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92.3% Life and Death #3: Después del amanecer / Chapter 48: ASALTO

Capítulo 48: ASALTO

Sulpicia alzó sus manos dando la orden de ataque, los guardias salieron disparados con dirección al otro bando. Y los vampiros del bando de los Cullen no tuvieron más que comenzar a correr para el encuentro, a Beau solo le dio oportunidad para soltar un último suspiro deseando que todo saliera bien. Zafrina cegó a las primeras filas de vampiros, cuyos cuerpos abatidos por la confusión se desplomaron en las grietas hasta ser consumidos por el fuego.

Luca reaccionó y lanzó una lluvia de flechas contra Sulpicia, pero algunos de los guardias ya habían formado un muro protector ante su señora. Varios cayeron atravesados por las flechas envenenadas de Luca mientras este seguía colocando flecha tras flecha en su arco y corría hacia los guardias.

«¡Sigamos a Luca! ¡Vamos con él!» gritó Julie.

Los licántropos de Sam aceptaron la orden y avanzaron en conjunto con los hijos de la Luna.

Con otro grito, los testigos que permanecían atrás de los Vulturis hicieron caso a la orden de ataque y salieron disparados. Algunos vieron la grieta en el piso y pensaron que sería un impedimento, sin embargo, Beau expandió su don hasta convertirlo en algo físico, justo como Allen le había enseñado, la marca en su brazo se iluminó y Beau permitió el pase de su familia hasta el otro extremo, como un piso invisible, que frente a ellos, apareció. La guardia y testigos de Sulpicia quedaron perplejos con lo que el chico había hecho. Edward detuvo un golpe de uno de los guardias con su brazo, mientras que otro de ellos se lanzaba contra Beau, moviéndose por encima de la cabeza.

Victoria corrió a armar a Grx con una espada dorada, que destelló como el rayo cuando la blandió. Renata y otros más, fieles a los Vulturis, se dispusieron a proteger a los antiguos, como una marea de agudos encuentros y choques. Alice y Victoria corrieron en busca de Jasper; el objetivo parecía fácil porque ninguno de los adversarios presentó reto para ellas. Los guardias se desmoronaban a sus pies. Royal, Earnest y Carine ya habían comenzado a contraatacar y saltaban a la refriega.

Uno de los guardias: Santiago, gritó cuando su brazo se partió en dos contra la espada de Corrius. Santiago se escabulló para evitar otro golpe, pero no tuvo tanta suerte porque Thrina cortó su otro brazo al instante; Santiago gritó de desesperación momentos antes de ser arrojados a las llamas internas de la grieta. El estruendo era increíble: las espadas de las hadas chocaban contra los cuerpos duros de los vampiros, los licántropos aullaban, los heridos lanzaban gritos de agonía. El olor a sangre y cenizas inundaba el aire.

Beau arrancó los brazos de uno y lo tiró al suelo de una patada en las piernas; este cayó gritando de dolor. Beau se volvió para enfrentarse a dos testigos corpulentos y del mismo tamaño que Felix, solo que no tenían esa fineza que destacaba a los Vulturis en sus movimientos. Alzó su brazo con puño cerrado mientras uno corría hacia él. El otro cayó inesperadamente, cuando las piernas fueron separadas de él.

Beau acabó con el primer testigo clavándole la mano en el pecho despedazándolo al instante, el fuego del escudo se propagó sobre él y allí quedó, vio a Eleanor y Benjamin, que encendió su propia mano en fuego, convirtiendo en cenizas al segundo.

Un testigo atrapado gritó, y Royal, con expresión hosca, se ocupó de él con un movimiento rápido de sus manos. Edward le lanzó un grito de aviso, y Beau se volvió para encontrarse con un guardia que llegaba por su espalda. Antes de que Beau pudiera realizar algún movimiento, el guardia se tambaleó hacia atrás con uno de los cuchillos arrojadizos de un hada clavado en el cuello.

Beau se volvió de nuevo. Luca estaba allí, con una reluciente espada de mango azul en la mano. Estaba cubierto de cenizas y tenía un golpe en la mejilla, pero con su espada en la mano, parecía un ángel vengador.

