Eyra
"Los gül"
En cuanto veo esos ojos, algo dentro de mi repetía: "Corre, huye". No encontraba la calma que necesitaba en ese momento porque sabía que no era real. Nada de lo que vi fue real.
Enciendo mi celular y abro cualquier juego que funcionase sin internet. Me apresuré a deslizar sobre mi pantalla para terminar el juego. En la marcha, fui recordando otras cosas como: "¿Que habrá en esa caja? O ¿Que dirán las cartas que recibí?" y con todo eso, me fui calmando. Era imposible que mi mirada fuese la de uno de ellos, se que no me he infectado ni mucho menos rozado en menos de 10 minutos. Ya sería uno de ellos si ese fuera el caso.
Con temor, vuelvo a mirar hacia el retrovisor del bus y no había nada, ni un rastro de infección. Me reacomodo en mi asiento y suelto todo el aire que mis pulmones sostuvieron alguna vez. Dejo mi bolso en el suelo y me relajo. Cierro los ojos, pensando en cosas alegres del día, pero no hace falta que pase ni un minuto para que algo en mi comience a molestarme, pero no lo pienso demasiado, ya que el conductor acelera de a momentos muy breves, haciéndome tambalear en mi asiento.
—¿Que sucede por ahí? —comienza a susurrar la gente.
Miro hacia el retrovisor y no logro ver nada, el bus se tambalea demasiado para estar fijo. Me apoyo en la ventana para buscar otra forma para verlo y, apenas me asomo, una larga enredadera se asoma por su chaleco.
Registro en mis recuerdos si al subir el chofer estaba de esa forma y claro que lo estaba, no nos saludo ni tampoco hizo la mínima interacción con otras persona al momento de subirnos. De adelante hacia atrás, iba acomodándome entre mi asiento y el bajo muro que me separa del chofer para esconderme. Esta situación me da miedo, estoy aterrorizada. Ya me he enfrentado a uno de ellos, pero no dejo de quedarme helada al enfrentármelos.
—¡Es uno de ellos! —grita una chica que se sentó al lado de la puerta principal.
La gente, ni bien se enteraron que eran uno de esos monstruos, comienza a gritar por ayuda y por desesperación. Mientras más rápido iba en conductor, más gritaban las personas.
Se escuchaba como querían romper las ventanas para salir, pero les era imposible con herramientas de defesa. Me asomo para ver hacia donde conduce el chofer y, gracias a un parque sencillo, puedo ver que estoy cerca de casa, si me voy más lejos peligro más estando sola.
Debo ver algo, debo vérmelas por mí.
Pero solo el pensar que hacer se congelo al acercarnos a una gasolinera, el chofer aumento la velocidad y, sin piedad, nos chocamos con ella. El impacto fue brusco, me duele el rostro y siento mis manos entumecidas en este instante. Las ventanas se reventaron por el choque, pero no puedo oír nada.
"¿La gasolinera explotó?, ¿es mi turno de morir?", me preguntaba mientras el pitido aparece y, a la vez, comienza a desaparecer.
Trato de levantarme de esa posición, pero me resbalo, al parecer mis manos fueron los que recibieron el impacto por lo que ya no tienen fuerza. Miro hacia atrás y veo como muchas personas siguen estando inconscientes, mientras que otras...
—¡Monstruo! —escucho a alguien gritar. Volteo cerca de mi asiento y veo a un hombre robusto con un palo de estos grandes—. Prometí que si me volviese a encontrar a uno de los tuyos. —respira con dificultad y vuelve a hablar—: No te dejaré salir ileso de esta. Aunque me cueste la vida.
Observo atentamente hacia el sujeto para examinarlo de pies a cabeza, se ve como alguien demacrado, pero tampoco es como si te fueras a meter con el. Se ve como una bestia en estos momentos.
Volteo hacia el asiento del conductor para ver en que condiciones está y no hay reacción alguna.
