Se detuvo a dos metros de la entrada de la sala de investigación, respiró profundo, activando una de las habilidades que pocas veces había necesitado ocupar.
[Cambio de clase]
Los músculos de su cuerpo se desinflaron, su mirada se volvió solemne, las estadísticas destinadas al combate recuperaron sus números originales, mientras la "sabiduría" y "inteligencia" sufrían una gran mejora.
[Lengua Rápida]
+
[Amigo Elemental]
+
[Vida Arcana]
+
[Cuerpo Maldito]
Sintió la potente energía mágica desbordarse de su cuerpo, como la inundación del océano en un pequeño lago. Al sentir que estaba listo comenzó a caminar, cruzando el umbral de la sala de investigación. En el instante que se encontró con la mirada del esqueleto desencadenó tres hechizos consecutivos que ya había tenido preparados momentos antes de adentrarse a la sala. Un relámpago blanco-azulado, una bola de fuego y, una lanza de hielo fueron lanzados, cada uno de ellos acertando en su objetivo, algo que causó una pequeña cortina de vapor, que fue extinguida un segundo después. El esqueleto se levantó, pero no contratacó de inmediato, en lugar de eso observó la situación, como si estuviera estudiando al individuo de cabellos desordenados. Volvió a conjurar otra ronda de hechizos, había investigado a los no-muertos por mucho tiempo, encontrándose con que los elementos: relámpago, hielo y fuego era los más eficaces para hacerles daño. La vara del esqueleto se presentó en escena, liberando de ella una atmósfera negra asfixiante. El individuo de carne pudo sentir la opresión causada por esa energía oscura, pero en lugar de sentirse asustado, mostró una sonrisa fría, podía darse cuenta de que su habilidad pasiva de resistencia estaba haciendo efecto, provocando que el daño fuera menor a lo esperado. Su rango de percepción mágica lo despertó de su momento de arrogancia, notando que algo se acercaba a gran velocidad, con destino a su garganta. Rápidamente llevó su mano derecha a cubrir su cuello, protegiéndolo con su energía mágica. La cosa extraña que se acercó cortó gran parte de su brazo, pero fue todo y, aunque la escena fue terrible, el individuo de cabellos desordenados no mostró ni un ápice de emoción. Lanzó un hechizo de recuperación, forzando a qué la herida detuviera el sangrado y se cerrara un par de centímetros.
--No más. --Dijo con un tono lúgubre.
*Geer.
Ambos se miraron, sin emoción en sus rostros, pero mostrando todas sus intenciones en sus orbes que ven el mundo. Hablaron en idiomas distintos, pero con la misma finalidad: conjurar hechizos.
Luces, explosiones, objetos volando... la sala era una completa locura, ambos individuos habían sufrido grandes consecuencias, pero ninguno de ellos mostró ni el más mínimo índice de querer rendirse. Con la respiración irregular volvió a conjurar, levantando su brazo izquierdo como conductor de la energía volátil que estaba a punto de materializarse. El esqueleto quiso conjurar, pero al momento de comenzar a extraer la energía de sus alrededores, notó que su vínculo se había roto, algo que lo desconcertó, entrando en un pánico de ignorancia.
--Jajaja, parece que lo logré. --Dijo al notar la situación y, aunque no había expresión en el esqueleto, después de haber pasado algo de tiempo con esos no-muertos comprendió un poco sus emociones, entendiendo un poco lo que ahora estaba sintiendo su enemigo.
Desactivó su hechizo y, comenzó a caminar hacía su oponente, aquel que sin saber lo había sumido en una completa frustración.
[Cambio de clase]
--La muerte por un hechizo es dolorosa, pero por un arma contundente lo es más --Apareció en su mano una maza de dos manos--. No lo hubiera sabido sino fuera por tus similares.
Hizo una media luna con su arma, golpeando las costillas del esqueleto, quién cayó al suelo, sin dolor, pero con el desconcierto dibujado en sus tres pequeñas esferas rojas.
