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38.88% BORUTO & NARUTO: Lo Que Algún Día Seremos / Chapter 21: Capítulo Séptimo: ¿La Voluntad De Un Difunto Hokage?

Capítulo 21: Capítulo Séptimo: ¿La Voluntad De Un Difunto Hokage?

En la incertidumbre de mi consciencia, vislumbro cosas que se supone no debería ver. Constantemente me pregunto si es un sueño o un castigo divino por aquellos que prohíben el uso de la salvación a seres tan inconclusos como nosotros.1

Veo lo que está más allá y lo que está aquí. Mi mente retrocede y me obsequia visiones del más allá que ya pasó. No soy consciente de lo que mi mente hace conmigo.
Algún día, este mundo colapsará debido al egoísmo humano. Somos animales con inteligencia y consciencia de derechos, y, sin embargo, somos incapaces de extender esos mismos derechos a quienes juegan un papel secundario en nuestras vidas. Algún día, este mundo se desmoronará por las visiones que tengo. Algún día, no seré yo quien cuente todo lo que he visto, y tampoco podré ser yo quien lo haga.
Lo que ocurrió, ocurrió. Y lo que sucederá queda en manos de quienes juzgan el pasado. Me encuentro aquí, intentando arrancarme las uñas en un esfuerzo por quitarme esas visiones de los ojos. Algún día, mis ojos no estarán. Algún día, no contaré con mis uñas, ni con mis dedos o carne. Pero seguiré escribiendo, ya sea con los dientes que arrancaré o con la sangre que caiga de mi pecho.
Seguiré viéndolo, aunque ya no tenga ojos, y seguiré sintiendo el mismo miedo, incluso cuando el dolor de mi piel arrancada queme mi cuerpo."
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo mientras su hombro izquierdo rozaba sutilmente el de la anciana, sintiendo la tensión que la invadía.
Aunque los ojos de la mujer estaban cerrados por las arrugas, podía notarse la inquietud y la preocupación en su narración. El sudor resbalaba por los lados de su rostro mientras apretaba los dedos sobre su regazo con fuerza.
Mirai se sentía petrificada, con la incertidumbre ardiendo en su pecho, bajó la mirada hacia la página del libro.
Observó símbolos que parecían ajenos a la narrativa del relato: medias lunas, soles, figuras humanas con descripciones que imploraban a la media luna que se dibujaba justo en medio de un sol resplandeciente.
Los trazos no eran definidos pero tampoco descuidados, transmitían la intención del autor de ser reconocible, aunque también denotaban impaciencia para plasmar sus intenciones.
Más abajo en la página, había rasguños que al principio Mirai sospechó que eran dibujos descartados, pero descartó esa teoría al notar que el trazo de los rayos del sol era bastante similar.
— Parece un mar de tinta y crayón... — La mujer afirmó a su lado. —
— Les dijiste a mis subordinados que te invocaron a ti y a tus amigos a través de un pergamino. — Repitió la mujer, captando la atención de Mirai. — La persona que escribió esto parece advertir de un mal que se aproximaba... Ahora, teniéndote frente a mis narices, puedo finalmente darme cuenta de a qué se refería con todas esas ilustraciones y narraciones.
Mirai abrió los ojos en confusión al ver cómo la mujer parecía salir del shock y comenzaba a llegar a una conclusión a la que había ansiado llegar durante muchas décadas.
— Aunque no entiendo qué tienen que ver el sol y la luna... — Comentó para sí misma, agarrándose el mentón. Luego, miró con seguridad a la adolescente. — Pero sin duda se refiere al cataclismo de tu tiempo. Estoy segura de que el trato con el pergamino, aunque sea mínimo y no provoque tal daño, puede causar visiones. — Afirmó con determinación. —
— ¡¿Tratar con el pergamino, aunque sea un poco y no provoque tal daño, puede causar visiones?! — Cuestionó Mirai, sintiendo que su corazón iba a salirse por la boca. —
— Si el tiempo fuese lineal, definitivamente no sería así. — Habló la Gran Anciana. Se acercó a Mirai para susurrarle. — Pero si tomamos en cuenta que fuiste traída por el pergamino, pueden existir dos opciones: que en tu línea temporal también se creó el pergamino, o que realmente provengas del futuro... y el cataclismo que ocurrió eliminó todo rastro de la existencia de tu tiempo.
— Esto... Yo...
— Déjame ponértelo en términos más simples. — Facilitó la mujer a la confusa Mirai, quien rodó los ojos. — Si tu padre murió aquí también, entonces definitivamente esta es la línea en la que naces. Sin embargo, no eres parte de ella, porque no fuiste invocada al cuerpo del bebé, sino en tu cuerpo original. Y si algo le sucediera a la Mirai de este tiempo, nada te ocurriría a ti. ¿Entiendes? La destrucción cataclísmica provocó que te individualizaras con el tiempo. Sigues siendo parte del tuyo, pero estás siendo resguardada por el pergamino.
Cuando terminó la explicación, Mirai tuvo una revelación.
— ¡Eso fue exactamente lo que me contó mi superior! — Exclamó incrédula. — De hecho, esa fue la razón por la que me dejaron a cargo de los demás... Dijo que era mejor que, con eso en mente, fuera yo quién los liderara.
Mirai miró por encima de su hombro derecho hacia la pequeña cueva que se usaba como habitación para sus amigos.
Habían perdido el conocimiento después del impacto. Mientras ella también se desvanecía en la inconsciencia, la anciana verificó sus estados. Tranquilizó a Mirai con la noticia de que todos estaban bien y que no tardarían mucho en despertar.