La adrenalina corrió con tanta fuerza dentro de Beau que creyó que él mismo terminaría por encenderse en llamas; era tan bueno que su escudo pudiera proteger a la mayoría, tan bueno luchar con Edward a su lado... Podía notar una extraña y hermosa conexión entre ellos, podía verle como un reluciente cordón que los unía, moviéndose cuando se movían, uniéndolos pero nunca atándolos.

Edward le hizo un gesto para que lo siguiera, y juntos se lanzaron al corazón de la batalla. Benjamin, Tia, Zafrina y Senna corrieron junto a ellos pero a una buena distancia para que Beau se pudiera concentrar en proteger a los suyos como había acordado.

***

Alice corría todavía en dirección a Jasper que ahora resultaba más difícil encontrarlo. Victoria se hallaba a su lado. Iba armada con un arco, más ligero y pequeño que el de Luca, pero que le permitía disparar con gran velocidad y precisión. Testigos y miembros de la guardia avanzaban en su dirección mientras ellas se abrían paso hacia Jasper, y la mano de Victoria tensaba una y otra vez la cuerda del arco, derribándolos con sus dardos envenenados. Alice arremetía con los testigos, más confusos y rápidos, dando golpes y patadas, la chica notaba como sus cuerpos se astillaban dejando restos de ellos mismos sobre su ropa. Asimismo, ella también veía rastros de sí sobre ellos.

Un fuerte estruendo les llegó desde atrás.

—¿Qué es eso? —preguntó Victoria, mientras se limpiaba la sangre y el sudor de los ojos.

—Refuerzos para los Vulturis —contestó Alice tristemente—. Estaban haciendo guardia alrededor de la ciudad, justo como Allen dijo.

Victoria lanzó una maldición para sí.

—Tenemos que llegar hasta Jasper.

Alice supuso que Victoria quería terminar con eso cuanto antes y ayudar a su hermano o amigos; miró al frente y vio a Jasper luchando por zafarse de todos esos guardias, y al otro lado, un grupo de testigos y miembros de la guardia que se enfrentaban a los lobos a la vez que vigilaban a Jasper, tres lobos cubrieron la imagen y perdió de vista a Jasper una vez más. Mirara donde mirara, veía a los Vulturis enzarzados contra sus amigos y aliados de su familia; Royal y Eleanor mantenían a raya a los testigos que solo seguían órdenes de Sulpicia; los amigos de Victoria hacían caer vampiros uno tras otro con sus espadas y dagas. Seth y Valter destrozaban a los guardias con las garras y los dientes. En la distancia, vio a Zafrina, Senna, Benjamin, Tia y a Edward luchando contra aquellos que querían tocar a la estrige concentrada en proteger a su familia, y a Earnest enzarzado en combate contra un guardia, Carine ubicada detrás de él y liberándose de otro más.

—Ahí está —anunció Victoria. Se habían acercado a la parte trasera del claro, la que daba con un pino enorme, al pie del cual se encontraba Jasper. Se movía como todo un profesional y estaba luchando contra un guardia de amplias espaldas y enormes botas. Felix. Victoria maldijo por lo bajo al notar que a unos metros se acercaba Jane y Alec—: Creo que los gemelos están disfrutando de la batalla. Y ahora van por tu preciado noviecito.

—Lo veo. —Alice se estremeció al recordar la horrible forma con la que Edward se retorció de dolor cuando Jane usó sus poderes sobre él en Volterra—. Tenemos que hacer algo o... matará a Jasper. Alec es peor, así que no creo que se quieran ver muy piadosos.

Victoria no la desmintió. Miraba al chico con ojos preocupados.

—Vamos.

Avanzaron por el claro y pasaron corriendo ante bastantes guardias y testigos que se dirigían al centro de la batalla. Los ancianos seguían rodeados por un círculo de guardias, que lo protegían. Unos cuantos de los testigos se habían situado alrededor de Felix y Jasper. Parecían haberse congregado para disfrutar de la pelea.

Los testigos lanzaron ovaciones cuando Felix lanzó un golpe con su enorme brazo y le dio de refilón a Jasper en el hombro. La ropa del vampiro se estaba desgarrando con cada tirón. Tenía el cabello y la espalda cubierta por la nieve o la ceniza, y nuevas cicatrices aparecieron en su rostro. Detuvo el siguiente golpe del guardia y lanzó un gancho al costado de Felix; el guardia consiguió moverse de lado y esquivar dicho movimiento.

