Meses después:
Me hice cargo de todos los negocios de mi padre; no podía dejarlo como le prometí a Juliana. Tuve que mentirle, pues sé que no le va a gustar la idea de que me mantenga en este negocio. No puedo dejarlo ahora por dos razones; si me salía del negocio luego de la muerte de mi padre, iban a sospechar de mí. Por otro lado, esto es lo único que sé hacer, es a lo que me he dedicado siempre.
Quería mantener mi distancia de Juliana y mis sobrinos, pero era casi imposible. Se la pasa llamándome y pidiéndome que vaya con ella; no tuve de otra que aceptar, aunque sea por unos meses. No puedo dejar mucho tiempo el negocio solo, además de alguna manera me ha hecho falta Kamila.
Estaba ojeando unos documentos, cuando me tocaron la puerta.
—Hay una mujer que quiere hablar contigo, John—me informó el empleado.
—¿Quién?
—Una tal Daniela.
—Dile que pase.
—Sí, señor.
Al ver a Daniela, me levanté del escritorio.
—Tanto tiempo sin verte. ¿Qué te trae por aquí?— le pregunté.
—Ya sé que no soy de tu agrado y no creo que te guste verme por aquí, pero estoy desesperada.
—¿Por Juliana?
—Sí, eres su hermano y sé que tienes comunicación con ella. Quisiera que me ayudes a recuperarla. Necesito arreglar las cosas y ella me evade, y si trato de sacar el tema también me evade.
—¿Y qué te hace pensar que lo que yo le diga, la hará cambiar de opinión?
—Sé que su relación contigo a mejorado.
—Ha mejorado un poco, pero no mucho. No la veo desde que se fue. Si quieres arreglar las cosas con ella, lo mejor será que la veas personalmente.
—No sé dónde está.
—Yo voy a viajar en dos días para ir con ella, si quieres puedo llevarte conmigo.
—¿Lo harías?
—Sí, la llamaré y le diré. Quédate en silencio.
Llamada telefónica:
—¿Bueno?—respondió Juliana.
—¿Juliana?
—¿John?
—¿Cómo está todo por ahí?
—Todo bien, ¿y por allá?
—Bien, en dos días saldremos para allá. Espero no te moleste, pero llevaré a Daniela.
—¿Por qué?
—Tú, y ella tienen que arreglar las cosas de una vez. No es que me agrade del todo, pero considero que no fue tan mala como mi padre. Ella está sufriendo mucho y pienso que deben hablar las dos. La vida es corta, Juliana, y debemos aprovechar cada segundo que tenemos al lado de las personas importantes. Esa distancia entre ustedes, les hace daño a las dos. Te avisé con tiempo para no tomarte por sorpresa, tienes tiempo de pensar bien lo que vas hablar con ella.
—Está bien, John, supongo que tienes razón. Ten mucho cuidado. Te veo en dos días.
—Cuidénse, y besos a mis sobrinos.
—Se los daré. Adiós— colgó la llamada.
—Estás de suerte, al parecer la cogí de buen humor.
—No, es que tienes mucha influencia en ella — ella la tiene en mi...
—Supongo que es eso. Bueno, es todo lo que puedo hacer por ti. Dame tu número para avisarte y recogerte en dos días.
—Esta bien.
Horas después:
—Saldré de viaje por unos meses y necesito que te hagas cargo del negocio mientras no esté. Quiero que me avises cualquier cosa que suceda. Estaré vigilándote, así que espero no quieras pasarte de listo. Sabes que tengo ojos por todas partes— le avisé a Keny, mi empleado.
—No, señor.
—Que bueno es no tener que recordarte lo que pasará si haces algo mal—puse mi mano en su hombro.
—Le estaré pasando un reporte cada una hora.
—Así me gusta, Keny.
Dos días después:
Daniela y yo viajamos; al llegar a la casa de Juliana, fue Owen quien abrió la puerta.
—Bienvenidos, ¿Cómo han estado? Adelante.
—Gracias.
Entramos a la casa y nos quedamos en la sala.
—¿Dónde está mi hija?— preguntó Daniela.
—Está en la cocina, puede ir a verla.
—Sí, no las vamos a molestar — le dije.
Ella se fue a la cocina y me quedé a solas con Owen.
—¿Ya todo está en orden contigo? — me preguntó.
—Habías tardado en preguntar.
