Después de terminar con la vida de Michael, a pesar de su confusión sobre la conexión que aún compartía con el Registro del Alma, Lilith no pudo evitar tambalearse hacia atrás.
Su rostro pálido la hacía parecer alguien que sufre de una enfermedad terminal aterradora y sus ojos, antes firmes e inquebrantables, finalmente mostraron signos de vacilación.
Estaba realmente cansada. Demasiado cansada.
Agotada física, mental y espiritualmente. Por no mencionar que sus heridas no eran leves en absoluto.
Usando su espada como soporte, Lilith se arrodilló lentamente en el suelo destrozado. Jadeó por oxígeno para llenar sus pulmones, pero no sirvió de mucho porque cada vez que intentaba respirar, la energía similar al fuego que aún persistía en lo profundo de su organismo no dejaba de atormentarla.