Un réquiem interpretó las máquinas de soporte vital; primero y segundo violín la ventilación mecánica, vientos de metal las sondas y percusiones afinadas los otros monitores.
Irrumpió con el inarmónico sonido de sus pasos marcando las notas graves vibrando varias octavas más bajas del menor punto de la curva de Railsback, siendo Él, el instrumento invitado.
Se paró frente a la compositora de la obra, una bella princesa tatuada cuyo rostro era decorado por suaves hebras azules que él alejó para poder contemplarla, debió soltarle la mano para cubrir sus ojos celestes translucidos y darse la intimidad de llorar.
Su rostro se volvió morado, perdió aire y con movimientos espasmódicos lloró con la pena de un niño, indiferente a que tras la ventana que daba a la estación médica de la unidad de cuidados críticos se agolpaban quienes alguna vez fueron sus colegas a ver en primera fila la destrucción del irreconocible Doctor Cooper; huesudo, barbón y chascón.
Dejó de llorar.
No daba juicio a sus ojos.
Eso era imposible, no tenía sentido ese final; no obstante allí estaba ella y Él no quería que muriera.
Desencajó la mandíbula, limpió sus lágrimas y con cuidado le tomó la mano, analizó la situación sin eficacia, nada podía hacer, su presencia o ausencia diferencia alguna no marcaba.
No concebía imaginar su mundo sin ella.
Apegó dedo con dedo y dobló los del medio, uniéndolos por la segunda falange.
- Aquí nos encontramos – separó su pulgar – nuestros padres no deberían vernos morir – separó los índices – estos son nuestros amigos y hermanos, que tampoco están – separó los meñiques – estos son los hijos que no tenemos - intentó separar los anulares pero no importó cuanto tratase, ellos seguían pegados - …inseparables, con una argolla que nos atrapó y no nos deja escapar.
Rascó su cabello cuando el violín pasó a ser un contrabajo agitado, cubrió sus ojos y huyó a la ventana dándoles espacio a los equipos de emergencia que decidían por él.
Sintió que moría.
No podía verla así, no podía mirar, se asomó por la ventana y a pesar que eran cerca de las diez de la madrugada el sol no salió, era una eterna noche donde una espesa nube negra lo cubría todo y él pudo verla sonriendo burlesca pues ella se iba y él quedaba, intentando explicar lo injustificable.
— Un nuevo capítulo llegará pronto — Escribe una reseña