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Ahora que sabe que es un huérfano y que su vida todavía corre peligro, no tendrá ninguna necesidad de querer abandonar el seguro santuario de su casa.
—Adivina qué, cariño, tengo buenas noticias para nosotros —anunció felizmente Dolly, aunque Steffan no había respondido a ninguno de sus saludos.
Aunque no estaba interesado en la mentira que Dolly hubiera preparado con antelación, Steffan aún giró su expresión vacía en su dirección.
—Atraparon a los matones que tu tío envió tras de ti y en poco tiempo, los harán confesar y tu tío finalmente será expuesto y castigado por lo que hizo —continuó ella.
Steffan fingió interés y permitió que un débil brillo apareciera en sus ojos. —¿En serio? —preguntó.
—Sí, amor mío. ¿Y sabes qué? Entonces podremos celebrar nuestra boda públicamente sin ningún miedo de que él venga tras de ti —siguió Dolly sin parar.
—¿No dijiste que ya estábamos casados? —preguntó Steffan, frunciendo el ceño como si estuviera realmente confundido.