—Vamos, mátame. No te dejaré en paz ni como fantasma.
—¡Aaargh!
—¡No, no, no!
Parado en medio de la oscuridad interminable de la formación, llegaban ráfagas de sonidos de todas las direcciones, como si mucha gente estuviera sufriendo a la vez. Ji Ning no podía creerlo.
—Compraron repentinamente esta enorme cantidad de esclavos y hasta controlaron a jefes de tribus para tener más ventaja en las batallas contra tribus pequeñas. ¡¿Qué están haciendo?! —exclamó Ning—. Pase lo que pase, primero tengo que huir de aquí.
Miró atentamente a su alrededor, con un «¡Swoosh!» avanzó más de un kilómetro de distancia e intentó saltar, retroceder, avanzar. Pero sin importar la dirección que tomara, seguía dentro de esa densa niebla y del aire helado.