Felix rió.

—¡Qué pena! ¡Luchas como un aprendiz! —dijo—. En unos cien años podrías llegar a ser lo suficientemente bueno para enfrentarte a mí.

—Mierda —susurró Victoria—. Alice...

Ella ya negaba con la cabeza.

—Si vamos por Felix ahora, los gemelos caerán sobre nosotros —explicó—. Rápido, envía la señal a Pamphile. Atacará a los antiguos. Eso puede darnos una oportunidad.

Los ojos de Victoria destellaron. Se llevó una mano a la boca para hacer bocina y silbó, el silbido grave y zumbante de un hada que alguna vez perteneció a la realeza de Elfame, uno que Alice notó vibrar en sus huesos.

Unas sombras pasaron por el cielo. Dieron una vuelta y regresaron, las sombras se unieron y materializaron al brujo. Voló bajo sobre el claro, y Alice vio a Erictho alzarse del piso. Un momento después, la bruja volaba sobre los cielos junto a Pamphile que sonrió en dirección a Victoria. Erictho y Pamphile volvieron a alzarse en el cielo con las manos iluminadas.

Juntos, volaron bajo sobre los guardias que rodeaban a los antiguos. Erictho, con la rubia melena ondeando a la espalda, se inclinó sobre los cielos, con las yemas de los dedos brillando más que hace unos segundos, abriéndole el pecho a uno de los guardias. Los otros fueron víctimas del brujo y comenzaron a dispersarse mientras Erictho «escapaba» de ellos desde el aire y Pamphile sonreía de haber logrado su objetivo.

Pero Jasper seguía en una situación desesperada. A duras penas podía contener a Felix, cuyo puño golpeaba una y otra vez el costado del vampiro. Alice contempló horrorizada como de la nada Jasper comenzó a retorcerse de dolor sobre el piso, gritaba de agonía pidiendo una y otra vez que paraba, Felix lo miró con una sonrisa en el rostro, burlándose del chico y agradeciéndole a Jane por ayudar un poco. Alec miraba con orgullo a su hermana; pero luego Jasper rodó a un lado y se puso en pie de un salto, esquivando por muy poco un segundo golpe letal.

Jane se preguntó qué fue lo que falló, hasta que fijó su atención en Beau, que le sonreía en la lejanía a la vampira; el chico parecia tener su propio escudo de vampiros, las amazonas cubriendo sus espaldas mientras que los egipcios y Edward se mantenían al frente, sin dejar entrada a los combatientes. Alec y Jane, a regañadientes, se apartaron y saltaron hacia el lado opuesto de donde Beau se ubicaba.

Alice y Victoria comenzaron a correr hacia Jasper, pero uno de los testigos que había estado contemplando la pelea se volvió para cortarles el paso. A tan corta distancia, el arco de Victoria era casi inservible; desenvainó una espada corta del cinturón y se lanzó contra el testigo, asestándole fieros tajos mientras intentaba llegar hasta Jasper. Otro guardia se plantó ante Alice; ella acabó con él con un mortífero golpe y rodó para evitar la patada de otro testigo. Una bota de metal le impactó con gran fuerza en el costado, y Alice lanzó un grito al notar el crujido de su costado a punto de romperse.

Antes de siquiera poder colocarse ponzoña para reparar el daño, Alice intentó ponerse en pie. El ardor de los huesos rotos la hizo doblarse sobre sí misma en el suelo; vio a dos guardias sobre ella y pensó: «Esto es el fin».

Los guardias cayeron uno hacia cada lado, ambos muertos. Un Luca cubierto de cenizas se inclinó sobre ella, palideciendo al verla.

Alice tomó la mano de Luca, agradeciendo que la ponzoña ya estuviera haciendo efecto.

Victoria se acercó a ellos cuando se oyó gritar a Felix:

—¡Aftón!

Alice volvió la cabeza hacia él. Felix se hallaba sobre Jasper, que estaba caído en el suelo con cicatrices en los brazos y una abolladura pequeña en el cuello. Alice creyó que se le acababa su mundo mientras Victoria desfundaba una cuchilla nueva.