Recordando cómo su chakra fue drenado por el enemigo y viendo cómo el mundo se oscurecía mientras los demás quedaban expuestos, sintió un pinchazo en su corazón.
— Estoy empezando a creer... Que Shikamaru-sensei sabía de todo a lo que te refieres. Porque no entiendo... por qué me encomendaría a su propio hijo.
— ...
La anciana observó a Mirai con un brillo en los ojos que ella no había visto antes. Era un brillo de empatía y compasión que la sorprendió. A pesar de su rostro sereno y arrugado, la anciana parecía comprender los temores de Mirai.
— Es difícil cuidar del hijo de alguien más. — Dijo en voz baja, como si estuviera hablando consigo misma. —
Mirai se sintió reconfortada en medio de su angustia al escuchar esas palabras. Había pasado tanto tiempo tratando de ser perfecta en todo lo que hacía que se había olvidado de que no estaba sola en su lucha por la perfección. La anciana parecía entender eso, aunque no dijera mucho más.
— Recuerdas lo que le pasó a la tinta en tu mano, ¿no? — Preguntó la anciana después de un rato de silencio. —
Mirai frunció el ceño, tratando de recordar a qué se refería la anciana. Pero antes de que pudiera preguntar, la anciana continuó:
— Es importante que te cuides de los ataques de los ninjas del pasado. Ellos pueden ser peligrosos si no estás preparada para ellos.
Mirai sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había oído hablar de los ninjas del pasado, pero nunca los había visto. No sabía cómo prepararse para enfrentarlos.
Los que había visto eran débiles, en comparación con los que su madre le había descrito.
La anciana pareció leer su mente.
— No te preocupes. — Dijo con determinación controlada, cruzando los brazos. — Mantén tus ojos y oídos alerta. Recuerda y aprende todo lo que puedas de ellos, porque es una mentira pensar que se detendrán ahí. Además, según lo que has escuchado, no son los únicos que buscan y buscarán a personas como ustedes.
— ¿Y qué debo hacer entonces? — Mirai lamentó, con creciente desesperación mientras se dirigía a la anciana. Su angustia era palpable. — ¿Dónde puedo encontrar las esferas sin correr el riesgo de sufrir ni un solo rasguño? ¡Si soy de un futuro lejano, un simple corte podría matarme en segundos!
— Te he dicho que estudié estos escritos. — Recordó la mujer. Mirai se mordió el labio para evitar hablar. — Hay muchos relatos como el que hemos leído, y algunos están conectados. Eso me llevó a pensar en una forma en la que puedas evitar ese tipo de daño.
— ¿Eh...?
La anciana observó a Mirai con una expresión enigmática, como si hubiera descubierto un secreto oculto en el fondo de su alma. Mirai sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral al ver su sonrisa amable, pero llena de misterio.
— ¿Recuerdas lo que le pasó a la tinta en tu mano, ¿no? — Dijo la anciana, en un tono sugerente. Mirai frunció el ceño, tratando de entender qué quería decir. — Es como si fueras la tinta, y el mundo actual fuera tu mano. — Continuó la anciana, con una voz suave y misteriosa. — Si tu mano está acostumbrada a la tinta Pasada, entonces no habrá problema. Pero si es la primera vez que tocas la tinta del Antes, tu mano se manchará y el daño será inevitable.
Mirai asintió, comprendiendo el significado detrás de sus palabras.
— ¿Y qué debo hacer? — Preguntó ella, ansiosa. —
— Debes salir y acostumbrar tu cuerpo a este mundo; Otórgale todas las sensaciones que puedas del Pasado. — Dijo la anciana, con una sonrisa amable. — Necesitas encontrar las esferas, pero también debes acostumbrar a tu cuerpo para que se adapte al tiempo de este mundo. Aprende a vivir en este tiempo. Aprende todo lo que puedas, mantente alerta y en movimiento. Solo así podrás sobrevivir.
Mirai asintió de nuevo, esta vez con una determinación firme en sus ojos, después de un rato de reflexión. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidida a hacer lo que fuera necesario para encontrar las esferas y regresar a su hogar.
— ¿No era eso lo que querías? — Preguntó la anciana, con una sonrisa irónica. —
Mirai sonrió, admirando la sagacidad de la anciana.
— Sí, eso es exactamente lo que quiero. — Dijo ella, con determinación. —
Mirai se dirigió hacia sus pertenencias a sus espaldas y encontró lo que buscaba. Cuando lo alzó, colocó su bandana en su frente, y esta iluminó el escondite al reflejar la luz llameante de la fogata.
— Y no me detendré hasta lograrlo.
En el escenario abstracto de su subconsciente, Boruto se siente perdido y vulnerable en un universo sin límites.
Los colores brillantes e intensos a su alrededor se mezclan en un torbellino de luz que lo desorienta. Se esfuerza por mantener el equilibrio mientras flota en la nada.
La voz de Momoshiki suena lejana, pero su mensaje es claro: la vida de Boruto será una existencia solitaria y llena de dolor.
— ¡Gh..! – En su estado flotante, Boruto se agarra la cabeza con sus manos. Creía que, cerrando los ojos, la voz cesaría. — ¡Cierra la boca! ¡¡No te escucharé!!
Pero la voz de Momoshiki no cesa. Boruto siente como sus palabras le perforan el cerebro, causando una agonía insoportable. La presión en su cráneo aumenta y una punzada de dolor le atraviesa la sien. Boruto grita, pero su voz no tiene eco en el espacio vacío.