—Fred, déjalo. Se ha muerto con el impacto, tal vez fue un suicidio —dice, lo que parece ser, su amigo.
—Esa mierda no está muerta. Tenlo por seguro —responde Fred, como si supiese como funciona aquel monstruo.
De un repente, mi vista se torna roja, como si algún tipo de liquido rojo se hubiese mezclado conmigo y en efecto, estoy sangrando por varias zonas del cuerpo. Lo milagroso es que no me haya pasado nada grave estando aquí.
Dejo mis pensamientos aún lado y escucho como poco a poco, el chofer, va recomponiéndose. Mueve sus extremidades y las hace crujir. Fred estaba en lo cierto.
—¡Se está levantando, estén atentos! —grita el amigo de Fred y reúne a su grupo en el centro del bus. Todos con sus armas levantadas y, a la vez, todos heridos.
El chofer sale de su cabina de un portazo, haciendo trizas su puerta. Aquella que es tan resistente como las ventanas, No tengo tiempo de tener miedo a estas alturas, mis manos están comenzando a reaccionar, pero aun no es suficiente.
—¿Con que ese es el gül que nos hizo esto? —dice un hombre del grupo—. Déjenmelo a mi, he lidiado con esto antes. —Termina de decir, para luego, ponerse frente a él.
Miro frente a mi y allí se encuentra el chofer, de color verde con venas tan rojas que parecen hilos carmesí. Una novela de horror. Muevo un poco mi mano y la mirada del chofer se clava en mi, siento como todo mi cuerpo se tensa, soy una presa delante de una bestia hambrienta. Necesito huir.
—Ven, perra —el chico de antes atrae su atención—. No te distraigas con una muerta y déjame matarte de un solo golpe —presume.
—Ey, estas cosas no son para jugar —le advierte Fred.
—Te dije que me lo dejaras a mi —responde furioso—. ¿Acaso crees que porque tu eres el líder de un grupo de imbéciles yo también te respetare como a uno? Baja de tus humos y aprende de mí.
Fue lo que dice, pero solo basto unos segundos para que el monstruo se abalanzara hacia el y comenzara a hacerlo gritar del dolor. Yo no puedo presenciarlo debido a mi poca visibilidad, pero se ve que no ayudo de mucho.
—Te dije que esto no era un juego —repite Fred y levanta su palo, pero al momento de dejarlo caer, el monstruo lo enreda con las enredaderas que le sobresalen de sus orejas y lo destroza—. La simple fuerza no ayudará nada en este caso, ha asesinado a muchas personas como para que esto pueda vencerlo. —termina de decir mientras ayuda a separarlos.
Veo por la parte de atrás de ellos y noto como una embarazada se aferra a su hija, preocupadas y a la vez rezando. Mi conciencia se despertó en ese momento al verlas con miedo e instintivamente me recordó a mi madre y a mi hermana, tal como esa vez.
Intento levantarme y hacer caso omiso al griterío que tenia ese grupo de vándalos hasta que lo logro, me pongo de pie, en un balanceo tomo ventaja y salto hacia el lado del asiento del chofer. Quedando totalmente expuesta a un camino directo hacia el monstruo. El gül.
—¿Niña, que haces? —me dice una mujer del grupo de Fred—. Vas a morir —dice en voz alta y llama la atención del gül.
—Preocúpate por ti misma —respondo en voz baja, viendo como el gül se abalanza hacia ella.
Con fuertes dolores, entro a la cabina del chofer y me dejo caer sobre el asiento roto. Soporto el dolor punzante que hace mi cabeza al respecto para comenzar a teclear y mover todas las cosas del tablero.
Siento como el bus se mueve y baja, abriendo las puertas para que todos puedan salir. Me siento sofocada.
Salgo de la cabina y siento esa pequeña adrenalina cuando sabes que tienes que correr porque alguien te perseguirá, volteo hacia el gül y se me erizan los bellos.
Sonrío amargamente y suelto:
—¿Con que ahora me toca a mi, eh?