Para este punto, Alice ya casi ni notaba el dolor en las costillas.

«Oh, Jasper.»

—¡Mi querido Felix! —gritó Aftón, mientras agitaba la mano hacia el otro guardia como si estuviera espantando moscas. Un trozo de encaje sucio le salió disparado de la manga; sus calzas de terciopelo estaban estropeadas sin posibilidad de arreglo—. ¡Lady Sulpicia quiere muerto a este idiota!

Felix negó lentamente con la cabeza, aunque con una sonrisa en el rostro. Era enorme, y los hombros casi parecían reventar las costuras de su uniforme de seda oscura.

—¿Qué te parece si mejor me ayudas? —dijo—. Suena más divertido.

Con gesto petulante, Aftón, cerró sus manos en puños, y comenzó a avanzar, cruzando la extensión de nieve que lo separaba de Jasper. Luca miró a Victoria y Alice. Estas asintieron, y Luca le dio la mano a Alice para ayudarla a ponerse en pie.

Se miraron una vez, y entonces Luca, junto con la aparecida de Julie, comenzaron a correr hacia la derecha, disparados hacia Felix y Jasper.

Alice trotó hacia la izquierda y se colocó directamente delante de Aftón.

—No tocarás a Jasper —le dijo—. Y no darás ni un paso más hacia él.

Oyó a Felix gritar sorprendido. Luca se había lanzado sobre su espalda y Julie mordisqueaba sus piernas. Felix se sacudió a Luca de encima, pero no antes de que Jasper hubiera conseguido ponerse en pie.

Aftón miró a Alice con una mueca de exasperación. Luego miró a Felix, que estaba luchando contra Luca, Julie y Jasper; juntos, lo hacían pedazos cada vez más. Los testigos presentes se apartaron de inmediato; Leah y Danilo aparecieron para bloquear su camino. En la distancia, Allen y Tiberius se enfrentaban entre sí.

Alice vio el horror en los ojos de Aftón, pero no a la muerte que lo rodeaba, sino a que todo eso se le fuera de entre las manos a Lady Sulpicia: el castillo, la riqueza, el poder.

—¡No! —gritó, y atacó con furia a Alice.

Alice paró el golpe de Aftón con su propia mano, que terminó moviéndola en un salvaje arco. La sorpresa destelló en los ojos de Aftón cuando su movimiento casi le arranca su brazo. Retrocedió sorprendido, pero se recuperó enseguida. Cuando atacó de nuevo, mostrando los dientes, golpeó contra ella con tanta fuerza que Alice notó la sacudida en todos los huesos y se tambaleó. Se recuperó y le lanzó un golpetazo, y otro. Él paraba los golpes, moviendo sus brazos como escudo.

Una profunda calma le llenó el corazón cuando notó que él ya no sabía cómo defenderse. Alzó su brazo y vio el miedo en los ojos de Aftón, incluso cuando él la atacó de nuevo, alzando las manos en un arco. Alice giró en un círculo completo, esquivando el golpe, y mientras volvía a encararse a él, le arrancó la cabeza y la arrojó a las llamas del fuego que estaban a diez metros.

Cuando miró de vuelta a Jasper, Felix estaba en el piso con el fuego que Luca arrojó sobre él.

La chica respiró.

Cuando los refuerzos de Sulpicia aparecieron, Carine creyó que tendrían la batalla perdida. A pesar de la gran cantidad de gente que tenían de su lado, seguían superándolos en número, a la lejanía podía ver como Jane y su hermano hacían de las suyas con dos de los lobos. Diego junto con Bree aparecieron y evitaron que Jane y Alec mataran a un tercero, todo gracias a los poderes de su amigo Fred que obligó a los gemelos a retorcerse de dolor.

Sin embargo no duró mucho porque otro de los miembros de la guardia lo tumbó de inmediato.

Más a la lejanía, Carine distinguió una pequeña silueta, colgada a media altura de un roble, que usaba una honda para ir acabando con miembros de la guardia. También vio a Allen, que acababa de salir de entre las sombras de debajo de los árboles.