— ¡Cállate, cállate! — Suplica Boruto, pero Momoshiki se ríe de él. —
 No puedes ignorarme, Niño. Soy parte de ti ahora. Y te aseguro que no podrás resistirme por siempre.
Boruto se siente abrumado y derrotado. La idea de que Momoshiki pueda controlarlo lo aterra. Pero algo en su interior se niega a rendirse.
Boruto se concentra en su voluntad de proteger a sus amigos, de sobrevivir a lo desconocido, y lucha con todas sus fuerzas por alejar a Momoshiki de su mente. No quiere volver a pasar por eso.
Recuerda con dolor la catástrofe que sucedió: la destrucción de su hogar, la desaparición de su hermanita, y la sensación de estar solo y perdido.
También recuerda haber sido invocado al pasado sin ella. La desesperación lo invade y se da cuenta de que no quiere volver a sentir esa soledad. No quiere perder a sus amigos, a su familia, a nadie.
Eso es lo que lo mantiene luchando contra la voz de Momoshiki en su mente, el miedo de perder lo que más ama. La rabia también lo impulsa a resistir, recordando todo el sufrimiento que causó el clan Otsutsuki. Boruto sabe que debe ser más fuerte que su enemigo, y lucha con determinación por recuperar el control de su mente.
— Tengo que admitirlo. Bendeciré el alma de tu padre al hacerlo. — Escuchó decir al Otsutsuki. Su tono era igual de petulante en las expresiones mundanas. — ... Encontrar una salida tan destructiva y dar su vida y la del mundo para salvar a unos mocosos, es cosa de felicitación. La última vez que supe de una técnica así... se me tenía prohibido indagar más. Incluso... se advirtió que, cualquier Otsutsuki que se atreviera a intentarlo, sería castigado con el destierro o la ejecución.
— ¡¡Te ordené que cerraras la boca!!
Mientras Momoshiki seguía hablando, Boruto se sentía cada vez más atrapado en su mente. La idea de que sus amigos y familiares podrían morir antes que él lo paralizaba.
Pero en un momento de claridad, Boruto se da cuenta de que Momoshiki solo está tratando de debilitarlo y manipularlo. Él se niega a ser controlado por su enemigo y comienza a luchar con más fuerza, pero con un escalofrío creciente.
— No quiero escucharte más. No importa lo que digas, no me rendiré. ¡Si mis amigos y mi familia están en peligro, los protegeré! — Grita Boruto, haciendo eco en la nada que lo rodea. —
Sus ojos se cerraban con muchísima fuerza. Momoshiki daba vueltas frente a él, buscando unir sus miradas, pero en el proceso no evitó percatarse del aura distinta en el único Uzumaki.
— Oh, cómo me divierte tu valentía, joven humano. Pero, ¿qué tan fuerte eres realmente? ¿Podrás protegerlos a todos? ¿Podrás evitar el destino que les espera? — Cuestiona Momoshiki con un tono burlón, mientras se acerca a Boruto en su mente. —
Boruto siente un escalofrío recorrer su cuerpo ante la cercanía del Otsutsuki. Pero en lugar de retroceder, mantiene los ojos cerrados y se concentra en su fuerza interior.
Siente una energía cálida y protectora que lo envuelve, haciéndolo sentir más seguro y confiado.
— No necesito ser más fuerte que tú. Solo necesito ser lo suficientemente fuerte para proteger a los que amo. — Dice Boruto, con determinación resonando en su voz a pesar del desacierto en su corazón. —
Aquellas palabras no llegaron a Momoshiki como era costumbre en encuentros anteriores.
Momoshiki frunce el ceño mientras observa a Boruto con atención. Por un momento, no puede evitar sentir una extraña sensación de sorpresa ante lo que ve en la mente del joven Uzumaki.
Él esperaba encontrar un desafío, un enemigo digno de su poder, pero lo que ve es algo diferente. Es como si Boruto tuviera una extraña protección que Momoshiki no puede penetrar.
La expresión de Momoshiki cambia, de una mueca petulante a una de curiosidad.
Él está intrigado por esa sensación que le impide moldear a Boruto a su voluntad.
Es algo que no ha experimentado antes, y siente una extraña fascinación por ello. A pesar de la aparente debilidad de Boruto, hay algo en él que lo hace inmune a la influencia de Momoshiki.
Pero la curiosidad de Momoshiki se desvanece cuando escucha la voz de Sarada llamando a Boruto desde fuera de su mente. Él se da cuenta de que su tiempo con Boruto está llegando a su fin y que debe regresar a su propio plano de existencia en la mente del Uzumaki.
Por una última vez, ve con un rostro inexpresivo al rubio que se negaba a verlo, y que luchaba con su propio miedo.
— (Esta sensación... me es familiar.) — Pensó el Otsutsuki. Su entrecejo se frunció. — (¿Qué demonios ha hecho el malnacido de tu padre, Boruto?)
Con una última risa de resignación nublosa, Momoshiki se despide de Boruto, prometiendo regresar pronto.
— ¡Boruto!
Boruto lucha por abrir los ojos, sintiéndolos pesados y adormilados, como si estuvieran cargados con toneladas de arena. Su cuerpo se siente rígido y entumecido, como si hubiera pasado horas en la misma posición. Finalmente, después de un gran esfuerzo, logra abrirlos, solo para ser recibido por la oscuridad del refugio subterráneo.
Sin embargo, lo primero que capta su vista es el rostro preocupado de Sarada. Sus ojos, cansados y pesados, apenas pueden enfocar la figura de la chica a través de la luz de la fogata que se siente cercana.
