Cristóbal estaba aún más atónito, su mente zumbaba con un torbellino de pensamientos y preguntas sin respuesta. ¿Quiso decir que ella no había venido a la habitación por sí sola? ¿Qué le había pasado la noche anterior? ¿Alguien la drogó también? Cristóbal podía sentir que el aire se volvía más espeso. Se sentía sofocado.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado.
Viviana suspiró y se dejó caer en el sofá, presionando su frente. —Sí… Mi cabeza está pesada. No estoy segura de qué había en la bebida de la fiesta. Me sentí tan somnolienta después de tomarla. Contó cómo se quedó dormida en el sofá en el salón de banquetes.
—Y me encontré en mi cama cuando desperté —agregó—. No tengo idea de cómo llegué aquí. Gracias por traerme de vuelta a salvo. Y lamento haberte causado problemas.
Intentó sonreír un poco, con una expresión de culpa en su rostro. Había ido a la fiesta con la esperanza de ayudarlo a encontrar a Abigail, pero se desmayó, aumentando su angustia.