Carine no se había percatado de que iba totalmente vestido de brujo: una capa negra con puntos de plata cosidos encima, cadenas también de plata en el cuello y las muñecas. Una luminiscencia de color púrpura le salía de las manos. Las alzó hacia el cielo para obtener fuerza de éste y luego abrió un portal que robó la atención de todos. Sulpicia quedó en shock al ver a la mujer que salía del portal: era Dídima, de hecho, estaba demasiado confundida que creyó estar viendo mal. Marco, quien a pesar de seguir en ese estado zombi, sintió algo en su interior. Athenodora mandó a los miembros de la guardia que los protegían a que saliesen a combatir, dejando desprotegidos a los ancianos.

Allen sonrió de medio lado descendiendo justo al lado de Carine.

—Esto está yendo demasiado lejos —indicó Carine.

—Sulpicia jugará sucio en cualquier momento, no veo por qué no hacer lo mismo.

Dijo y volvió a alzarse por los cielos.

***

Beau notó que Jane había acabado con Diego y que de hecho ahora iba por Bree, que fue rescatada por Garrett, pidiéndole que avanzaran hasta que alguien mejor pudiera detener a la pequeña bruja. Bree sollozaba por la pérdida de Diego, estaba tan afectada que parecía no escuchar a Garrett.

—Debemos volver a ayudarlos. —dijo Beau con impotencia al no poder hacer nada porque debía mantener la concentración. Y que por no prestar atención acabó con la vida de uno de los suyos.

—Está bien —dijo Edward—, pero si algo te pasa, por mínimo que sea, regresamos aquí.

El chico asintió y comenzó a cruzar el claro, con Edward a su lado. Pasaron como un destello ante sus amigos que se lanzaban contra los miembros de la guardia de los Vulturis. La miembro de la guardia, de nombre Corín, estaba luchando de manera sucia con un vampiro que Beau no logró identificar a la primera, y cerca de ahí, un licántropo rodaba sobre la tierra aferrado a dos de los testigos, con sus fauces cerrándose con fuerza.

Beau oyó gritar a alguien. Era Fred. Y pudo reconocer el rostro del otro chico era Kenneth, no muy lejos, cuerpo contra cuerpo con Corín. Kenneth luchaba con cuidado, tratando de no herir a Corín; aunque esta no tenía las mismas contemplaciones: estaba llena de rabia y hacía retroceder a Kenneth con secos golpes.

—Corín está influyendo en Kenneth para que éste no quiera herirla —dijo Edward un poco molesto.

Así que era por eso que él no quería herirla, Beau pensó por escasos segundos que ellos tenían historia.

Fred, por su parte... Él se estaba enfrentando a Samuel. Otro miembro de la guardia con la misma fuerza que Felix.

Al instante, Edward y Beau corrieron hacia él. Fred retrocedía, tratando de poder usar su poder en él, pero no lograba concentrarse lo suficiente, apenas si lograba conseguir que el hombre soltara un gemido, nada de asco.

Beau ya había logrado matar a varios miembros de la guardia. Pero era porque su fuerza era mayor a la de otros vampiros. Fred solo era un vampiro con un don que no parecía funcionar en ese momento, los pobres estaban atrapados entre la multitud. Beau pensó que no llegarían a tiempo para ayudarlos.

Oyó a Edward susurrar el nombre de Kenneth. Preocupado por él. Corrían a toda velocidad por el terreno irregular; Beau notaba la energía de su escudo lanzándolos hacia delante. Y entonces un guardia arrojó a Edward por los aires.

Un escalofrío pasó a través de Beau: no podía contener el recuerdo de todo lo que podía perder en esta batalla y todo lo que pudo haber perdido en Elfame. No podía perder a Edward también. Él estaba destinado a ser su esposo, una luz duradera para apaciguar la oscuridad del chico. Pero el terror que ahora pasaba sobre él era visceral y profundo, más fuerte que cualquier miedo que alguna vez hubiera sentido en batalla.

Edward cayó directo por la grieta que los brujos de los Vulturis crearon. El vampiro apenas si pudo aferrarse a la tierra. Beau rompió el cuello del guardia y se abalanzó hacia adelante, deslizándose sobre la fría nieve, peligrosamente cerca del borde. Rozó la punta de los dedos de Edward y solo pudo sujetar el aire mientras Edward caía por la abertura.

Beau se dejó caer por aquella abertura y sostuvo un puñado de ropa cenicienta.