Él nota cómo los lentes de Sarada evitan mirar directamente a sus ojos, quizás para evitar el brillo de la fogata que los hace ver borrosos.
Boruto se sienta con esfuerzo, sintiendo cómo sus músculos tensos protestan por la falta de movimiento. Trata de recordar cómo llegó aquí, pero todo está borroso en su mente.
La voz de Sarada lo saca de su aturdimiento.
— ¿Cómo te sientes, Boruto?
El rubio jadea como respuesta. Se agarra el hombro como reflejo del dolor repentino.
— Espero esta vez no ser el único que se siente así...
— No lo eres; Todos estamos igual.
Boruto observa cómo Sarada, con una mirada sombría, aparta la vista de los demás compañeros que comienzan a despertar lentamente. Se percibe cierta distancia en sus palabras, como si el peso de la situación les impidiera conectarse plenamente.
Mientras Sarada evita el contacto visual directo, se dirige a Boruto con una voz cargada de resignación:
— No estamos donde pensábamos, Boruto. Al parecer, hemos llegado al lugar que Mirai-san estaba buscando, pero... algo salió mal. Nos encontramos en un tiempo distinto al nuestro. Nuestro tiempo... se ha perdido.
Las palabras de Sarada atraviesan a Boruto como una flecha helada. Un escalofrío recorre su espalda, mientras la sensación de pérdida y desconcierto se apodera de él. Sin embargo, en medio de la oscuridad que lo envuelve, una chispa de determinación comienza a arder en su interior.
— ¿En el pasado? — Murmura Boruto, apenas audible. — ¿Entonces... todo lo que vimos sí está pasando?
Sarada asiente con tristeza, su mirada abarcando a los demás compañeros que, poco a poco, van tomando conciencia de la situación.
Boruto queda sin palabras, su mente luchando por asimilar la devastadora realidad que le han revelado. Sus ojos, llenos de incredulidad, buscan desesperadamente respuestas en el oscuro refugio subterráneo.
La desolación lo embarga, sintiendo como si un abismo se hubiera abierto frente a él, devorando todas las esperanzas que alguna vez tuvo.
Una sensación de vacío y desesperanza se apodera de Boruto, como si cada paso en este extraño tiempo perdido lo alejara aún más de una posible solución. Cada latido de su corazón parece resonar en sintonía con su angustia, amenazando con hacerlo desmayar en cualquier momento.
Mientras lucha contra sus pensamientos caóticos, su mirada se posa en Sarada, quien está arrodillada frente a él. Su rostro, habitualmente decidido y enérgico, ahora refleja una sombría resignación. Aunque sus ojos no se encuentran directamente, Boruto puede sentir el reflejo de su propia desesperación en los de ella.
Los susurros y lamentos de sus compañeros llenan el aire, entrelazándose en un coro de tristeza y desconsuelo. Algunos se abrazan, buscando consuelo en la cercanía de sus seres queridos, mientras que otros simplemente se lamentan en silencio, sumidos en la profunda tristeza que los embarga.
Mientras desvía su mirada por un momento, Boruto divisa a Mirai al fondo, junto a Inojin. La mano de Mirai reposa sobre el hombro del Yamanaka, transmitiendo una sensación de apoyo y consuelo en medio de la adversidad.
Boruto se pregunta cómo Mirai, también afectada por esta situación, puede encontrar la fuerza para brindar consuelo a los demás en un momento tan oscuro.
En ese instante, la sensación de desamparo se intensifica para Boruto. Siente que el mundo se ha vuelto un lugar irreparable, donde sus esperanzas y sueños han sido arrastrados por una corriente inescapable. El peso de la incertidumbre amenaza con aplastarlo, haciendo que anhele que todo esto sea simplemente una pesadilla de la que pronto despertará.
Quisiera que todo esto sea solo una situación fuera de contexto, una consecuencia de la destrucción que él había presenciado...
Konoha estaba en pie, pero su hogar había sido aniquilado.
En medio de la devastadora realidad, Boruto siente cómo la verdad se le clava en el pecho como una espina que le impide respirar. Cada palabra que ha escuchado, cada imagen que ha presenciado, todo se agolpa en su mente, amenazando con abrumarlo por completo.
Sus pulmones luchan por encontrar el aire necesario mientras se atraganta con la amarga realidad. El nudo en su garganta se aprieta con cada pensamiento que le recuerda la magnitud de lo que han perdido y la incertidumbre de lo que está por venir. Es como si la carga de la verdad fuera demasiado pesada para soportar.
En medio de su lucha interna, Boruto percibe el acercamiento de Mitsuki, su fiel compañero de equipo. Mitsuki, que ha estado ocupado consolando a Tsuru, se da cuenta del sufrimiento de Boruto y se apresura hacia él, preocupado por su bienestar.
Los ojos de Mitsuki reflejan su profunda preocupación mientras se arrodilla junto a Boruto, extendiendo una mano en un gesto de apoyo.
La cercanía de su amigo es un bálsamo reconfortante en medio de la angustia que lo consume. Boruto se siente reconfortado por la presencia de Mitsuki, sabiendo que no está solo en esta prueba abrumadora.
La repentina atención que Mitsuki le brinda a Boruto no pasa desapercibida para Mirai, quien ha estado observando en silencio la escena. Su mirada inquisitiva se posa en los dos jóvenes, preocupada por la angustia que desborda a Boruto. Sabe que es su deber como líder y protectora intervenir y brindar ayuda.
