro a ambas y me seco las lágrimas, vuelvo a sonreír y, antes de siquiera poder hablar, caigo sobre mis pies.
Escucho a lo lejos los gritos de mi madre y hermana, como si estuvieran aterradas, hasta que pierdo la consciencia.
En cuanto despierto, recuerdo que estábamos en una situación que dependía si me disparaban o me dejaban con vida.
Me siento en la cama, mirando a todo mi alrededor y me tranquilizo al darme cuenta de que estoy en mi cama. No me dispararon.
Me encojo del dolor al sentir mis manos, aún están adoloridas por lo sucedido y no se diga sobre mis piernas, si me levanto ahora mismo podrían acalambrarse.
Me recuesto nuevamente y veo el cielo a través de las tablas clavadas en mis ventanas, es de noche. ¿Cuanto habré dormido?
¿Como se encontrará Fred con su esposa?
Quién iba a decir que un hobby que deje de practicar hace unos años atrás servirían para una ocasión como ésta. Levanto mis manos y considero seriamente en comenzar a entrenarlas, hoy me fueron inútiles.
—Me encantaría ver un video ahora mismo —susurro para mí.
Desde que todo esto sucedió, los gül, las matanzas y todo lo demás, la conexión se acortó a tan solo 2 cosas; La televisión y la radio. Nadie ha podido mandar un mensaje por una aplicación o acceder al Wifi por todo un un año.
Según las noticias, esto se debe ya que los trabajadores de ciertos sitios se han infectado e invadido el lugar. Haciendo imposible una comunicación pública al menos.
Levanto mis piernas de la cama y comienzo a moverlas, me pude dar cuenta de que realmente me sirven así que no perderé más potencial.
La supervivencia es lo primordial, la seguridad de madre y la de mi hermana es primordial.
En medio de mi supuesto entreno desde la cama, escucho dos toquesitos en mi puerta.
—¿Estás despierta? —pregunta madre, susurrando.
Veo el reloj colgado en mi pared frente a la cama para enterarme de que ya son las 5 de la mañana.
—Pasa —respondo y ella lo hace con cautela para no despertar a mi hermana o eso quiero pensar.
—¿Te encuentras bien, hija? ¿Que fue ese espectáculo de ayer? —pregunta un tanto molesta, pero sin dejar su tono dulce.
—No es nada, ayer sucedieron cosas de poca importancia, pero es mejor prevenir que lamentar, ¿no?
—Tienes razón, hija, pero hay una señora en nuestro living buscándote. ¿Que te sucedió realmente? —pregunta con ese tono de exigencia.
—¿Una señora en nuestro living? —pregunto con advertencia—. ¿Revisó si está infectada o algo? —Sigo, mientras me siento en la cama, pero antes de poder pararme ella me toma de la mano y la presiona con suavidad.
—Hija —suspira y la miro a los ojos, algo no anda bien—. Tengo una sensación muy triste respecto a ti, esa sensación cuando eras pequeñita y te dejaba los primeros días en la guardería. Esa sensación es la que tengo ahora.
Proceso sus palabras y se a lo que se refiere, esa sensación de lejanía y pérdida sin serlo, pero que eventualmente sucederá.
—Hoy, cuando venia de vuelta, me tope con un gül. El chofer era uno de ellos —confiezo—. Me tocó ser la heroína en esta ocasión, sin querer serlo.
—¿Por esa razón llegaste así de lastimada?
—Sí. —Afirmo y suelto su mano para no sentir ese punzón en ellas, aún seguía lastimada—. Tuve un enfrentamiento bastante cercano, pero no hubo mucho más.
Mi madre no se veía para nada feliz al respecto. Menos mirando mis heridas más que visibles.
—Entiendo —dice, para luego, levantarse y tocar la manija de la puerta—. La señora quiere hablar contigo. Di lo necesario y responde acorde a tu pensar, cualquier decisión que tomes, estaré contigo para apoyarla.
Mi mira con dulzura durante unos segundos y luego sale por mi puerta.
Tomo mis pequeños momentos antes de salir a ver a la señora que estaba en el living, busco unas tijeras que tengo para mis manualidades y las escondo en mi pantalón de dormir.
—Señorita Eyra —me recibe, de pie, una señora con un uniforme especial, apenas salgo de la puerta—. La estaba esperando.
—Buenos días...
—Tyler —responde al captar la indirecta.
—Buenos días, Tyler. Antes que nada, dos cosas —miro a mi madre y ella se retira hacia su habitación—. ¿Quién es usted y de qué me conoce?
—Wow, señorita —responde ella en tono de burla—. Soy la Sargento Tyler, de las unidades "E.G". Me encargo de administrar y supervisar todo lo relacionado a los gül.
Su mirada feroz muestra cierta diversión a la situación, la cual, va bastante bien para sus ojos de zorro.
—No sabia que existía una unidad especializada a él tema, aunque me lo imaginaba —respondo y me acerco de apoco—. Aún le queda una pregunta que responder, Sargento Tyler.
Ella toma asiento frente a mi y, con una seguridad aterradora, sonríe.
—Señorita Eyra, yo lo sé todo —levanta una mano y la vuelve a bajar—. Para estar tan alerta, me imagino que no has vivido cosas agradables.
—Como todos, quiero pensar. -Camino hasta llegar al lavaplatos y tomo un vaso de agua-. Como también debo pensar que no me ha dicho lo que le he pedido por consecuencias traumaticas.
Mientras voy a enjuagar el vaso, puedo sentir la vibración de su risa por toda la casa. Que mujer tan imponente.
—No daré más vueltas al asunto —informa, finalmente—. Como ya he dicho, me encargo sobre el tema de los gül y hoy, cerca de la una de la tarde, hubo un extraño caso en donde un gül, de nivel tres, se enfrento a una joven que, aparte de salir con vida, salvo la vida de otras veinte personas —hace una breve pausa antes de continuar—. ¿Le suena de algo esa historia, señorita?
—Pues no —miento sin problemas, sabia que era algo relacionado a el tema, pero no tengo confianza con que ella lo sepa.
No me da buena espina.
—¿De verdad?, entonces, ¿esta chica no es usted?
Volteo para ver su celular mostrando las grabaciones del bus, donde claramente se ve como una chica golpea al gül.
—La verdad, no creo que se parezca a mi —insisto—. Creo que se equivoco de casa y de persona.
Volteo nuevamente hacia el lavaplatos y presiono levemente el vaso que aún sostenía.
—No cederas tan fácilmente —dice, haciendo ronronear su voz—. Eyra Lara, dieciocho años de edad, recién graduada.
En cuanto comenzó a nombrar esos datos, me volteo y la veo revisando mi bolso. Se me había quedado arriba del bus.
Me siento una verdadera idiota por eso.
—¿Sigues sin ser tú? —pregunta burlona, sabiendo que ya me tenía. Aprieto mis manos e intento pensar en cualquier cosa. Detecto cierto peligro—. Calma, señorita, no le sucederá nada. Hoy he venido con una invitación.
—¿Invitación?, ¿para que?
—Es para que se una a mi ejército, Señorita Eyra.
Apenas mencionó su propuesta, mi mente dejó de funcionar. No me gusta esto, para nada.
Revisa su chaqueta burdeo y de allí saca una invitación de las antiguas, con un sello de rosa al medio de ella.
Me extiende su invitación y deja de sonreír.
—Le prometo que le gustará mi propuesta.