—Tengo que saberlo y, más, si nos estás visitando. No tengo nada en contra tuya, pero sabes lo mucho que amo a mi familia y no quiero que estén en peligro.
—Puedes estar tranquilo, todo está en orden.
—¿Cuánto tiempo te vas a quedar?
—Aún no sé, supongo que unos meses.
—¿No tienes más familia?
—Es una pregunta compleja, pero no, no tengo familia; al menos no vivos —sonreí.
—Debe ser duro, pero ahora tienes a Juliana, ella está muy feliz de saber que tiene un hermano.
—Yo también lo estoy.
—Has cambiado mucho, John.
—Sí, supongo que hasta la persona más mala cambia.
—Te felicito. Espero puedas tener una familia algún día. No hay nada mejor que tener un hogar, una familia que te espera y que esté ahí en las buenas y en las malas.
—Eso no se hizo para mí.
—El amor se hizo para todo el mundo.
—Para ser honesto, no estoy interesado en nada de eso, es una pérdida de tiempo.
Que irónico, ya parezco a mi padre hablando así.
Juliana y Daniela vinieron a la sala, y me levanté para abrazarla. Se veía muy diferente. Su perfume era muy dulce. ¿En qué demonios estoy pensando? Ella es mi hermana.
—¿Cómo estás?— le pregunté, alejándome de ella.
—Bien, ¿Y tú?
—Muy bien.
—Te ves diferente, por lo que veo has sido exorcizado.
—Siempre tan sarcástica, hermanita.
—¿A poco no te gusta que sea así?
—Dos jueyes machos juntos son un peligro.
—¿Y dónde está ese macho que no lo veo?
—Está claro que no eres tú, hermanita—ambos reímos.
—¿Qué tal el viaje, mamá?
—Algo agotador, pero bien.
—Te presento a Gael y a Kamila; son nuestros dos amores— Juliana nos mostró a los niños en el corral.
Están mucho más grande de la última vez que los vi.
—Son muy hermosos, se parecen mucho a ti — dijo Daniela.
—Sé lo dije y no me cree —añadió Owen.
—Son iguales a ti, Juliana. Gracias por dejarme conocerlos— Daniela bajó la cabeza, y una lágrima bajó por su mejilla.
—No llores, mamá, ahora tendrás la oportunidad de estar con ellos. Van a necesitar también de su abuela.
—Eres una llorona—le dije.
—¿Por qué dices eso, John? — preguntó Juliana confundida.
—Venía por todo el camino llorando. Le dije que lo mejor era que se desahogara contigo y así arreglaban las cosas. ¿Ya arreglaron sus diferencias o debo encerrarlas en la habitación a las dos?
—Ya hablamos y arreglamos las cosas — respondió Juliana.
—Eso fue rápido. ¿Se dijeron lo mucho que se aman?— ambas se quedaron en silencio—. ¿Y así dicen que arreglaron? Quiero escucharlas a las dos.
—De acuerdo.
Daniela se acercó a Juliana y la abrazó.
—Te amo, Juliana.
—Y yo a ti, mamá.
—Muy bien, estamos mejorando— aplaudí.
Nos sentamos en la mesa y cenamos juntos, pero esto se sentía muy extraño para mí. El ambiente en la mesa fue de alguna manera divertido; normalmente con mis padres era hostil y cada quien comía por separado. No me acostumbro a estar cerca de tanta gente, y a que me traten tan bien.
Nos fuimos a la sala a conversar un rato y, Juliana me puso a Kamila en los brazos y me sentí raro, nunca había cargado un bebé. Se veía tan pequeña y frágil, que tenía temor de que se me cayera.
—¿Ahora tienes ganas de ser papá, John?
—Claro que no, no me quiero imaginar cambiando pañales. Nada más de imaginarlo, me da náuseas.
—¿Quieres cambiarla?
—Por supuesto que no.
—Cálmate, estás muy nervioso.
—Estoy calmado.
—Tus manos están temblando, debes cogerla así—Juliana me la colocó en el pecho, y Kamila puso sus dos pequeñas manos en mi rostro.
Se me quedó viendo y desvié la mirada. Se parece mucho a Juliana, ¿quién diría que estaría cargando a un bebé en este momento? Sí, con estas manos tan sucias que solamente han hecho mal.
Se la pasé a Juliana y ella se me quedó viendo.
—¿Estás bien, John?
—Sí, estoy bien.
Mi respuesta no pareció que la convenciera, aún así, traté de sonreír y lucir calmado.