—Quiero un tiempo a solas —objetó ella, haciendo pucheros con los labios para resaltar su malestar.
—No es una opción, es necesario —respondió él con la misma autoridad que ella despreciaba. Siempre aprovechaba su posición como el Alfa, y ella no quería más que abofetearlo.
—Bien, entonces dormiré en el sofá. La cama es toda tuya —declaró ella, caminando hacia la cama y tomando una manta. Si él insistía en salirse con la suya, ella haría lo mismo.
Durmió en el sofá, cubriéndose completamente con la manta para molestarlo y esperando hacerlo salir de la habitación.
Se sonrió cuando hubo un silencio total por un momento, pensando que había logrado deshacerse del obstinado Alfa. Sin embargo, su alegría fue efímera cuando fue levantada repentinamente por unos brazos fuertes.
—¿Qué crees que estás haciendo? —gritó ella, luchando por liberarse de su agarre. Pero él era demasiado fuerte, y no podía escapar de su sujeción. Él sonrió con suficiencia y la llevó sin esfuerzo hacia la cama.