Un mar de llamas blancas se extendía por el devastado nivel subterráneo, devorando vorazmente todo lo que podía tocar. La oscuridad, el resplandor rojo de las lámparas de emergencia y el cegador resplandor blanco se mezclaban, creando una atmósfera caótica de caos y desorden. El polvo y el humo impregnaban el aire ardiente.
Pronto, los sistemas de extinción de incendios se activaron, inundando los corredores en llamas con agua y espuma formadora de película. Las llamas se ralentizaron, pero no retrocedieron. En cambio, nubes de vapor hirviendo inundaron el nivel subterráneo, reduciendo aún más la ya pésima visibilidad.
Las alarmas continuaron sonando, llamando a las fuerzas de seguridad de la Academia al lugar de la explosión.
Y en el centro de todo...