Fue solo después de ver la expresión de descontento del Viejo Zeng que ella pensó: «¿Y si la persona que había traído era un fraude? ¿No le haría eso daño también?».
Así que se apresuró a irse, no sea que también se viera ella involucrada.
—Señorita, ¿podría echarle un vistazo a mi hijo Yulang? ¿Aún puede sanar su herida facial? —El Viejo Zeng condujo a Lin Caisang hacia Yulang y, sin perder palabras, preguntó directamente.
—No es necesario revisar —Lin Caisang asintió.
Ya había visto la herida facial de Yulang en cuanto entró, sabía si podía sanar o no. Además, también tenía a mano un ungüento listo para la curación de cicatrices. Era de la última vez que fue empujada por Lin Caihe y se rasguñó la cara, lo usó para tratar la cicatriz en su rostro. Puesto que hizo varias cajas extras al prepararlo, utilizó una caja ella misma y casi curó su cicatriz facial.