--Puto esqueleto ¿Creíste que no me vengaría? --Dejó caer el mazo en una de sus piernas, rompiéndola en varios pedazos-- ¿Creíste que era demasiado débil? --Hizo una mueca de cansancio, dejando caer la maza en el vientre de su enemigo al no poder soportar su peso. Limpió sus comisuras con su antebrazo izquierdo y, de inmediato agarró nuevamente el mango del arma, forzándose a levantarlo, pero por más que lo intentó no pudo--... Quise --Dejó de intentarlo, mirando con odio al caído esqueleto--... quiero hacerte sufrir... así que tendrás que esperar...
Abrió su inventario, extrayendo una fruta dorada, sin dudar un solo instante la llevó a su boca, mordiendo un gran pedazo, solo bastó de unos pocos segundos para que su cansancio se esfumara, a la segunda mordida sus heridas sanaron, a la tercera recuperó la vitalidad de su cuerpo y, al terminar su cuerpo volvió a su mejor estado.
--Ventajas de tener amigos. --Dijo con una sonrisa que tenía muchos significados.
Al dar un paso al frente el esqueleto levantó ambos brazos y, aunque podría significar muchas cosas, el individuo de los cabellos desordenados lo interpretó como la aceptación de su derrota, provocando una sonrisa en su rostro.
--¿Clemencia? --Sujetó la maza, levantándola y en el mismo movimiento la colocó en su hombro-- ¿Cuántas veces me mataste? --Sabía que esa cadavérica criatura no entendía su idioma, pero estaba frustrado, su ira contenida por fin podía desbordarse, no estando dispuesto a volver a tragarse sus emociones--. Dime ¡¿Cuántas?! --Hizo girar la maza y, con un brutal movimiento hacia abajo destruyó el cráneo de su enemigo, no quería matarlo demasiado rápido, pero parecía que sus emociones habían ganado por primera vez en mucho tiempo.
El susurro de lo desconocido fue escuchado de inmediato en su cabeza, recibiendo la noticia de que había ganado dos nuevas habilidades y, que después de leer sus descripciones podía darse cuenta de lo maravilloso que eran. Y no solo eso, el esqueleto había dejado tres artículos como regalos: una túnica con propiedades mágicas, un anillo de oro también con propiedades mágicas y, su vara negra.
--Al menos sabes cómo recompensar. --Dijo al aire, riendo como un loco.
Después de recoger sus dos nuevas adquisiciones, fue a por las diversas bolsas de cuero tiradas en el suelo, las cuales contenían varios de sus artículos preciados que había perdido meses antes en sus deshonrosas muertes.
Al barrer la zona con su mirada, notó una pequeña abertura en una de las esquinas de la sala, caminó hacia ella, encontrándose con un pequeño pomo de bronce, lo movió, percatándose que no estaba cerrado, por lo que inmediatamente hizo por abrir, la pared se deslizó hacia afuera, apreciando el hermoso pasillo ceremonialmente iluminado y, decorado con una hermosa alfombra roja que daba a una enorme puerta negra en la lejanía, que aunque estaba muy lejos se podía sentir su imponencia. Su cuerpo vibró internamente, algo le decía que había llegado al final del camino y, aunque eso le resultaba demasiado risible por su larga estadía dentro del laberinto, no podía evitar sentir también emoción por ver qué era lo que le esperaba y, con un cúmulo de sentimientos dentro de su corazón, comenzó a caminar.
Después de cientos de pasos se encontró enfrente de la enorme puerta, que fácilmente podía medir cincuenta metros, con tallados que describían la flora, fauna y diversidad de criaturas que habitaban en el laberinto, algunas peleando, otras en calma y, aún después de estudiarla por varios minutos no pudo encontrarse él, algo que lo decepcionó, sintiéndose como un hijo no deseado, pero aquella emoción no duró demasiado, llevó su mano a tocar la superficie de la puerta, empujándola con todas sus fuerzas. Se abrió por la mitad, dejándolo apreciar la tenue iluminación de sus adentros y, al notar lo que se encontraba, su cuerpo volvió a temblar, experimentado después de mucho tiempo: el miedo.
