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1.92% Dominio de Douluo: La Maestría del Corazón Oscuro (Español) / Chapter 1: Capítulo 1: Niebla y Destino
Dominio de Douluo: La Maestría del Corazón Oscuro (Español) Dominio de Douluo: La Maestría del Corazón Oscuro (Español) original

Dominio de Douluo: La Maestría del Corazón Oscuro (Español)

Autor: Iosif_72

© WebNovel

Capítulo 1: Capítulo 1: Niebla y Destino

Seis años antes del nacimiento de Tang San

En una aldea situada en lo alto de una colina, la vida transcurría con la tranquilidad de la rutina diaria. Las familias se reunían en sus hogares mientras el crepúsculo teñía de sombras el cielo y las primeras luces de las casas comenzaban a brillar en la inminente oscuridad.

De repente, una niebla espesa y misteriosa comenzó a deslizarse entre las calles y casas de la aldea, como un manto silencioso que ocultaba todo a su paso. Los aldeanos, acostumbrados a los caprichos del clima, no le dieron mayor importancia, hasta que un golpeteo suave pero insistente resonó en la puerta del jefe de la aldea.

El jefe, un hombre robusto y de mirada bondadosa, frunció el ceño al escuchar el inesperado sonido. Se levantó y se acercó a la puerta, preguntándose quién podría ser a esa hora y con esa niebla. Al abrir, no encontró a nadie, solo la niebla que se arremolinaba como si ocultara secretos. Pero su mirada se posó en una cuna de madera que descansaba justo en el umbral de su hogar.

Dentro de la cuna, envuelto en mantas, yacía un niño de ojos curiosos que lo miraba sin llorar. Junto a él, un anillo de aspecto antiguo y una placa de un material que parecía hierro, grabada con un nombre desconocido.

El jefe de la aldea, con el ceño todavía fruncido, miró a su alrededor, esperando encontrar alguna pista de quién podría haber dejado al niño allí. "Pero, ¿quién puede tener el corazón de dejar un niño recién nacido aquí?" murmuró con enojo y preocupación.

No había nadie más a la vista, solo la niebla seguía danzando en silencio. Resignado y con un suspiro, el jefe decidió tomar la cuna en sus brazos y dijo: "Pues bueno, lo tomaré como un regalo de los dioses." Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras con su dedo acariciaba la mejilla del niño, que lo miraba con ojos grandes y atentos.

Con el niño ahora en sus brazos, el jefe de la aldea se dio la vuelta, entró en su casa y cerró la puerta tras de sí, dejando atrás la niebla y el misterio de esa noche. Lo que no sabía era que ese niño cambiaría el destino de la aldea y quizás, el de todo el mundo de "Douluo Dalu".

6 años después

El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte, bañando la colina y el pueblo de BaHun Zhuang con sus primeros rayos dorados. En la quietud del amanecer, se podía ver la figura de un niño corriendo con una energía inagotable alrededor de la colina, su silueta recortándose contra el cielo que poco a poco se teñía de colores cálidos.

Su pelo largo, oscuro como la noche, ondeaba detrás de él, atado en una cola de caballo que llegaba hasta la mitad de su espalda. La ausencia de camiseta revelaba una musculatura bien definida, el resultado de años de entrenamiento riguroso, que le daba la apariencia de un joven dios griego tallado en piedra viva. Cada músculo se contraía y relajaba con una gracia que desafiaba su joven edad.

"¡Cien! ¡Esta es la última vuelta!" exclamaba con determinación, su voz resonando en el aire fresco de la mañana. Sus pies apenas tocaban el suelo mientras entraba en el bosque que rodeaba la colina, moviéndose con una agilidad sobrenatural. Saltaba sobre troncos caídos y esquivaba árboles con una facilidad que solo podía venir de la práctica diaria y la dedicación.

El bosque se convertía en un borrón de verdes y marrones mientras él continuaba su carrera, cada paso un baile entre las sombras y la luz que se filtraba a través del dosel de hojas. En momentos específicos, su cuerpo se lanzaba en volteretas sobre obstáculos naturales, sus manos tocando brevemente el suelo antes de impulsarse de nuevo al aire.

Se deslizaba bajo ramas bajas con una gracia felina, su cuerpo curvándose y girando en un espectáculo de destreza física. El sonido de su respiración se mezclaba con el canto de los pájaros y el susurro de las hojas, creando una sinfonía de vida y movimiento.

