—Isolde, ya puedes volver a entrar —dijo Melinda mirando hacia la puerta, esperando que fuera abierta.
Luego, cuando ella entró, Aiden comenzó a sentirse algo nervioso puesto que mostraría su rostro.
«¿De verdad debería hacerlo?», pensó Aiden, con una última vacilación.
¿Valía la pena mostrarle su rostro y al mismo tiempo correr más riesgos con respecto a su identidad?
Cuanto más lo pensaba, más creía que en el futuro tendría que mostrar su cara a más gente, así que ¿por qué no empezar ahora?
Después de todo, no podía esconderse por el resto de su vida.
«Bueno, simplemente lo haré», pensó Aiden, poniendo fin a este dilema que actualmente acontecía en su mente.
Ya había perdido suficiente tiempo pensando en esas cosas.
—Él te mostrará su rostro —dijo Melinda, señalando a Aiden justo detrás de ella.
Isolde, al escuchar esto, se quedó un poco sorprendida, pues no creía estar lo suficientemente cerca de él para eso.