Mientras Cristóbal la sostenía, Abigail podía sentir su dolor y anhelo. Le dolía verlo en ese estado, pero no tenía más remedio. Sabía que debía priorizar la seguridad de su hijo. Los avisos del médico resonaban en su cabeza, recordándole los posibles riesgos.
Su corazón lo ansiaba, y el ardiente deseo entre ellos era difícil de ignorar. Las hormonas del embarazo aumentaban sus antojos físicos y emocionales, lo que dificultaba aún más su resistencia. Sin embargo, no podía permitir que sus emociones nublaran su juicio. Necesitaba ser fuerte por ella misma y por su hijo nonato.
—No puedo hacer esto —dijo, mirando con dudas a sus ojos—. Tendrás que esperar.
—¿Esperar? Pero ¿por qué? ¿Por qué tengo que esperar? —Christopher estaba desconcertado, aterrado por la idea de no poder tocarla—. Uh… quiero decir… ejem… No te estoy presionando a que lo hagas si no quieres —intentó corregir su declaración—.¿Cuánto tiempo tengo que esperar? —cambió la pregunta.