Agarró la camisa de Edward con ambas manos y lo levantó, con todas las fuerzas que pudo.

Su escudo perdió una capa por el esfuerzo, pero Edward estaba en sus brazos, parpadeando con sus ojos dorados todavía sorprendidos.

—Gracias, Beau —dijo Edward—. Acabas de salvarme.

—Creí que sería yo el que debía de cuidarse bien.

Beau empujó a ambos a un lado y se levantaron, volviendo a tomar vuelo. De repente, algo se alzó y golpeó a Edward otra vez. Edward salió volando, se estrelló contra el suelo y rodó poniéndose en pie.

Frente a él se hallaba Demetri.

Estaba sucio y ceniciento, la melena dorada desalineada y con copos de nieve. Su colorido uniforme de miembro de la guardia de los Vulturis había quedado hecho jirones. Marcas de batalla recorrían la suciedad de su rostro, pero las manos, ágiles y cerradas en puños, eran firmes. Igual que su mirada, fija en el vampiro.

—Hazme un favor y ayúdame a terminar contigo.

Beau se detuvo al oír caer a Edward, se volvió y vio a su prometido frente al rastreador Demetri. Este ardía en cólera moviéndose de atrás adelante, mientras Edward la miraba perplejo: Demetri no era muy buen luchador, pero tampoco tan malo como parecía ahora.

Edward miró a Beau mientras se preparaba para atacar: «Vete, vete a ayudar a Kenneth», decía su expresión. Beau vaciló un momento, pero Edward podía encargarse de Demetri sin problemas. Se volvió de nuevo y siguió corriendo hacia su aliado.

Kenneth seguía luchando, aunque estaba lleno de incertidumbre y confusión, gracias a los poderes de Corín. Ella parecía estar jugando con él, como un gato jugaría con un ratón, lanzándole puñetazos y luego girando sobre el vampiro de lado para descepar en vez de atacar. Eso significaba una lenta muerte para cualquier vampiro al ser descuartizado. Beau notó que la rabia le inundaba la boca de amargor. Vio a Fred golpear a Samuel en la cabeza con un giro sorprendentemente bien ejecutado; el miembro de la guardia se desplomó, y Fred se volvió y corrió hacia Kenneth.

Otro miembro de la guardia le cortó el paso. A Beau se le cayó el alma a los pies; ya casi había llegado junto a su aliado, pero reconoció a Jane, con su larga trenza dorada y su ceño cruel. Tenía sus manos acomodadas en los costados como si de un santo se tratase, utilizó su don contra Fred, tirándolo al suelo.

El aire pareció ondear, y de repente Beau se lanzó contra Jane de forma que ella no lo viera venir: la golpeó en el pecho con sus puños haciéndola volar lo suficientemente lejos. Un momento después, Fred estaba en pie; la muñeca la tenía agrietada pero nada que su ponzoña no pudiera resolver.

Cuando Beau se aseguró de que el chico estuviera bien, se lanzaron hacia su objetivo nuevamente.

***

Kate, acercándose con Garrett, se lanzó hacia Alec; el hermano de Jane era como una lluvia de chispas, grácil e inevitable. Se alzó en el aire, levantando su brazo izquierdo con la mano cerrada en un puño, que se estrelló contra el torso de Kate.

Garrett saltó rotando con agilidad y se colgó del cuello de Alec por la espalda. Cayeron juntos al suelo. Alec se puso en pie de un salto. Kate corrió hacia Garrett y se lanzó entre el nómada y el guardia, al mismo tiempo que levantaba su brazo derecho para detener un golpe de este.

Alec rió. Garrett casi no tuvo tiempo de ayudar a Kate a ponerse en pie cuando algo lo golpeó por la espalda; era otro miembro de la guardia que se había recompuesto de los golpes de Tanya: Ethan. Garrett se volvió hacia él y le devolvió el golpe con todas sus fuerzas. El guardia se tambaleó hacia atrás, sorprendido.

—Buen golpe —dijo Kate.

—Gracias —contestó, mientras se agachaba para desviar otro golpe de Ethan. Tanya y Kate estaban ocupados con Alec.

Corín trataba de doblegar a Beau. El chico le ofreció una sonrisa a la vampira a modo de burla porque sus poderes no funcionaban con él. Era solo cuestión de tiempo para que ella cayera.

