"Cuando el contratista se fue y Abigail comenzó a recoger las fotografías de las paredes, sus dedos rozaron los bordes de las imágenes. Cada fotografía representaba un recuerdo atesorado, una instantánea de un tiempo ya pasado. Las colocó cuidadosamente en una caja.
Se movió por la casa. Cada rincón de la casa contenía fragmentos de su pasado. Había una nostálgica mezcla de dulzura y tristeza en el aire; los ecos de risas y conversaciones que una vez llenaron las habitaciones ahora se mezclaban con la anticipación del cambio.
Este era el lugar en el que había pasado sus primeros años, donde había sentido el calor del abrazo de su madre adoptiva y escuchó la risa de su padre resonar por las habitaciones.
Caminó por el pasillo, hacia el espacio donde jugaba con sus juguetes y escuchaba cuentos antes de dormir. El antiguo sofá desencadenaba imágenes de su yo más joven acurrucado con un libro, con Raquel sentada a su lado, leyendo en voz alta.