El recinto estaba decorado por mantas con diversos emblemas de casas extrañas, bordadas de oro sobre telas rojas y negras. La superficie estaba compuesta por un material parecido al mármol, oscuro, pero reluciente, con una alfombra negra que daba directo a los escalones del otro extremo, donde encima de ellos se encontraba un trono grande, imponente y hecho de materiales tanto exquisitos, como aterradores.
No supo que hacer, las miradas de la centena de soldados fantasmales lo dejó helado, pero lo que en verdad le provocó un terror inimaginable, fue la fría mirada del sujeto sentado en aquel trono negro, con una postura desinteresada y tiránica. No tenía palabras para describir lo que ahora estaba sintiendo, hace mucho había sentido el miedo, la desesperación, el terror, pero sabía que lo que ahora experimentaba eran aquellas emociones fusionadas y potenciadas por cien. Bastaba con decir que tenía la piel de gallina, con la espalda empapada en sudor y, con sus piernas temblando. Rápidamente recurrió a sus habilidades de refuerzo de ánimo, todas ellas, no le importaba si algunas provocaban desventajas, ya no deseaba sentirse así, ya que era un sentimiento horrible.
El individuo sentado en el trono movió su mano lentamente, como si en verdad no le importara la vida de la persona en el umbral de la puerta. La centena de siluetas inmediatamente tomaron formación, volviéndose tangibles junto con sus armas y armaduras. Golpearon el suelo con sus pies, haciéndolo retumbar y, con una sincronización casi perfecta se arrodillaron justo en frente de los tres escalones que daban al trono. El sujeto pareció susurrar algo en un idioma desconocido, pero su par de palabras fue suficiente para hacer que sus fieles subordinados gritaran de júbilo, repletos de excitación por lo que se aproximaba.
Rápidamente extrajo una espada larga de su inventario, no era su arma definitiva, pero para experimentar sus primeras pruebas sabía que serviría. Su corazón ya estaba más calmado, su respiración había regresado a la normalidad y, sus ojos habían recuperado su habitual brillo, entendiendo que estaba preparado para recabar información de sus nuevos enemigos.
Justo al dar un paso después de la línea que dividía la sala del trono del pasillo, una lanza negra voló en línea recta, impactándose en el cuerpo delgado del individuo de la espada, quién notó demasiado tarde el proyectil.
∆∆∆
Su segundo regreso fue más tormentoso que el anterior, ya que, aunque conocía las desventajas del esqueleto, le costó más trabajo deshacerse del mismo, teniendo que esperar un par de días para recuperarse por completo e ir a retar a los soldados del "rey" en la sala del trono. Pudo darse cuenta de que aquellos individuos no atacarían a menos que cruzará la línea que dividía su territorio con el pasillo, por lo que tenía tiempo para preparar su equipo. Se vistió con una armadura completa, casco con cuernos negros y una espada de hoja roja, ambos encantados con atributos mágicos.
Cruzó el umbral y, al igual que la anterior vez le lanzaron una lanza a una velocidad brutal. La esquivó con ligera dificultad, bloqueando con su espada el inmediato ataque a su flanco derecho, luego levantó el arma para intentar bloquear una vez más, pero antes de siquiera entender la situación, su cuerpo fue atravesado por decenas de armas filosas, falleciendo al instante.
∆∆∆
Cómo era costumbre no perdió el tiempo, intentó, intentó e intentó, muriendo de mil y una formas, había entendido la batalla hace ya bastante tiempo, pero el poder de pelea de aquellas siluetas era demasiado, si era franco, cada una de ellas representaba la fuerza de un jefe de los últimos pisos y, aunque había logrado deshacerse de algunos cuantos gracias a su espada, la cantidad abrumadora hizo que el final se repitiera una y otra vez. Ya había pasado por situaciones similares, teniendo que arriesgarse a sufrir física y mentalmente para aprender los patrones, debilidades y estrategias de sus enemigos, el solo hecho de no poder encontrar ni una mínima esperanza para acabar con el pequeño ejército lo hacía sentirse más allá de la frustración, era como si mirara el oscuro abismo y, poco a poco caminara hacia el.
