—¿Qué es? —Los ojos azules de Iris se iluminaron, se veían tan bonitos bajo este cielo estrellado.
Incluso cuando a Caña le gustaba la serenidad de este bosque y la quietud a su gusto, aún así, era su presencia la que traía paz a su mente caótica, la tranquilidad que anhelaba.
Caña la miró un poco más. Mechones de su cabello ondeaban con el viento y ella temblaba un poco cuando el frío acariciaba sus mejillas rosadas. Sus rizos se veían despeinados y Caña notó cómo ella intentaba domar su cabello todas las mañanas, porque se volvía muy consciente cada vez que él la miraba con el cabello desordenado.
Sin embargo, poco sabía Iris, cuánto le gustaba a Caña mirarla de esa manera. Se veía adorable a su manera, mientras torpemente pasaba sus dedos por el enredo de sus cerraduras.
—¿Qué es? —Iris preguntó de nuevo porque Caña no decía nada y seguía mirándola.