Otro miembro de la guardia apareció. Garrett soltó una maldición: era Dylan, el guardia que había entrenado a todos los demás, éste llegaba para ayudar a sus hermanos. Dylan llevaba una armadura, a diferencia de los otros miembros de la guardia; siempre preparado para la pelea. Corrió hacia Garrett y Kate preparándose para soltar su primer ataque...

Otro golpeó a Dylan por detrás y lo envió dando vueltas por el aire. Ahora fue Ethan quien maldijo. Corín lanzó un grito mientras Dylan se ponía en pie trabajosamente y se volvía hacia su atacante.

Luca fue el responsable. Le guiñó un ojo al nómada y a Kate justo cuando un vampiro apareció volando por los aires para atacarlo, sin embargo, Julie atrapó al vampiro y le tiró una serie de mordidas y garrotazos. Garrett, que se había quedado perplejo y complacido por la aparición de Luca, voló por el claro hasta llegar a su objetivo: Dylan. Tanya corrió con él mientras Kate atacaba a Jane...

Se oyó un estruendoso crujido cuando la de la mano de Jane se quebró. Con un grito ahogado, saltó hacia atrás. Alec y Samuel se volvieron, paralizados... Kate alzó sus manos...

Jane quiso hacer uso de sus poderes pero no pudo, resumió de inmediato el porqué, Beau. La vampira comenzó a correr hacia su hermano. Rayos de energía cruzaron por todo el cuerpo de Kate mientras perseguía a Jane, Samuel quiso tirarla pero fue el quien cayó derribado por los electrochoques recibidos. Alec también corrió hacia su hermana, los gemelos se quedaron atónitos al ver que Kate, con las manos alzadas y los rayos de luz surgiéndole de la punta de los dedos, estaba cada vez más cerca.

Fred terminó por descuartizar a Corín, y Kenneth recuperó el control de su mente, abrazando a Fred por haberlo ayudado. Garrett aprovechó que Samuel estaba tumbado en el suelo para quemarlo, Dylan lo atacó pero Fred hizo que el vampiro se sintiera mareado, dándole la oportunidad a Garrett para romper sus brazos y arrancarle la cabeza.

Bree tiró de Alec, dejando a Jane sola, justo lo que Kate quería. La vampira tomó por el cuello a Jane para darle una descarga eléctrica, una tras otra, los dientes de Kate rechinaban al chocar entre sí por todo el esfuerzo que la vampira puso para que Jane sintiera la peor de las descargas. Tumbó a una débil Jane al suelo; justo cuando Alec gritaba su nombre, Kate le zafó la cabeza y la echó en el fuego.

***

Demetri luchaba como un salvaje. Edward lo recordaba como un luchador mediocre, y lo era, pero desde el momento en que sus puños se cruzaron, Demetri atacó como poseído. Movía sus manos como si fuera a romper un árbol; se lanzaba contra Edward una y otra vez, dejando su defensa totalmente abierta, como si no le importase vivir o morir.

Y perversamente, hacía que Edward se contuviera. Sabía que tenía todo el derecho y el motivo para acabar con Demetri. Pero este parecía estar enloquecido por lo que Edward solo podía escuchar en su mente y relacionarlo como dolor. Sabía que había perdido amigos en el combate, como Felix, pero Edward sospechaba que su dolor era sobre todo por la amargura de perder y por el escozor de la vergüenza. Pasara lo que pasara, los Vulturis nunca recuperarían su gloria. Las mentiras que Sulpicia había ocultado nunca se olvidarían.

Beau y Luca se habían encargado de eso.

—No podían dejarlo en paz —siseó Demetri, atacando a Edward con la muñeca tiesa. Esta esquivó el golpe con facilidad sin necesidad de detenerlo—. Tenían que justificar las mentiras de tu maldita estrige. Tenían que meter la nariz en todo.

—Sulpicia les ha estado ocultando cosas —le recordó Edward, apartándose cuando Demetri lo atacó de nuevo. A ese paso, Demetri se mataría así mismo—. Tu señora trata de revivir a su hija.

—¿Y eso qué tiene de malo? —masculló Demetri—. Porque hay un nosotros y un ellos, Edward, siempre lo hay. Hay los que quieren protegerte y los que quieren dañarte.

