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58.76% Alma Negra / Chapter 114: 114

Capítulo 114: 114

—Necesito hablar contigo, Kwan. Ya sé que estás herido por mi culpa y debes estarme odiando mucho, pero yo necesito tu ayuda.

—¿Y crees que puedo servirte de algo ahora?

—No, pero más adelante si. Ya sé que lo más probable te niegues, pero no pierdo nada intentando.

—¿Qué sucede?

—Quiero que ayudes a John a dar con los Roberts.

—El amor te tiene ciega, panterita. ¿Realmente crees que lo ayudaré?

—Por favor, sé que es egoísta pedirte esto luego de todo lo que ocurrió, pero ayúdanos.

—Te obligó a convencerme, ¿No?

—No, lo hago por mi hija. Quiero evitar que ella también se vea afectada en esto, Kwan. Solo te pido que lo ayudes. Esa gente pusieron una bomba en nuestro auto, y casi nos matan. No quiero que ella esté en medio de esta guerra. Perdóname por ser tan egoísta y pedirte esto, realmente lo siento, pero entiéndeme. Tengo miedo de que le hagan algo malo a nuestra hija o a John. Él ha sido malo, pero se está esforzando en arreglar su vida y ser una mejor persona por su hija. Ya sé que lo odias, que quieres verlo tres metros bajo tierra, pero debes comprender que si mató a su padre, es porque le hizo mucho daño. Si hubieras estado en su lugar, estoy segura que hubieras hecho lo mismo, y más si alguien cercano a ti, está en peligro también. No te pido que lo perdones o se hagan mejores amigos, pero al menos hagan las paces por ahora.

—El hecho de que él sea bueno contigo, no significa que lo será conmigo. A la que me descuide, me cortará la cabeza.

—Si hubiera querido hacerlo, lo hubiera hecho hoy mismo.

Kwan rio.

—Que ingenua eres. Necesita de mí por eso no lo ha hecho, pero ¿Qué crees que pasará cuando obtenga lo que quiere?

—Yo no dejaré que lo haga.

—Lo dice la persona que acaba de clavar un cuchillo en mi costado con tal de defenderlo. A la que él decida algo, a ti no te quedará de otra que aceptarlo.

—Te equivocas. Yo no quiero, ni quise hacerte daño.

—Haya sido por miedo o lo que sea, lo hiciste. Si él te pide esta vez que lo hagas por el bien suyo y de tu hija, ¿Me dirás qué no vas a dudar?

—¿Tu dudarías si se tratara de una hija tuya? — se quedó en silencio y desvió la mirada—. Sí dudarías, así como dudaste en matarme.

—¿Y quién te dijo que dudé?

—Pudiste haberme matado y no lo hiciste. Nada te lo hubiera podido impedir, y aún así, soltaste el cuchillo.

Kwan volvió a mirarme, y se quedó en silencio.

—¿Te has vuelto orgulloso también?

—Ya basta. Te ayudaré, pero que te quede claro que lo hago por ti, no por ese idiota. Supongo que sigo siendo el mismo idiota de siempre, que se deja llevar por un culo.

—Gracias, Kwan. Realmente te agradezco que hayas aceptado ayudarnos. Espero algún día puedas perdonarme por lo que te hice.

—No me pidas disculpas, yo no tengo nada que perdonarte; al final de cuentas, me lo busqué por imbécil. Me enamoré de la mujer incorrecta, ¿Qué te puedo decir?

—Dejemos ese tema hasta ahí. Ya me tengo que ir, Kwan. Espero te recuperes pronto y puedas salir de aquí.

—Eso espero. Odio los hospitales.

—Solo te dejarán dos días.

—De igual manera es mucho tiempo.

—Cuídate mucho — antes de dar la espalda, Kwan me agarró la mano.

—¿No te vas a despedir adecuadamente?

—¿Eso qué significa?

—Al menos deberías darme un beso en la mejilla, luego de lo que causaste.

—Será para que me hagan dormir con el perro hoy. ¿Has perdido la cabeza?

—¿Qué hay de malo en darnos un beso de amigos? Al final de cuentas, es tu culpa de que yo esté aquí. Lo menos que puedes hacer es eso.

—No me agrada la idea.

—Cerraré los ojos y lo haces— cerró los ojos, y con mi otra mano la acerqué a su rostro, fingiendo que lo había besado.

—Ya.

—¿Crees que soy idiota? — me acercó bruscamente hacia él.

—Ya basta, Kwan.

—¿Por qué un beso te pone tan nerviosa? Pensaré que estás enamorada de mi y no quieres admitirlo.

—Deja de decir tonterías.

—Entonces hazlo.

John entró a la habitación sin tocar, y al verlo, retrocedí nerviosa.

—¿Quieres que te dé un besito yo? Si cierras los ojos, no podrás distinguir quien lo hizo. Cierralos nuevamente, y así de paso te tumbo lo dientes, imbécil.

—John, vámonos de aquí.

—No tienes que ser tan celoso, John. ¿A qué le temes? ¿A que le guste más el mío?

John rio.

—Hay muchas personas que cuando lo dejan en el puesto de amigos, no vuelven a ser los mismos. Eres un vivo ejemplo de eso. El rechazo te ha jodido tanto el cerebro, que no sabes lo que dices. Te dejaron claro de a quién quiere, ya acepta que te rechazaron y te cortaron las alas, pendejo. Ella es mi esposa, y le sacaré los ojos a quien los ponga en ella. Primera y última advertencia. Vámonos, cosita — me agarró la mano, sacándome de la habitación y sin dejarme responder—. Tu castigo será mayor, Daisy.

—¿Por qué? No he hecho nada malo.

—Quiero que según lleguemos te bañes y quites todo lo que tienes encima de él, incluyendo la suciedad de sus manos. Creo que deberías lavarte con Clorox para que te logres limpiar, y de paso desinfectarte. Esa ropa la quemarás también.

—¿Estás bromeando?— creí que estaba bromeando, pero al ver su seriedad me di cuenta de que no.

—¿Tengo cara de payaso? — preguntó en un tono serio.

No sabía que sus celos eran a este nivel. No dije una sola palabra, no quería hacerlo molestar más. No hice nada, pero cuando está así es mejor dejarlo quieto.


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