Con pasos rápidos pero cautelosos, Mirai se acerca a ellos, su semblante serio, pero al borde de la ruptura. A medida que avanza, su mente trabaja a toda velocidad, evaluando la situación y considerando las posibles acciones para respaldar a Boruto en su momento de desesperación.
En medio de la desolación y la oscuridad abrumadora, las miradas de Mirai y Boruto se cruzan en un instante cargado de dolor y desesperanza. Los ojos angustiados de Boruto ruegan respuestas a Mirai, como si gritaran en silencio: "¿Por qué? ¿Cómo hemos llegado a esto?".
La expresión de Mirai se quiebra ante la mirada desgarradora de Boruto. El dolor y la tristeza se reflejan en sus ojos, como si cada palabra no dicha resonara en el silencio que los envuelve. Boruto intenta hablar, pero las palabras se desvanecen en su garganta, ahogadas por la aplastante realidad que les rodea.
Con el corazón desgarrado, Mirai se arrodilla frente a Boruto, su mano temblorosa reposando sobre su hombro. Sus ojos, cristalinos y repletos de lágrimas reprimidas, reflejan una tristeza profunda y un desconsuelo abrumador. A través de su mirada, Mirai le susurra sin palabras a Boruto: "No hay escapatoria. Esto es real".
La intensidad del momento se cierne sobre ellos como un peso insoportable, como si el mundo entero hubiera caído sobre sus hombros. La soledad y la sensación de estar perdidos se vuelven casi insoportables, pero Mirai y Boruto enfrentan juntos la cruel realidad que les ha sido impuesta.
El contacto físico entre ellos se convierte en un intento desesperado de encontrar algo tangible en qué aferrarse, de hallar consuelo en medio de la devastación. En silencio, Mirai sostiene a Boruto, sus dedos entrelazados en un gesto de apoyo y consuelo, pero el dolor que comparten es abrumador y parece no tener fin.
En ese instante, la tristeza y el desaliento se entrelazan en sus almas, como dos heridas que encuentran un punto de conexión en medio de la desesperación. El silencio habla volúmenes sobre el sufrimiento y la desolación que los consume, sin una solución a la vista.
Ahora que habían encontrado lo que buscaban, habían llegado a un punto sin retorno.
El pasado.
Nunca regresará a casa... él ya no pertenece a ningún lugar.
— ¿Y ahora qué...? — Se escapó de los labios de Boruto. Parecía que las palabras patinaban por su boca, en busca de aire. — ¿Qué haremos ahora...? ¡¿A dónde iremos ahora?!
— ¡Boruto! — Sarada apenas salió de su propio trance, cuando Mitsuki intentó calmar al Uzumaki. —
Mirai se impacientaba por tranquilizarlo. Lo abrazaba tan fuerte como podía, sin intenciones de soltarlo. Sin embargo, algo en su expresión dejaba entrever cierto autoconvencimiento. Casi como si luchara con el deseo de responder todas sus preguntas, pero simplemente no pudiera.
Boruto abría los ojos tanto como podía, al borde de las lágrimas que se negaban a caer, incluso cuando su padre enfrentó el núcleo destructivo que amenazaba a su aldea; La aldea que su padre se había jurado proteger.
— ¡¡Nada de esto sucedió sin razón!! ¡Los responsables de todo esto siguen ahí afuera, disfrutando del caos que han provocado!
Boruto ignoraba las punzadas en sus costillas. Aunque su cuerpo estaba más que consciente de su estado, su mente y corazón obligaban a sus músculos y huesos a ceder ante su devastación. Tragaba tanto aire como podía, sin haber terminado ni siquiera sus frases.
Su voz resonaba en las paredes de piedra, llenando por completo el escondite. Mitsuki fruncía el ceño, sujetando al único Uzumaki por los hombros.
Sarada observaba su gesto casi sin moverse. En su rostro se reflejaba la misma devastación, pero con un hundimiento progresivo en su expresión. Las palabras del rubio golpeaban su corazón con cada grito, y sus ojos se agrandaban en silencio.
Sentía como si se encogiera al asimilar las palabras de Mirai minutos atrás. Boruto, en medio de su desesperación y creciente angustia, continuaba con sus preguntas, como si cada palabra fuera un escape para su frustración acumulada.
Su voz temblaba con una mezcla de rabia y tristeza, y cada pregunta resonaba en el espacio claustrofóbico del refugio.
— ¿Por qué tuvimos que llegar a esto? ¿Por qué tuvimos que perderlo todo? — Su voz se quebraba mientras las palabras salían de su boca, cargadas de un dolor inmenso. —
Buscaba respuestas que parecían estar fuera de su alcance, tratando de comprender el propósito de su sufrimiento.
— ¡Hay Chunin allá afuera que se niegan a ayudarnos! ¿Por qué? ¡Si seguimos siendo unos malditos cobardes, jamás nos enfrentaremos a los que mataron a mi padre!
Los demás compañeros, también afectados por la devastación de la situación, se sumieron en un silencio sepulcral. El tono desgarrador de las palabras de Boruto resonaba en sus corazones, aumentando aún más la sensación de desolación que los envolvía.
Mirai, con una mirada llena de pesar y compasión, intentaba calmar a Boruto, pero sus esfuerzos eran en vano. Las preguntas del joven Uzumaki parecían no tener fin, y la frustración lo consumía, arrastrando a los demás en su turbulencia emocional.
Sin embargo, cuando parecía que la desesperación iba a devorarlos por completo, un grito resonante y potente llenó el aire, proveniente de la anciana que hasta entonces había permanecido en silencio.