—Eso no es cierto...

—¿De verdad? —Demetri sacudió hacia atrás su sucia melena cenicienta—. ¿Serías amigo de Victoria ahora que está de tu lado?

Edward pensó en todas las cosas que ella había hecho para acabar con su pareja. No solo le bastó con involucrar a Laurent, le mintió a un montón de neófitos con tal de que su cometido se cumpliera. Gracias a Dios falló.

—Eso pensaba —soltó Demetri con desprecio—. Y te crees mucho mejor que yo, Edward Cullen. Me reí cuando Beau estaba muriendo, todos lo hicimos, solo por la estúpida cara de idiotas que pusieron Alice y tú...

Edward notó que una rabia helada lo invadía. Lanzó un golpe con su mano derecha y movió la otra en el último segundo golpeando a Demetri justo en uno de sus costados. Este cayó de espaldas al suelo, tocando la hendidura de su costado, y escupió ponzoña a Edward cuando se inclinó sobre él y le puso la mano en el cuello.

—Vamos —siseó Demetri—. Vamos, marica, hazlo, hazlo...

Sulpicia era el motivo por el que todos estaban allí, pensó Edward, la razón por la que todos estaban en peligro: los Vulturis habían sido responsables de que tuvieran que luchar por su vida, los responsables de que Irina hubiera muerto a pesar de que Sulpicia la había comprendido. El ansia de venganza le ardía en todo el cuerpo, le abrasaba la piel, le rogaba que arrancara la cabeza al cuerpo de Demetri.

La rabia se movía en el interior de Demetri, sus ojos eran la prueba de toda esa locura mientras Edward se alejaba de él. Un segundo después, éste oyó que lo llamaba Beau; estaba ahí, levantando a Demetri por un brazo y diciendo algo de llevarlo con Beau, donde no sobreviviría si trataba de escapar. Demetri pasaba la mirada de Beau a Edward, sin tratar de resistirse; permaneció pasivamente agarrado por Edward, pero sus ojos... Estaba mirando más allá de Beau, y a Edward no le gustó nada la expresión de su rostro.

Demetri hizo un ruidito ahogado, casi una carcajada.

—Quizá no sea yo de quien tengan que preocuparse —dijo, y señaló con la mano libre.

Edward se puso más pálido como la tiza.

En una zona despejada del campo, bajo el cielo azul, se hallaba Mele, sin la protección de los brujos.

Fue como si su visión se transformara en un puño que golpease a Edward directamente en el estómago. Ahogó un grito. Mele llevaba un vestido verde, totalmente incongruente en el campo de batalla. Un vial de fluido rojo le destellaba como ojos. La melena negra le ondeaba alrededor. Curvó los labios en una sonrisa.

Algo iba mal, pensó Edward. Algo iba muy, muy mal, y no solo el hecho de que Mele no pudiera estar atada; que Mele revelara su verdadera naturaleza monstruosa.

Había algo peor que eso.

—¿De verdad creyeron que podrían matarnos? —preguntó Sulpicia, y Edward vio que Mele tenía los pies descalzos, pálidos como piedras blancas sobre la nieve—. Ya saben que mi hija está hecha de otra cosa. De algo mejor que Beau. No pueden hacer nada para detenerla...

Beau corrió hacia Mele. Cruzó el espacio a toda velocidad y se lanzó contra ella, justo cuando Edward gritaba su nombre, le gritaba que algo no iba bien. Fue hacia Beau y algo la golpeó con fuerza por la espalda.

El dolor llegó un segundo después, ardiente y poderoso. Edward se volvió sorprendido y vio a Demetri con un pequeño cuchillo en la mano, a su lado estaba Corrius muerto. Debía de habérselo tomado del cinturón.

El mango estaba lleno de la sangre de un hada y goteaba. Demetri había apuñalado a Edward por la espalda.

Edward trató de alzar su puño, pero notaba como si el brazo no le funcionara. La cabeza también le iba a toda velocidad, tratando de asimilar que estaba herido. Cuando intentó llamar a Beau, sintiendo como la sangre del hada lo corroía, Demetri le clavó el cuchillo en el pecho.

Las piernas se le doblaron bajo su propio peso. Edward cayó al suelo.


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