El rostro de Abigail exhibía un rubor notable mientras Cristóbal le hacía su pregunta. A pesar del frío en el aire, el sudor le corría por el cuello y la espalda a Abigail. Podía sentir los ojos de Cristóbal taladrándola como si intentara leer sus pensamientos. Evitó su mirada, concentrándose en cambio en el frío tazón de helado frente a ella.
Los dedos de Cristóbal tamborileaban impacientes en la mesa, traicionando su conflicto interno. Miró a Abigail con una mezcla de confusión y sospecha, buscando respuestas que ella tal vez no podría proporcionar.
Un nudo de nerviosismo se enroscó dentro de ella, pero sabía que ya no podía evadir la verdad más tiempo.
Reuniendo su valentía, comenzó a hablar lentamente, su voz teñida de aprensión. —Lo vi robando los datos —su mirada permanecía fija en los ojos de Cristóbal, negándose a flaquear a pesar de la inquietud que la dominaba—. Hablé con él personalmente, y él me confesó su impotencia.