Navegando a través del campo de batalla, tanto Cia como Layla corrían lo más rápido posible para llegar a una puerta en particular.
Las manos de Cia no podían dejar de temblar por lo que había visto hace poco tiempo, pero al mismo tiempo, la vista de vampiros heridos, tanto de su propio bando como del enemigo, así como los gritos de dolor, la distraían, pero no para mejorar.
Cia agarró el látigo en su mano con más fuerza y lo lanzó hacia uno de los vampiros que intentó detenerlas. El hombre había intentado bloquearlo con su brazo izquierdo, pero éste fue cortado y de inmediato soltó el arma en su mano derecha debido al enorme dolor que la pérdida de una extremidad y la sangre de hada todavía ardiente le causaron.
Durante este intento de ataque, Cia aprendió un poco más acerca de sus armas y por qué iban a Alex, y ahora se sentía aún peor.