Rápidamente, llegó el lunes y todos volvieron a sus respectivos asuntos. Para Jia Li, fue una mañana muy larga ya que el pequeñín se aferró a ella y se negó a separarse de ella sin importar qué desde que se despertó.
Jia Li sentía aproximarse un dolor de cabeza mientras miraba al pequeñín que no la dejaba comer en paz. Desde que Jazmín vio que su madre estaba toda arreglada, supo que se iba de casa y se negó a soltarla.
Cuando Fu Hua intentó sostenerla, ella se negó y solo quería que su madre la sujetara.
—Jazmín, ¿me viste en tus sueños anoche? —preguntó Jia Li con una mirada cansada sobre el pequeñín.
—Si no fuera demasiado joven, sugeriría que la enviáramos a la casa Fu —dijo Fu Hua mirando al pequeño terco.
—Tiene 6 meses y sí, todavía es una bebé. A veces no puedo regañarla porque me siento mal por tener que dejarla e irme a trabajar todos los días —dijo Jia Li con tono suave mientras besaba el cabello de Jazmín.