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Rain tuvo dificultades para contener su risa; esos nombres le parecían sumamente simplistas, pero al menos logró reprimir sus pensamientos. En todo caso, Rain se percató de que Branden, Orcis y Lorene reaccionaron al nombre del primer tipo, y quería preguntar por qué, pero decidió hacerlo más tarde.
—Rain, contaremos contigo para moverte rápido —dijo Branden.
—Será difícil moverse con tanta gente —dijo Rain—. ¿Tenemos alguna pista ya?
—No, pero la tendremos pronto. Hablemos en nuestra tienda —respondió Branden.
El grupo se dirigió hacia la gran tienda montada en la casa de Orcis. Mientras caminaban juntos, Rain no podía deshacer la sensación de que algo inusual estaba ocurriendo en torno a sus tres invitados de la gente del mar. Era como si una magia sutil y casi imperceptible estuviera en juego.