Al llegar a un antiguo puente de madera que cruzaba un arroyo murmurante, sus pasos resonaban en la estructura, cada tabla de madera vibrando bajo el peso controlado de su carrera. Sin disminuir la velocidad, cruzaba el puente y seguía el camino de regreso a la aldea, su figura una mancha borrosa para cualquier observador casual.

El entrenamiento matutino era una danza que había perfeccionado a lo largo de los años, una rutina que lo mantenía en sintonía con su cuerpo y su entorno. A medida que se acercaba a BaHun Zhuang, el niño reducía la velocidad, permitiendo que su cuerpo se enfriara gradualmente.

Mientras el niño ascendía por el camino de piedra de la colina, se cruzaba con otros aldeanos que, al verlo, se apartaban rápidamente de su camino. A pesar de su juventud, su presencia parecía imponer una distancia invisible entre él y el resto de los habitantes de BaHun Zhuang.

Al pasar de largo, el murmullo de dos mujeres rompió el silencio matutino. "No sé por qué el jefe de la aldea lo recogió", decía una con desdén. "Debería haberlo abandonado en el bosque y que se lo coman los lobos", añadía la otra, con una risa cruel.

Sus palabras eran como espinas en el aire, y aunque el niño podía escucharlas claramente, su expresión permanecía inalterada. Sin embargo, por un fugaz instante, una chispa de intención asesina brillaba en sus ojos, un destello oscuro que revelaba la tormenta interior que luchaba por contener. Pero tan rápido como apareció, desapareció; el niño respiraba hondo, expulsando cualquier atisbo de ira, y continuaba su camino con la misma determinación de siempre.

Los comentarios hirientes continuaban a sus espaldas, pero él los dejaba atrás, junto con las sombras de la mañana. No eran más que un eco distante frente a la fuerza de su espíritu indomable.

Al acercarse al centro de la aldea, dos edificios se alzaban por encima del resto, ostentosos y bien cuidados. Sin vacilar, el niño se dirigía hacia el de la izquierda, un lugar que conocía bien.

Al entrar en la casa, Xue Sha dejó atrás el bullicio de la aldea y la frescura del aire matutino. "¿Está el baño preparado?" preguntó, dirigiéndose hacia el interior de la vivienda.

Desde la cocina, donde el jefe de la aldea estaba ocupado preparando la comida, llegó una respuesta afirmativa. "Sí, puedes entrar," dijo el jefe, su voz mezclándose con el chisporroteo de los alimentos en el fuego.

Con un asentimiento, Xue Sha se dirigió al baño. La puerta de madera se cerró tras él, y el sonido del agua llenó la estancia. El tiempo pasó, marcado por el ritmo constante de las gotas que caían en la superficie tranquila del agua.

Treinta minutos más tarde, Xue Sha emergió del baño, su cabello suelto y húmedo, reflejando la luz que se colaba por las rendijas de la ventana. Vestía una indumentaria cómoda, adecuada para relajarse después del baño, pero lo suficientemente práctica para moverse con libertad.

Se acercó a la mesa donde el jefe de la aldea ya estaba sentado, frente a un surtido de platos con diferentes tipos de carne, verduras y arroz. Xue Sha tomó asiento y empezó a comer, alternando hábilmente entre los distintos manjares con sus palillos.

A mitad de la comida, levantó la mirada hacia el jefe de la aldea y dijo, "Viejo, ¿cuándo vienen para despertar mi espíritu?"

El jefe de la aldea, con una mirada fingidamente severa, golpeó la mesa con un puñetazo que hizo temblar los utensilios. "¡Te he dicho que no me llames así!" exclamó, aunque una sonrisa se asomaba en su rostro.

Xue Sha sonrió con picardía y replicó, "Viejo, tienes casi 70 años, y me vas a decir que no eres viejo. Pero dejemos eso de lado, ¿cuándo vienen?"

El jefe de la aldea soltó un suspiro amistoso y, retomando su comida, respondió, "Si no me equivoco, llegarán mañana."

Satisfecho con la respuesta, Xue Sha continuó comiendo, y la conversación se desvaneció en el sonido de dos personas disfrutando de su comida en compañía.


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