—Es el alfa, quien nos envió aquí, señorita —dijo Hanna, mientras ayudaba a Iris a sentarse, ella lucía pálida y de un vistazo se podía decir que la vida no había sido tan amable con ella últimamente—. Él no dijo nada, solo nos pidió que cuidáramos de usted.
Obviamente, Caña no les había contado sobre el embarazo de Iris, lo que la dejó con esa opción.
—Luna, ¿qué pasó? ¿Estás enferma? —preguntó Amee. Ella conocía lo suficientemente bien a Caña como para saber que algo andaba mal entre ellos dos, pero a menos que alguno de ellos dijera algo, no quería meter demasiado su nariz en su problema.
Pero, en lugar de decir algo, Iris estalló en lágrimas. Abrazó a Hanna fuertemente. Buscó el consuelo que no podía obtener de Caña, pero aun así, él era el único que quería. El único que su corazón necesitaba.