Había visitado a sus amigos árboles al menos un par de decenas de veces en los últimos meses, ya fuera para pedir de sus frutos, o solo para evitar que su cordura se rompiera, pero aún después de escuchar sus consejos, sus estrategias fallaban, no comprendiendo lo que tenía que hacer. No fue hasta dos años después que hizo por experimentar su estrategia número... la verdad ya ni recordaba cuál era, pero sabía que era un número de tres dígitos.
Estaba la regla de que después de morir sus estadísticas recuperarían sus puntos originales de su primera vez en el laberinto, excepto por aquellas que habían sido elevadas gracias a sus habilidades milagrosas. La simpleza de la estrategia se basaba en nivelar los puntos de sus estadísticas a los que él creía que poseían los soldados del "rey", ya fuera matando criaturas, jefes de piso y demás, siempre evitando una herida mortal para no morir desangrado y empezar de nuevo y, aunque eso era algo realmente simple, no lo había pensado antes, ya fuera porque sus estadísticas sufrían una fuerte mejora al matar a la criatura gorda con el hacha, al igual que al asesinar al mago esqueleto en la sala de investigación, por lo que ahora fue a por todas, no teniendo reparó en convertirse hasta lo que ahora había pensado que era imposible: en un completo monstruo.
Llegó esperanzado a la sala del trono, equipado con una armadura de escamas y una espada larga, sus brazos estaban cubiertos por la sangre de las interminables bestias y criaturas que había matado, al igual que parte de su rostro, dándole una apariencia salvaje. Se lanzó a la batalla, destruyendo la primera línea de vanguardia con unos pocos cortes, sin siquiera ocupar una habilidad. Sonrió, estaba extasiado, se sentía invencible y, después de exterminar hasta el último soldado fantasmal su sentimiento no disminuyó, no fue hasta sentir el ligero toque de una montaña que su mente regresó a la realidad, viendo a aquello que inesperadamente y por primera vez lo había matado: el sujeto que antes había estado sentado en el trono.
∆∆∆
Su táctica no cambió, mejoró sus estadísticas y atacó a los soldados del "rey", algunas veces logrando matarlos en un tiempo corto, otras veces en un tiempo largo, teniendo que ocupar pócimas o las frutas doradas de sus amigos árboles, pero fuera como fuese, solo necesitaba del toque de esa horrible criatura para que su cuerpo perdiera por completo el control y muriera. Las primeras veces sintió lógico que fuera tan poderoso, después de todo había pasado por un tormento para lograr matar a sus subordinados, sin embargo, aún después de una década de intentos fallidos en su contra, lo dejó con un mal sentimiento, sintiendo que no valía la pena seguir peleando, que era mejor acostumbrarse a vivir dentro del laberinto y dejar de soñar con la posible salida. No fue hasta ese día que todo su panorama cambió.
Por primera vez en años el individuo de casco negro no lo mató al instante, lo dejó arrodillado frente a él sin expresión, sin sentimientos y, como un padre que mira a su hijo, se colocó de cuclillas y, justo antes de atravesar su pecho con su puño, dijo, acompañada de una risa siniestra.
--Con fuerza no podrás derrotarme.
Su cuerpo cayó al suelo, manchando la hermosa superficie oscura con su sangre. En su rostro el desconcierto y la sorpresa estaba dibujado, por primera vez después de los casi dos siglos y medio dentro del laberinto, una criatura había hablado su idioma.
También te puede interesar
Comentario de párrafo
¡La función de comentarios de párrafo ya está en la Web! Mueva el mouse sobre cualquier párrafo y haga clic en el icono para agregar su comentario.
Además, siempre puedes desactivarlo en Ajustes.
ENTIENDO