Sunny dormía como un bebé. No tenía pesadillas que atormentaran sus sueños, y cuando se despertó, su corazón se sintió extrañamente en paz. Permaneció inmóvil por un momento, sintiendo el calor de la mano de Neph reposando sobre la coronilla de su cabeza. El queche avanzaba rápidamente sobre el agua, llevado por tanto el viento como la corriente, y el mundo a su alrededor estaba oscuro.
Ya era noche.
—...Me quedé dormido —dijo Sunny.
Nephis debería haberlo despertado. ¿Había descansado ella misma?
Girando su cabeza ligeramente, Sunny miró hacia arriba y vio su elegante mandíbula. Ella se apoyaba en el lado de madera del queche, con los ojos cerrados. Su respiración era lenta y profunda. Estaba profundamente dormida.
Así que... nadie estaba haciendo guardia.
—No te enojes con la Señora, mi Señor —dijo Ananke.