—De acuerdo —aceptó Damien.
—Bien —respondió el mayor—, y un contrato de papel apareció de la nada, frente a Damien con una pluma y tinta emplumada.
—Ahora fírmalo.
Tomando la pluma, escribió su nombre en el espacio provisto y soltó la pluma.
Una luz blanca brilló sobre el papel, sellando el acuerdo. Justo entonces, Aurora estornudó, haciendo que Damien corriera a su lado.
—Aurora —llamó emocionado, examinando su rostro para ver si estaba bien. Haciéndola sentar, la apoyó contra su espalda y siguió revisando su cuerpo en busca de anomalías. Al no encontrar ninguna, suspiró aliviado.
—¿Qué está pasando? —preguntó Aurora, preguntándose dónde estaba.
Se estremeció cuando su mirada se cruzó con la de las brujas, preguntándose si estaba en el más allá. Pero el más allá se veía feo, ¿o estaba en el infierno?
La bruja mayor exclamó, con los ojos abiertos de par en par al darse cuenta de algo. Enrollando el contrato, lo hizo desaparecer y dijo:
—Pueden irse.