Su voz, llena de autoridad y sabiduría acumulada a lo largo de los años, cortó el torrente de preguntas de Boruto.
— ¡Basta ya, Mocoso Desgraciado! — Su grito retumbó en el refugio, dejando un eco de silencio en su estela. —
La hoguera lanzó sus llamas, iluminando la presencia de la mujer con lo que parecía ser un báculo en su mano.
— ¡Tus ineptitudes me ofenden! Gritarle así a alguien que te ha apoyado, incluso cuando eras una carga para los demás, es una gran falta de respeto. — Su voz resonó con fuerza, mezclando ira con sabiduría, dejando a Mirai y a los demás en el escondite expectantes ante sus palabras. —
La Sabia Anciana dejó en claro su posición, sorprendiendo a todos con su firmeza en tan poco tiempo de conocerse.
— ¡Tú, mocoso mimado y bastardo, AL IGUAL QUE TUS COMPAÑEROS, son una PLAGA! — Su voz retumbó, haciendo hincapié para que Boruto captara el mensaje en silencio. — Estar en el pasado no te da el derecho de quitarle la vida a nadie. ¿Me estás escuchando? ¡A NADIE! La habilidad que te trajo aquí es solo la punta del iceberg de los peligros que te aguardan.
Las palabras de la anciana eran duras pero veraces. Aunque dolieran, resonaban en lo más profundo de Boruto, recordándole que, a pesar de su juventud y vulnerabilidad, debía encontrar la manera de enfrentar los desafíos que la vida le presentaba.
La sala quedó sumida en un silencio denso, donde las palabras de la anciana se aferraban a los corazones de los presentes. Boruto, con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas contenidas, miró a Mirai lentamente, comprendiendo que no había respuestas fáciles ni soluciones inmediatas.
El recuerdo de cómo ella había intercambiado su lugar con el de Sarada para salvarla del enemigo iluminó a Boruto como un destello de luz en la oscuridad.
Era momento de aceptar la realidad y encontrar la fuerza necesaria para seguir adelante, incluso en los momentos más oscuros.
La mirada de Mirai se encontró con la de la gran anciana, y en ese intercambio silencioso se transmitió la comprensión mutua de que, a partir de ese momento, debían apoyarse y protegerse unos a otros en este nuevo y desconocido capítulo de sus vidas. También significaba que debían aprender a no depender de los adultos que ya no estaban con ellos.
— Viajar al pasado conlleva un gran riesgo; un precio a pagar. — Dijo la anciana cuando el calor del silencio los envolvía. Aunque su enojo aún estaba presente, calmó su tono a regañadientes. — El tuyo y el de tus amigos es alto, Boruto.
La mención de su nombre hizo que Boruto abriera los ojos, alarmado, dirigiendo su atención hacia la mujer que sostenía su báculo.
— No es como lo narran los cuentos o las novelas. Viajar al pasado mediante el pergamino es mucho más complejo. — Explicó la anciana mientras todos los niños la observaban desde el suelo, incluida Mirai, que ya estaba al tanto de la mayoría de las cosas. — Distorsión del chakra, de la sangre o aniquilamiento lento y permanente de los sentidos o la consciencia. Son cosas que ustedes les provocan a las personas de su tiempo si se juntan con ellas.
— ¿Qué...? — Jadeó Boruto, desconcertado. —
— Todo tiene un precio. — Continuó la anciana, poniéndose de pie para mirar a Boruto directamente. — Para salvarlos, los adultos dieron sus vidas y destruyeron todo su tiempo para que nada de lo que ocurra aquí los mate a ustedes. Sus existencias son invisibles y tan delicadas como el vidrio más fino que existe. Y si el Chunin que los envió hasta mí realmente quería ayudarlos, entonces tenía que alejarse de ustedes. Interactuar con ustedes implica una muerte lenta y dolorosa.
Mirai guardó silencio, sorprendida por las revelaciones de la gran anciana. La información sobre el daño que la existencia de los niños podría causar en las personas de su tiempo era completamente nueva para ella. En su rostro reflejado, se podía ver la conmoción mientras procesaba las palabras que acababa de escuchar.
Un torbellino de pensamientos y emociones se desataba en su interior. Por un lado, estaba su preocupación por el bienestar de los niños, especialmente de Boruto, cuya angustia y desesperación eran palpables en cada gesto y palabra.
Sentía la responsabilidad de protegerlos y guiarlos en esta peligrosa travesía. Pero, por otro lado, ahora comprendía el peligro que suponían para las personas de su tiempo.
La lucha interna se reflejaba en su mirada mientras sus ojos se perdían en el horizonte. Era consciente de que alejarse de los niños era una opción que podría proteger a los demás, pero al mismo tiempo, no podía imaginarse abandonándolos en esta situación desesperada.
Su deber como líder y protectora se enfrentaba directamente a su deseo de estar junto a ellos, de asegurarse de que no estuvieran solos en esta lucha.
El peso de la decisión pendía sobre Mirai, y su corazón se debatía entre el deber y el afecto. La incertidumbre y la duda la envolvían mientras evaluaba las consecuencias de sus acciones.
¿Cuál sería el verdadero precio de su elección? ¿Podría encontrar una manera de conciliar la protección de los demás con su deseo de estar al lado de los niños?
El silencio se extendía, solo interrumpido por los pensamientos que resonaban en la mente de Mirai. Era un momento crucial, un punto de inflexión en su propia historia.
