En el interior del planeta, donde el cielo estaba hecho de un cristal que iluminaba el lugar con un ligero tono azul. El hombre pelirrojo había llevado a Quinn con seguridad a una pequeña cueva situada justo al lado de una cascada.
Quinn había sido colocado en una cama de grandes hojas, aún inconsciente, y en cuanto al hombre pelirrojo, se preguntaba qué hacer. El lugar estaba bastante vacío, pero el hombre hizo todo lo posible para sacar lo mejor de su situación.
El problema era que él era lo opuesto a un manitas.
Había alfombras y mesas hechas de piel de bestia y huesos. Aun así, no había señales de tecnología moderna en uso, y él mismo no tenía idea de cómo crear algo así.
Dependiendo de la tecnología hecha por otros durante mucho tiempo, tuvo suerte de saber cómo cocinar.
—Bueno, supongo que solo tendré que esperar a que despierte —dijo el hombre, mirando a Quinn.