—¿Estás bien? —la dulce voz de Abigail lo trajo de vuelta a la realidad, y él parpadeó, levantándose de sus pies. Su desconcierto era evidente mientras luchaba por comprender la situación.
Abigail se detuvo frente a él, estudiando intensamente su cara. —¿Qué pasó en la fiesta? ¿No la disfrutaste? —preguntó ella, su voz teñida de curiosidad. Miró el reloj sobre la repisa, notando la hora. —Pero son solo las 8:30 p. m. Pensé que no volverías hasta tarde esta noche.
Después de un momento de consideración, Abigail preguntó:
—¿No fuiste a la fiesta? —Supuso que debió haber ido directamente a casa desde la oficina en lugar de asistir a la celebración.
—Tú también estás en casa. ¿No deberías estar disfrutando de la fiesta? —Cristóbal se burló, su shock inicial desapareciendo.