Pronto tendría que tomar una decisión, enfrentarse a los desafíos y encontrar una manera de equilibrar su deber con su deseo de cuidar y proteger a aquellos a quienes consideraba su equipo y su familia.
De repente, una voz casi ronca pero aguda, que parecía haber estado oculta por la incertidumbre, resonó en el escondite subterráneo.
ChouChou Akimichi abrió los ojos, su entrecejo fruncido con fuerza. Aquella que superaba ampliamente los estándares que ella misma se imponía, parecía haberse apartado por completo de su propia enseñanza al mostrar tal expresión.
Todos los ojos se dirigieron hacia ella, incluidos los de sus dos amigos de la infancia y los de la gran anciana.
— ¡Estoy... muy confundida ahora mismo! — Exclamó ella con vacilación. Su dedo apuntó hacia la extraña mujer ante sus ojos, con el sudor y la molestia en su rostro. — ¿Quién es esta mujer y por qué habla como si ella fuera la causante de todo este desastre?
— ¡ChouChou-chan! — Sarutobi rompió su silencio, con la preocupación aún presente en su semblante. — ¡No te confundas! ¡Ella nos ayudó a perder de vista a los que nos atacaron! — Cuando las miradas de todos parecieron suavizarse, Mirai miró con agradecimiento triste a la mujer solitaria. — Y también es la única que se ofreció a ayudarnos. Nos quedaremos con ella de ahora en adelante.
El asombro se reflejó en los rostros de todos mientras digerían las palabras de Mirai. Nadie había anticipado que se quedarían con la misteriosa anciana, y la confusión se apoderó del aire viciado del refugio subterráneo.
Mirai, consciente de la perplejidad de sus compañeros, permaneció en silencio, permitiendo que la gran anciana tomara la palabra. La anciana emanaba sabiduría y autoridad, y su voz, aunque suave y pausada, llenaba cada rincón de la sala con su presencia magnética.
— Comprendo su desconcierto. — Comenzó la anciana con una mirada penetrante que parecía leer los pensamientos de todos. — Permítanme explicarles la razón detrás de esta decisión aparentemente extraña.
Sus palabras eran entrecortadas, cuidadosamente elegidas para captar la atención de cada uno de los presentes. Con cada pausa calculada, la anciana tejía una red de intriga alrededor de ellos.
— Mirai, al ser de la misma generación que ustedes, está exenta de los riesgos que la interacción con ustedes conlleva. — Explicó con un tono de voz que parecía emanar siglos de experiencia. — Sin embargo, hay un aspecto crucial que debemos considerar. La versión más joven de Mirai todavía existe en el presente, y aunque sea en una forma diferente, esto implica que ciertos riesgos pueden manifestarse sin que nos percatemos de ellos.
Las cejas de Boruto se fruncieron ante esta revelación, y su mente comenzó a hilar las piezas del complicado rompecabezas que estaba enfrentando. La anciana continuó, enfocando su atención en él.
— Además, querido Boruto. — El cambio de tono sorprendió al mismo Uzumaki. Ella golpeó una vez el suelo con su báculo, como si intentara iluminar el juicio del rubio. — Mi edad me ha permitido ver de muy cerca a los ninjas. Y sé que no es propio de ellos quedarse sentados y no hacer nada. Pero tu caso es una excepción grandísima. Tu nacimiento no ocurre sino hasta dentro de unos años, solo en el caso de que no interactúes y no cambies la historia. Pero todo el tablero está en tu contra, jovencito. Es hora de resignarse y dejarnos el trabajo a nosotros por el momento. Al menos, hasta que tú y tus amigos puedan salir por su cuenta.
Boruto quedó sumido en un silencio cargado de impotencia mientras las palabras de la anciana resonaban en su mente.
Cada una de ellas se clavaba como una daga en su corazón, recordándole la magnitud de la responsabilidad que llevaba sobre sus hombros. Una sensación de frustración se apoderó de él, mezclada con la inseguridad de no saber si sería capaz de cumplir con lo que se esperaba de él.
A su lado, Sarada y ChouChou compartían la misma carga emocional. Sus rostros reflejaban una mezcla de preocupación y determinación, conscientes de que sus propias vidas y el destino de Konoha dependían de sus acciones en este extraño y peligroso viaje en el tiempo.
Sin embargo, entre ellos se podía vislumbrar un destello de alivio, sabiendo que no estaban solos y que contaban con la guía de la anciana.
Shikadai se encontraba en un estado de contemplación enigmática, a diferencia de los demás. Un ligero fruncimiento apareció en su ceño, revelando un pensamiento profundo y complejo que desafiaba la comprensión.
Era como si el viento le susurrara secretos al oído, confundiéndolo y desafiando su capacidad de entendimiento.
Conocido por su astucia y habilidad para analizar situaciones, Shikadai siempre tenía una respuesta o una estrategia en mente.
Pero en ese momento, su expresión enigmática desconcertaba incluso a sus compañeros más cercanos.
¿Qué pasaba por su mente? ¿Qué reflexiones lo mantenían en ese estado de introspección?
El joven, intrigado por el enigma que representaba Shikadai, intentó desentrañar sus pensamientos. Sin embargo, como un rompecabezas sin resolver, Shikadai parecía escapar de una comprensión completa. 
Era como si su mente estuviera más allá de los límites de la percepción, ocultando un conocimiento que solo él podía poseer.
El aire estaba cargado de urgencia mientras Sakura, Naruto, Sai y Kakashi llegaban a Konoha a toda velocidad. Sus corazones latían al ritmo frenético de la situación, sus pasos resonaban en las calles desiertas de la aldea oculta entre las hojas.
