—¡E-espera, no puedes hacerme eso! ¡He sacrificado todo lo que tengo para convertirme en bruja! —Aria intentó mover su cuerpo y luchó contra Cisne. Pero encontró su cuerpo paralizado por el miedo.
Su cerebro todavía podría pensar que tenía una oportunidad de ganar contra esta maldita lisiada, pero el temor en su corazón había anulado cualquier tipo de fuerza que tuviera. Solo podía quedarse quieta mientras Cisne cubría suavemente los ojos de Aria por detrás y susurraba:
—Pequeña bruja, mereces pudrirte en el infierno por la eternidad por tu grave pecado. Pero la santa hija de la Diosa te ha concedido una segunda oportunidad para arrepentirte. Tomaré tu habilidad para hacer brujería. Que la Diosa Asmara te guíe.
—¡E-esp-espera! ¡Espera, yo—AAAAHHHHH!!!
Santa Cisne sonrió graciosamente, mientras purificaba todo el residuo de magia oscura en el cuerpo de Aria.