Ignoraron a los ninjas que custodiaban las puertas, sin tiempo para explicaciones ni formalidades. El deber los llamaba y debían entregar la alarmante información a Tsunade.
El descontrol se apoderaba de Konoha a medida que el rumor de su llegada se propagaba como un reguero de pólvora. Los ninjas, sorprendidos y desconcertados, corrían de un lado a otro, con documentos en sus manos y miradas de preocupación en sus rostros.
Los líderes de los clanes, junto con sus respectivos miembros, se movían con prisa y determinación, buscando respuestas y preparándose para enfrentar la amenaza desconocida.
En medio de aquel caos, la figura imponente de Tsunade emergió, su expresión de sorpresa y asombro mezclada con la firmeza que la caracterizaba.
La noticia de la llegada temprana de los ninjas la tomó por sorpresa, pero no titubeó ante la gravedad de la situación. Sus ojos se encontraron con los de Naruto y los demás, transmitiéndoles una mezcla de preocupación y determinación.
Los civiles de Konoha, testigos del inusual revuelo y la llegada apresurada de los ninjas, observaban perplejos desde las calles y las ventanas.
El desconcierto se dibujaba en sus rostros, incapaces de comprender el motivo de tal alboroto. Sus conversaciones se detenían a medida que los equipos de sellado y otros grupos de élite pasaban a su lado, preparados para enfrentar lo desconocido.
La aldea de Konoha, normalmente organizada y tranquila, se veía sumida en un estado de agitación y confusión. La presencia de Sakura, Naruto, Sai y Kakashi, junto con la noticia urgente que traían, había sacudido los cimientos de la aldea y dejado a todos en un estado de incertidumbre.
El destino de Konoha estaba en juego y cada ninja, cada civil, sentía el peso de la responsabilidad en sus hombros.
Mientras el descontrol se apoderaba de Konoha, los ojos afilados de los dos Anbu del futuro, Ro y Hinoko, no pasaban desapercibidos. Su mirada penetrante y vigilante recorría cada rincón de la aldea, captando los gestos de desconcierto y la agitación de los ninjas que corrían de un lado a otro.
Al mismo tiempo, En un modesto apartamento alquilado, Sumire observaba con temor por la ventana, su corazón latía acelerado mientras la escena tumultuosa de las calles se desplegaba ante sus ojos.
A su lado, los otros niños, apiñados y ansiosos, compartían su miedo, temiendo ser descubiertos en medio del caos.
El susurro del viento se mezclaba con los murmullos de la aldea, y los latidos acelerados de sus corazones creaban una cacofonía de nerviosismo.
Sumire, una visitante clandestina en Konoha, se sentía vulnerable en medio de esa incertidumbre constante, consciente de la amenaza latente de ser descubiertos.
Mientras tanto, los dos Anbu del futuro permanecían vigilantes desde las sombras, alertas ante cualquier signo de peligro.
Su tarea era proteger a los niños, asegurándose de que permanecieran ocultos y de evitar cualquier situación que pudiera poner en peligro su seguridad.
El descontrol que se extendía por la aldea no estaba relacionado con la presencia de los niños ocultos. Era el resultado del caos desatado por los portales abiertos y la amenaza que se cernía sobre Konoha.
Los ninjas corrían frenéticamente, no solo por la posibilidad de que su aldea estuviera en peligro, sino también por la incertidumbre del enemigo desconocido.
En aquel momento de tensión y desorden, la mirada de Sumire se encontró con la de Ro, uno de los Anbu del futuro. En ese breve instante, compartieron un entendimiento silencioso, conscientes de los peligros que enfrentaban y la necesidad de permanecer ocultos para proteger a los demás.
En medio del tumulto y la angustia, los niños ocultos y los Anbu del futuro se aferraban a la esperanza de sobrevivir y encontrar una solución para revertir la situación.
Juntos, enfrentarían los desafíos que se presentaban con valentía y determinación, buscando un futuro en el que Konoha pudiera mantener su paz y prosperidad.
Los ojos de Sumire rastrearon el movimiento nocturno de los ninjas en los tejados, apartándose rápidamente de la ventana para evitar ser vista. Su ceño se frunció con determinación. Proteger a los niños no era su único deber.
Toda la aldea, todas esas personas inocentes, no tenían culpa del caos que se había desencadenado en el distante futuro.
Rezaba fervientemente por la seguridad de sus amigos y camaradas, esperando que estuvieran a salvo en medio del caos que envolvía Konoha.
Mientras la oscuridad de la noche caía sobre la aldea y la adrenalina se palpaba en el aire, los niños se preguntaban entre sí qué estaba sucediendo, con la pequeña Uzumaki siendo la única que observaba en silencio.
El descontrol que se desataba era una bendición para ellos, ya que les evitaba tener que explicar la situación por sí mismos. Preferían que Konoha se protegiera por sí sola. Sin embargo, a pesar de todo, Sumire mantenía la esperanza de que sus amigos y compañeros invocados en el exterior pudieran enfrentar las adversidades antes de que fueran encontrados por Konoha.
En el epicentro del caos y la incertidumbre, los líderes de Konoha se congregaron para recibir la noticia que transformaría el rumbo de sus vidas.
En un instante, los hilos del pasado, el presente y el futuro se entrelazaron, infundiendo una renovada determinación para salvaguardar su hogar en cada corazón presente.
La batalla por el destino de Konoha estaba a punto de desatarse.
  1. Lo que yace escrito en el papel que leen la Anciana Y Mirai.

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